domingo, 3 de diciembre de 2023

Un poema: Era clara la tarde

 















Viajero por caminos
extrañamente extraños, sé
que hay dolor o verdad, que hay dolor y verdad
acechando en los viajes.
 
Bajo, bajamos
el puerto del Lanchar, hacia la Torre,
suena el arroyo, me detengo junto
a su canción de mares: sin embargo
un silencio de verdes
crece a su orilla:
                                 la hermosa y clara
desnudez de unas lanzas, de unos juncos
en manojo de suave desconsuelo, haz
por donde el aire atreve
su promesa de voz, su melodía,
con un temor callado.
 
No elijo, no elegimos. Nada obliga.
 
Voy hacia el sur, vamos
la vida y yo con la tristeza
del aire por los juncos, con el agua que canta.


lunes, 27 de noviembre de 2023

Carta pública a y dos poemas de: Jesús Aparicio

 


       Querido Jesús, porque bien lo sabes, y porque desde siempre habita en ti el silencio, la contemplación, la luz y la brisa de los amaneceres, dices ahora que “la poesía es/ presentir el misterio”. Llevas toda la vida esperándolo, escuchándolo, escribiéndolo, buscando con la voz en sus anexos, jamás perturbándolo, jamás rompiendo su ser, el ser del elixir manantial que nos mantiene alerta: el misterio de la vida. Vivir es la poesía: vivir sin ruido, vivir sin daño, vivir con, vivir para. Cuando el hombre logró la palabra, logró la poesía. Tal vez la poesía no sea el modo de acercarse al misterio, sino el misterio que presentimos. Lo es.

       Tú sabes del enigma de las cosas pequeñas, tu sabes de los gestos pequeños, cotidianos. Tú sabes de la misericordia, esa bondad continuada que nos usa y nos premia. Tú la ejerces. Y en Cómo vencer al ruido ––tu último libro–– el agua de la piedad, del afán compasivo, por más que intentas contenerla, se derrama. Vencer el ruido es vivir en la verdad del silencio, de la atención, de la memoria, es buscarse en el tic-tac de quien nos mide, es saber que la ambición es una calle rota, lo imposible. Vencer el ruido es, como decía el de Yepes, salir sin ser notado, pero salir, pero hacer, pero estar, pero dar.

       Jesús, tiene tu nuevo libro temblor de hojas, almas que la suavidad inagotable de una brisa franciscana mueve. Hojas que van desde el corazón, desde los umbrales del día a los presentimientos oscuros de la noche. Sin miedos. Pero con la sabiduría de que “ante el propio dolor/ estamos solos”, aunque una voluntad imperativa nos haga acudir a mitigar el dolor ajeno. En eso estriba la belleza del espíritu. Dices en un poema que es necesario sentarse ante la hoguera y contemplar con mansedumbre los pétalos del fuego para saberse hombre en el tiempo, palabra en el tiempo. Para entender el silencio sonoro, la música callada de Fray Luis y traducirlo en poemas.

       Tu libro traduce letra a letra tu delicadeza moral. Algo conocido, pero que en esta ocasión no viene a buscarnos a través de las enseñanzas de las cosas anónimas y pequeñas, sino que alza la mirada y busca las conciencias en un Tú poético que es tuyo y de todos: el que guardan las llanuras de los pechos. Cómo vencer el ruido es una introspección, pero también un camino, un Tao occidental y universal. Para algunos un espejo, para otros un sendero indicado por donde encaminarse. Poemas sencillos, inquietantes y consoladores a un tiempo, palabras enteras que buscan decir y dicen sin disfraz, sin adornos, sin justificaciones.

       Sé, sabemos, de cómo tu tiempo sin ruido está ocupado por el amor, por los cuidados; por eso agradezco, agradecemos tanto, que el enigma de la poesía encuentre calor de nido a tu lado, y fructifique, y vuele. Gracias por esta renovada entrega, tan limpia, tan sin vacíos, tan serena, tan de semillas.

Elijo dos poemas que pretenden hablar por todos.

_______________

 
POÉTICA DEL CUIDADO

Que la palabra limpie heridas,
sea bastón seguro para unas piernas débiles,
lente para esos ojos
a quien la niebla oculta su horizonte,
altavoz de gargantas sin campana,
pañuelo de esas lágrimas
que no esperan volver a ver el mar,
y cuchara que nunca titubea
ante bocas cerradas negándose a la vida.
 
