martes, 29 de octubre de 2019

Un poema: Sandalia



Se llamaba Sandalia,
no hay otra en todo el pueblo con mi nombre, 
nos decía,
por eso nunca
he vuelto la cabeza en vano,
siempre sé que soy yo cuando alguien llama.

De negro, como todas,
era el tiempo del luto y su costumbre, menuda,
andaba a pasos cortos, las manos recogidas; 
tuvo suerte y a nadie
perdió en la guerra, pudo ver a su hijo,
mi padre luego,
volver de Guadarrama
con los pulmones rotos por el frío
y un hambre desmedida de tabaco.

Años antes -me parece que el 20-
cuando llena su entraña
esperaba una hija, murió su amparo,
murió mi abuelo.

Con lo puesto siguió, en el íntimo cuido
de su familia pobre, pero junta, pero justa;
de sus manos,
pantalonera humilde, hizo que el sol saliera
a calentar su hogar día tras día.

Nunca escuché
alta o recia su voz, su fortaleza
estaba en lo sencillo, en su figura en sombra,
y la suya
fue la primera muerte que me buscó de cerca,
cayó en el patio, junto al pozo,
inerme, sola, pero no vencida 
por otra cosa que no fuese
haber vivido su coraje a tientas y encendido.

Pegado a su memoria, hoy
conservo junto a mí
aquel brocal de arcilla que la viera caer, y la dulzura
de antiguas tardes-noches de verano:
¡Paquito! me llamaba para darme sus fritas,
rebanadas de pan empapadas en vino, 
que aún y todavía, sabedlo, me alimentan. 

sábado, 26 de octubre de 2019

Sin crisis en el soneto: Alfredo y Antonio, poetas talaveranos.


Antonio del Camino
     


En mi juventud se hablaba de la crisis del teatro. Como lugar común. Luego llegaron la de las salas de cine, la del papel impreso, la de los toros. En oleadas. Los quioscos están cerrando. Y las modistas. Del clima ni te digo, todos a por él. Con el soneto no hay quien pueda. Le han hecho toda clase de perrerías, ninguneos, mamarrachadas. Él resiste. De madera o de pleita, endecas o polimétricos, asonantes, retorcidos, enmascarados, repudiados o fritos con tomate y ajo. El soneto aguanta ciento y una embestidas. Sin inmutarse. Sale y entra en su tumba como juan (con nietos) por su casa. Le han vestido con sayas y puesto antifaces. Sigue en pie. Solo admito sonetos que se burlen de sí mismos, dice el snob. Sabe a rancio, el gourmet. Les tengo mucho respeto, confiesa el incompetente. Yo escribo dos o tres al día, repetía el Alcalá-Zamora de Sial. El soneto es piedra berroqueña y su edificio resiste desaforados ataques, incluso los que tienen razón, ácido y bala.  Los dos anchos ataúdes de cuartetos y otros dos más delgados de tercetos, que decía Fonollosa, se siguen ofreciendo para los pocos poetas que tienen algo que decir, para los que lo toman medio en serio, medio en broma. Incluso para aquellos que los rellenan de sabor acre y olor a berza. Asombrados, los físicos cuánticos estudian su estructura.
Alfredo J. Ramos



Sabiendo como saben todo lo anterior, y muchas cosas más, los talaveranos Alfredo J. Ramos y Antonio del Camino se han internado en un duelo a sonetos. Puestos de espaldas, han contado los 14 pasos reglamentarios, se han vuelto sobre el papel y han disparado (16 veces sin intención de herirse). Todo bajo la tutelar y padrina  atención del toledano de Brooklyn Hilario Barreroque los ha publicado en Cuaderno de Humo 26, ese tesón editorial con el que Hilario nos alienta. Paginados uno frente a otro, discurren los 32 sonetos, 16x2, claro. Cada pareja llega iniciada por un lema-yugo que los une. Hay que tener atrevimiento y destreza, pensé al recibir el ejemplar. Con los tiempos que corren. La tienen. Se titula Mudanza y vuelo. No busquen ejemplares en papel, no se venden, pero pueden recibirlos en PDF. ¿Para cuándo la crisis del PDF? Mientras la luz, buen amigo y seguidor de ambos, se hace eco de este nacer y escoge para sus lectores una de sus dobles entregas. La IV. San Garcilaso y el Tajo, tan con Talavera, los vigilan y protegen. Y se nota.


