Del septentrión peninsular
llegaron la coruñesa, afincada en Nueva York, Marta López Luaces y el zamorano de nación y leonés de residencia Tomás Sánchez Santiago. Dos poetas, dos voces tan
sugerentes como distintas. Faltó la persona de José Luis Morales, convaleciente
aún, pero no sus textos introductorios, que en esta ocasión se escucharon a través de la voz
de Rafael Soler y Francisco Gª Marquina.
Fueron, las de
los poetas, lecturas amplias, generosas, al gusto habitual de este ciclo. Una sala
repleta, con matizada luz, devolvía a los poetas la magia, la devoción. Mezcla de
lenguas en el decir de Marta, algo que comienza a ser habitual, para una poesía
en desvelo de modernidad, donde el desasosiego y el ansia de plenitud se mezclan, se alteran. Y la voz pausada y serena de Tomás para contar la proximidad de las cosas, de
las gentes, y el amparo que supone conversar con ellas, caminar con ellas,
saberse parte, y gozo, y celebración con ellas.
Fue un rotundo final para una
aventura que iniciaron en abril de 2014 Federico
Gallego Ripoll y Vicente Gallego;
que en 2015 continuaron Basilio Sánchez
y Mª Ángeles Pérez López, y el año
recién pasado prolongaron Isabel Bono
y Joaquín Pérez Azaústre. Ocho
voces, ocho vientos que ahora se recogen en un libro: Cardinales, que verá su
luz primera (no se lo pierdan) el viernes 2 de junio en la Feria del Libro de Madrid.
Porque quede –también en papel- memoria de algo que tanto ha significado en la
agitación poética madrileña.
La tarde terminó como
acostumbran los asistentes, con tiempo para el abrazo alimenticio, para la
caridad del vino y la excitación de las conversaciones. Todo ello antes de la animación
que procuran amigos tan claros y habituales como David Morello, Carmen Bermejo,
Luisa García Ochoa y Ana Bella López Biedma. . Tesoros que
siempre acompañaron. Las fotos son del poeta José Luis Torrego.
Tan sólo por la existencia de estas cuatro
celebraciones ha merecido escribir este blog, este Mientras la luz metido en
dudas. Gracias a todos. Siempre.
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De Tomás Sánchez Santiago
ÁRBOLES
Tala general. Zamora. Margen izquierda del Duero.
Todo se lo han
dejado hacer: nidos arriba, manchas obscenas y tachaduras sobre nombres ya
aborrecidos.
Pasión silenciosa
la de los árboles.
Pero hay un
ritmo interior que nadie sabe. El juego ciego de las elaboraciones:
hojas, flores, vainas, frutos.
Y, luego, es que
no se defienden. Se entregan a las usurpaciones como animales quietos.
¡Y que nada
consiga defraudarlos…!
Caen sobre su
entereza
manos, uñas, hachas, órdenes.
Pero no hay
idioma en ellos que delate ese dolor de los arrancamientos.
Nadie, nadie sabe a qué suena la
voz pasiva de los árboles.
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De Marta Lopez Luaces
NÓMADA
En las largas mesas del
tiempo
beben los cántaros de Dios.
Beben hasta el fondo los ojos
de los videntes y los ojos de
los ciegos, los corazones de
las
sombrasimperantes, la mejilla
de la tarde.
Paul Celan
Vengo de un pueblo
condenado
a errar por tierras
extrañas.
Tres días caminaron
a la sombra de Babel.
Heredo de ese tiempo
un mapa y un cielo.
De mi raza
el rasgo de la ausencia
me delata
y una certeza:
antes de la tormenta
de las sequías
de tu mirada
de mi orfandad
de aquellos fuegos
y antes de las sombras
que les precedieron
había un antes
que la memoria me pide,
rescate
Pero he llegado tarde
las lluvias han pasado
los ríos regresan a su cauce
se alzan las ciudades en el horizonte
y se me prohíbe la
entrada
Aquí, a sus puertas
espero
la resurrección del recuerdo
del yo que era
Sus heraldos exigen que
renuncie
a mis nombres
mi sangre
mi heredad
y que disfrace la voz
y jure
por la fe de su idioma
(mi raza sigue en busca
de la lengua
perdida
antes de la infancia).