Y que el hombre que cargue a sus espaldas
su mochila repleta de bastones y lentes,
altavoces, pañuelos y cucharas,
haga de sus silencios
escuela de secretos
y trono de humildad.
___________
 
FESTÍN


Sobre la mesa
desplegado el mantel de la esperanza
presento un pan virgen
del que respiro
su sentido y su magia,
y ordeno con cuidado
la fe cual medicina
que se administra lentamente
para favorecer un firme crecimiento.
Entonces mi corazón
busca sus nuevos labios
y el agua fluye amando entre mis dedos
para el mejor poema:
alimentar un ángel.

domingo, 29 de octubre de 2023

Un cristo. Poema de César R de Sepúlveda.

 

Foto de Olira Blesa










No tiene el hijo del hombre
lugar en donde
reclinar su cabeza,
y en el metro le toca estar de pie.
 
Son muchas estaciones las que quedan
todavía hasta el Gólgota.
 
De apóstoles ha estado regular:
en su mejor momento tuvo tres, muy lejos
de la prevista
docena que dijeron,
pero los tres salieron iscariotes,
y a saber dónde andan ahora mismo.
Se duerme fácilmente. Se transfigura poco,
no es fácil encontrar nada que valga
la pena en el monte Tabor,
hasta dicen que lo cortan con
estricnina.
                     De profetas se sabe
que se quedaron secos en el tigre,
y de allí al tanatorio.
 
En el templo
están los mercaderes instalados, tan cómodos,
y no hay quien les tosa.
A la primera de cambio, avisan
a seguridad
y hay un coro de risas cuando
lo sacan a empujones del recinto.
 
No hay milagro que valga en las noches heladas:
como mucho un borracho que comparte
con él un cigarrillo (¡aleluya!).
No se sabe las tablas
de multiplicar
ni peces ni panes,
así que por ahora merodea cerca de las terrazas
y cuando se levantan los turistas
levanta él las propinas,
a riesgo de sufrir la justa cólera
de los bastante hartos camareros.
 
Así no hay quien predique la palabra.
No anda bien de salud, y a este paso
no llega vivo a la crucifixión.
(Tampoco hay interés, se ha perdido
la pasión: a Herodes y a Pilatos les preocupan
los pactos de la investidura,
no las andanzas de un cristo callejero).
 
De la última cena en condiciones
no guarda ni memoria.
Se deja las parábolas a medias,
aunque no importa mucho:
nadie presta atención a lo que dice,
samaritanos buenos ya no quedan, y el vino
en tetrabrik no sabe ya de vides ni sarmientos.
 
Es la vida un calvario, un vía crucis
a palo seco, sin una magdalena
que le alivie el runrún de las tripas.
 
Con el padre ya sabe
que no puede contar, ni con la madre.
Cuando aún tenía móvil, intentaba
llamar de vez en cuando.
A veces le dejaban unos euros
para dormir caliente aquella noche.
Pero eso fue hace mucho.
 
Durmiendo entre cartones, ha llegado a olvidarse
de lo que vino a hacer. El plan consiste
en pasar un día más
en el reino de los vivos.
Lo otro, todo aquello de la pasión
y la resurrección
se le hace ahora mismo
un pelín cuesta arriba.
 
Eso ya luego, cuando haga menos frío.

martes, 19 de septiembre de 2023








 Hay como un ruido sordo (Mercadoma)

 

Ser comprado y comprar,

lo sé (conozco esa certeza).

Ser sólo multitud y vigilado, metamorfosis,

un soldado de ruinas

en el instante en ruinas de la Historia.

 

¿Se cegaron las sábanas carmines

de mis altos desvanes veinteañeros,

territorios en armas, escenarios

donde a veces logré ––barbado Carlos Marx––

enfrentar a conciencia y existencia?

¿Me resigno

a saberme en lo anónimo, oculto viejo topo

que evita las batallas?

¿un domado inocente en procesión

que recorre pasillos, mercancías?

 

Miro bien cuánto cuesta lo que el amo me ofrece,

soy tan solo un disfraz

empujando el carrito.

 

¿Qué me queda

de los sueños morados, de ser otro con otros?