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IV. LA VIDA BREVE

(Vida en el aire)

Móvil fugaz, la vida. La mirada
que descubre el lugar más apacible,
un minuto después ve la terrible
necedad de su asombro, sin coartada.

Un péndulo nos mueve en su infalible
noria de sol y niebla, mientras cada
frontera de la dicha está marcada
por un río de hielo indestructible.

El corazón del péndulo, que late
con vibración dispar y esparce olvido
al ritmo apresurado de las horas,

revela la verdad de este combate
repetido de noches y de auroras:
la leve brevedad de lo vivido.        

(AjR)


(La única heredad)

La vida, igual que empieza, se termina
y no tiene valor la eternidad.
El olvido se aposta en cada esquina
y es, a la larga, la única heredad.

La muerte llega firme y a destiempo
e irrumpe en nuestros signos cotidianos.
Se queda todo atrás, fuera del tiempo.
Y no existen inviernos ni veranos.

La vida nos aleja de la vida
hasta dar, sin remedio, en el vacío.
Los que nos aman sufrirán la herida
que abre la ausencia y el final sombrío.

Pero vamos viviendo y, mientras tanto,
nos salvan amistad, amor y canto.
  
(AdelC)

lunes, 21 de octubre de 2019

Un poema: Tus tres oficios



Foto: Toya Velasco


Por las zarzas,
entre moras de otoño,
encontré las vocales:
tres vocales pequeñas
que perdiste

con cuidado
recogí sus temblores,
las llevé
entre miedos y nácar
a su antiguo lugar

no quise que olvidaran
tus pezones lo dulce,
tu boca sus afanes,
lo que tienen
de loba tus maneras

tus tres oficios.

jueves, 17 de octubre de 2019

Arde Madrid. Zhivka y Galanes


Arde, arde Madrid en actividad poética. El derecho a escribir y a leer en público echa llamas. Nada que envidiar a otras ciudades. Y aún nos queda POEMAD, que este año viene más descentralizado y más internacional. Poco a poco adquiriendo la talla de un vero Festival y no un mero gesto de voluntades.
Elisabeta Botan, Margarita Todorova, Ricardo Virtanen,
Álvaro Hertnando y Gragorio Muelas
La pasada semana estuvimos ocupados en las cosas que pasan en la calle, ya saben los consuetudinarios eventos. Vino Gregorio Muelas, miércoles 9, todo tensión ilusionada, a presentar el nº 6 de Crátera, la ecléctica revista valenciana de poesía que dirige junto a otros dos amigos. La que se goza con las impresionantes portadas que Juan Carlos Mestre les regala. Un don. Dijo que tienen más de 50 suscriptores y varios encargados de secciones internacionales. Con algunos de ellos departimos a gusto en la chueca librería Nakama, pequeña y tierna a un tiempo. Les vi futuro. Tienen más acompañantes que subvenciones. Y eso es sano. Nadie a quien echar culpas cuando llegue el momento del cierre. 