¿tal vez sólo ese gesto

en los días de feria y en las redes

de exhibir colgaduras, los púrpuras colores,

banderolas,

los antiguos tesones derrotados?

jueves, 14 de septiembre de 2023

Carta pública a y un poema de SALVADOR GARCÍA RAMÍREZ

 


 


“Nadie vendrá a buscarte”, dices para comenzar uno de tus poemas, Salvador. Desde esa horaciana conformidad con la soledad y la vida escribes tu poemario Sobreviene el olvido, desde esa sabiduría parva y poderosa del que sabe que la contemplación es el germen del sosiego interior, tan necesario para vivir cuando ya se ha vivido. Sospechas que todo consiste en esperar el portazo del tiempo mientras se disfruta la belleza que nos ha sido dada, la que nosotros seamos capaces de aceptar, de soportar, la que nosotros seamos capaces de añadir. Leer a Montaigne, saberse uno con el mundo y con los otros, seguir viendo, viajando, no rendirse, anotar los instantes, aprenderlos, pasar sin daño, sin hacerlo ni recibirlo. Con tales materiales construye el poeta que eres, el poeta que conocí en Cazalla, el poeta de Rus y de Baeza (tus dos patrias) los 41 poemas que ofreces. Tener un sur ocupado por las sierras de Cazorla y Mágina es un alivio, reconoce, un acicate. Hay una luz humanísima en tus poemas, Salvador, hay una reflexión continuada, alejada del ansia y el desespero, sobre la fugacidad que nos envuelve y arrastra; hay una mirada compasiva sobre los próximos, sobre las cosas, sobre la luz, y hay un deseo de vivir en la transparencia, sin engañar, sin engañarse. Para todo usas la palabra serena, libre de otra función que no sea decir lo que se debe y lo que deseas, para todo un decir transitivo, a la misma altura de los ojos del lector, de igual a igual, buscando el concilio de las almas (ya sabemos que somos para el olvido) en la armonía de la belleza. De esa belleza que existe porque sí, en sí, bella en su génesis, en su caducidad, que no nace con el deseo y el fin de ser admirada. Bien lo sabe el poeta que eres, el viajero avisado que eres, ese que ha sabido y sabe dejar noticia de lo buscado, pero que vuelve siempre su mirada limpia a la verdad. A lo humilde. A lo cercano. A lo más universal.

De la bellísima edición que la toledana CUARTO CENTENARIO ha realizado de tu libro (Premio Eladio Cabañero 2023), escojo este poema, tal vez porque en todo él, y en su final, me reconozco, nos reconocemos.

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LLAMARADAS


No articulo la forma de salir
de esta tierra de nadie en que me encuentro.
Ya el silbato anunció el final del partido
sin que sepa qué hacer con los años sobrantes.
 
Escalar nuevos puertos, descubrir lo aplazado,
me han traído hasta aquí, riberas del Guadalaviar,
buscando la emoción de ver su nombre escrito
en los ocres cañones del otoño.
 
Choperas que en las tierras de Aragón
pintáis de arcilla el aire
que vibra por las hoces del relente.
Álamos que la nitidez prendéis
de calderas, mostazas y amarillos
sangrándole a la luz su transparencia.
Coladas que pigmentan la humedad.
Hogueras en los páramos estériles.
 
Así, desorientada, sin tener un lugar donde volver
ni credo ni ocasión de involucrarme,
mi vida se entretiene en los meandros
admirando el saqueo de las hojas que mueren
con la digna humildad de la belleza.

jueves, 31 de agosto de 2023

Un poema: Septiembre (Romancillo en dos)

 

                                                                                                          Foto MCBarri
















 

(uno)

 

Halló su fin agosto

–cuanto nace fenece–

con su luz de aluminio

con su calor que agrede

 

una tibia alacena 

es ahora septiembre,

fructidor, luz de dulces

que en las paredes duerme

 

si en la tarde camino,

si a mi andar aparecen

campesinos rastrojos,

este sol que no muerde

 

los rumores, la calma

de un rebaño que vuelve,

y mi rimar, no es poco

lo que el mundo me ofrece.

 

(dos)

 

Y si espero a los ángeles

de las horas inciertas,

en el patio de verdes

donde vivo quisiera

 

no el dondiego en aromas

que lo oscuro me oferta,

ni el misterio callado

con el que habla la yedra

 

sino ser como el agua

esparcida que riega

con su frescor la vida

que descansa en la hierba

 

la luz suena su aldaba,

abro al cielo mis puertas,

soy el tiempo en septiembre,

soy un hombre que espera.

 

martes, 22 de agosto de 2023

Un poema: Lo que fuimos no espera








Como aquel que buscara
a Roma en Roma y no la hallase, busco
en mis rostros mi rostro,
aquel que fuera mío
cuando el sol era un dado todavía,
el futuro geranios,
y mi casa la sombra de la casa.
 
Apenas queda ecos (y confunden),
solo un patio, sus piedras,
la encendida
oquedad de aquel pozo, restos
de cal cansada.
 
Lo busco y sólo
hallo los días, los que acosan,
aquellos de la voz arborescente
que una vez fuera enero
y después levadura, la que hoy describe
alacenas y fugas,
el difuso amarillo que supone existir.
 
Sé que vive
porque a veces lo escucho, porque a veces me dicta,
y que en algún instante
de algún espejo habremos de encontrarnos
––el azar es un ángel––
aquel rostro perdido y el que soy, aquel rostro
que como a Roma busco en lo deshecho.

jueves, 10 de agosto de 2023

Un poema: En el lugar sin máscaras, tú y yo

 









Digo que
mientras te llame y vengas,
mientras me llames,
mientras esté contigo
y hablemos sin idiomas,
habrá un cielo país para nosotros,
dos nombres que bajamos
con amor de una brújula,
y un patio ––que cuidamos––
con su mapa de verdes y adoquines
donde la soledad no encuentra espejo.

(A M.C:) 

 

martes, 1 de agosto de 2023

Un poema: No hay tregua en la batalla



 






Como el hombre dudoso que procura
en agosto decir de su verdad
bajo el sofoco denso
de una hoz en lo alto, y advirtiera
que es el choque indecible,
que su incapacidad se torna extrema,
que hoy no teme la muerte, que el poema
que procura no odia ni encuentra territorio,
que el vértigo y la forma
vertical, de puñal,
con la que suele herir
le son negados
 
y a la vez contemplara
los espesos combates
del calor con los nombres,
sus batallas sin paces,
y doliendo su estado preguntara
al dios del mediodía
qué puede hacer una voz sola,
una voz casi, frente
a la cerrada trama y frente
a la acerba conjura de silencios
que el mes de agosto urdió
con los significados.

 



 

sábado, 24 de junio de 2023

Un poema: Porque es vasta la tierra

 



 




La llamada tribal o

sospechar que es allí

donde vive lo urgente,

la inocencia.

 

¿Qué otras causas pueden

hacer que nos sintamos

los mismos y otros

dos centenas

de kilómetros curvos más al sur?

sábado, 10 de junio de 2023

Un poema: 21:42 horas de junio

 


 










Por el camino en curva sube,

confusa como está de las humanas quejas

 

(tejón entre las verdinegras jaras)

 

decidida a no hablar de tanto cielo,

por el tosco

canchal de su memoria asciende

 

(lagarto que recuerda cada error)

 

de las rutinas huye, de lo adverso,

del cansancio del día

 

(un búho se despierta a los propósitos)

 

última piel por la quietud del monte,

vuelve reptando

a sus nidos la luz.




                 (Ilustración: fragmento de una fotografía de Antonio Íñigo)

jueves, 18 de mayo de 2023

Crónica de un martes, 16 y mayo

 

   Olira Blesa es madre reciente. Y poeta. También amiga, también fotógrafa. Digo que tuvo el martes 16 un detalle de ternura y cariño que me emocionó. Cargó junto a su pecho a la criatura y con fortaleza que da la amistad y la dulzura que proporcionan los afectos se acercó a la Cátedra Mayor del Ateneo de Madrid a estar conmigo, escuchar los versos y hacer un espléndido reportaje fotográfico. Alrededor de ella, los doscientos asistentes que llenaban la sala, traídos por los fuertes hilos de una amistad que yo intento y quiero correspondida. 

    

    Es el asunto que en el mes de febrero me atreví a indicarle a José Manuel Lucía Megías mi deseo de no abandonar los territorios poéticos sin leer en alguna oportunidad en el Ateneo. José Manuel respondió que no era imposible, y se ofreció a intentar una sala. (Luego recordé que ya lo había hecho, invitado por María Sangüesa y junto a Eugenio Arce, aunque aquella noche la garganta me jugó una mala pasada). José Manuel, responsable de la sección de Literatura, fijó fecha el 17 de mayo y la Pérez Galdós por sala. Con motivos y circunstancias que desconozco, se trasladó al martes 16 fijándose como escenario la Cátedra Mayor. Parecía un reto. Lo acepté. Pero con temor a encontrarme no solo, pero sí parcialmente solo. Madrid, en la preferia de mayo, es una colmena de actos parecidos. Anunciada la convocatoria en la Agenda del Ateneo, pudo verse en el affiche que me acompañarían Andrés París y Marina Casado, dos poetas jóvenes y vecinos de Arganzuela, para señalar las vías de comprensión de Aquí y En donde resistimos, mis dos últimos poemarios, de los que pensaba extraer el argumento de la lectura. Y una línea más abajo decía que Irene Pérez de Miguel lo haría al piano. Lo que me guarnecía y daba tranquilidad. 


    Digo que anunciado el asunto en redes, noté, aun en la lejanía, cierto calor. Numerosos amigos, conocidos y cercanos, comenzaron a avisarme de la imposibilidad de acompañarme por situaciones perfectamente compresibles. El asunto iba en aumento, lo que me hizo sospechar que existía ambiente suficiente entre las personas con quienes me relaciono; que la noticia había llegado. Otros, claro está, me mostraron que les interesaba lo anunciado y que si podían acudirían. Ambas situaciones son normales en estos casos. También es normal que haya quien responda con un mutis. Preparé la escaleta, se la envié a los participantes, que mostaron su confianza en ella. José Manuel estuvo capaz y generoso para allanar cualquier obstáculo. Y en tales maneras, en la esperanza de que en la gran sala del Ateneo estuvieran personas que quisieran arropar mi persona y mi lectura, nos dispusimos.

    

Olira Blesa me dijo que lo intentaría, que estaba sola con su retoño, pero confiada y con ganas tanto de ejercer su pasión fotográfica como de combinarla con su deseo de escucharme. Sentí que no merecía semejante esfuerzo y hermandad. Se lo advertí, pero vino. Junto a ella, poco antes, poco después, fueron entrando amigos, amigas, sorpresas, besos y abrazos hasta llenar la sala. Y como sé el esfuerzo que supone salir, venir en algunos casos de lejos y volver de noche a casa, entendí que mis recelos estaban infundados. Comenzamos 10 minutos tarde, me dijeron. Tuvieron que venir a rescatarme de los recibimientos y las bienvenidas. (No suelo hablar en primera persona en este blog, pero hoy no tengo otra opción). Cuando todos nos sentamos, tuve ante mí una sala llena de color y calor.

Irene, Andrés, Marina y yo llamando
a José Manuel y a Olira

    Comenzó Irene su repertorio basado en Debussy para abrir el acto. Siguió José Manuel dando la bienvenida en nombre del Ateneo y sorprendido de la respuesta de los asistentes. Luego Andrés y Marina hablaron con desparpajo y agudeza de los textos. Andrés de Aquí y Marina de En donde resistimos, dejando en el aire algunas cuestiones a las que yo intenté contestar y/o matizar. A la derecha del escenario estaba el atril. Leí en pie. Dividí mi tiempo lector en tres plazos, cuyos intermedios enriquecían el piano y las manos de Irene. Siempre lleva uno preparados más poemas de los que finalmente lee, en este caso también. Pero los omití a gusto. Por las señales del público pude conocer que en la primera parte el sonido estaba demasiado bajo. Luego se corrigió. No sé lo que los asistentes sintieron, si sé lo que sentí yo: ese silencio denso que produce la escucha atenta. Quise cerrar con la lectura del poema "Dos cómicos, de Hopper". Quise una foto final con todos los que me ayudaron y en la que estoy llamando a Olira para que subiera al escenario. Olira se acercaba haciendo fotos. 

   Y eso fue todo, Hubo cervezas finales y sin fotos en los bares próximos. O sea, nada que no ocurra todos los días con cientos de nosotros en cualquier sitio del país. Pero lo he querido contar aquí por si alguien. Y porque un momento de debilidad lo tiene cualquiera.