(Foto: Jesús Cogolludo)

De allí salimos presto. Y prontos a escuchar a Zhivka Baltadzhieva, nuestra poeta búlgara, que por fin ha logrado reunir, en la colección El Levitador, de Polibea, sus poemas en torno a la represión familiar sufrida. Llegamos tarde, nos perdimos las palabras de Verónica Aranda, pero no la lectura –verdadera, tensa, humilde y susurrante­– de Zhivka. Uno piensa que a veces la poesía puede ser verdad y no un juego de lenguaje y espejos para iniciados. Llegamos tarde, pero a tiempo de aprender ciertas lecciones de cosas. Que se decía. Uno está últimamente poco receptivo a que le enseñen, pero siempre en disposición de aprender.
(Foto: MCBarri)
Al día siguiente sí que llegamos a tiempo para escuchar a Miguel Galanes, poeta de inequívoca personalidad. Tanta tiene que no quiso presentador y fue su actual editor, Pablo Méndez, quien improvisó algunas palabras. No entendí de ellas la razón por la cual para enmarcar (y remarcar) la manera reservada que tiene hoy Miguel de acercarse al hecho y al acto poético, tuvo que poner en cuestión otras costumbres, otros modos. Cosas. Miguel Galanes y la editorial Vitruvio presentaron un libro amplio en las dimensiones, extenso en su paginación (345 páginas) y ambicioso en su trazado. Bajo el título de La vida a contratiempo, reúne en un volumen tres libros del autor: Secreta aventura, New York Stress y Luces y sombras de ciudad: Madrid. Viene de lejos esta voluntad del daimieleño para asociar sus títulos en trilogías. Leyó Miguel con sosiego concentrado y enorme seriedad. En concilio buscado y obtenido con los asistentes. Numerosos. A nuestro parecer nunca ha tenido la palabra sensismo más sentido que el jueves 10 de octubre en el Centro Riojano. Es Miguel un poeta de sensaciones a flor y ras de piel, provocación a las que se entrega de inmediato mientras pone la palabra al servicio de tal sacudida. Como contestación, como necesidad y alivio. Y es también un libro escrito sobre tierra manchega, sobre asfalto y sobre adoquines. Poemas andados verso a verso. Nada de extrañar este así sabiendo la afición de su autor a lo peripatético. Poemas en donde la realidad, las lecturas, los prejuicios y las motivaciones dialogan, se retan, se enmascaran y/o se revuelven. Eso nos pareció. No es un libro habitual. El poeta tampoco lo es.
(Foto: MCBarri)

Por si Madrid se apagaba, estuvimos, espectadores, en el encuentro de poesía iberoamericana que organiza Alfredo P. Alencart en Salamanca. Buen ambiente. Nuestro impagable Francisco G. Marquina recibió el premio Francisco de Aldana a su combate poemático y psicológico con la figura de un Dios que existe, como nos recordó. Por allí estaba el poeta ecuatoriano Iván Oñate, al que pudimos saludar y al que escucharemos el próximo lunes en Madrid, en el Comercial, con motivo de la inauguración del curso en la Tertulia Hispanoamericana Rafael Montesinos. Arde Madrid.

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GLORIETA DE LEGAZPI

La sangre no llegará al río,
pero ver como pude ver aquella mañana,
en compañía del pintor José Lucas,
las salas de despiece en el matadero de Legazpi,
no sólo me transportaría a las regueras de la sangre,
los estómagos por el suelo, los menudos, las tripas,
las cabezas pendiendo de un gancho,
las manos y las patas en sangre sobre una mesa,
las pieles vueltas y los entresijos
y los gatos por los alrededores husmeando,

los matarifes con sus monos azules y sus botas
de goma, el cuchillo y los ganchos de hierro de tirar,
y las canales frías, colgadas y descuartizadas,
desprendiendo ese vapor nauseabundo
que distinguía la carne caliente
del ambiente gélido en el matadero municipal
en las mañanas de invierno en Lemiday

sino que los balidos, los mugidos y los chillidos
fueran un único aullido de lamento y protesta
por haber nacido y verse en el sordo ambiente
de unas voces alzándose entre tanta sangre
como la costumbre y el trabajo de otra forma de vida. 

La sangre no llegará al río,
pero era una y líquida y la misma
corriendo por las venas de mis ojos
y al descubierto como el cuchillo del matarife.

La sangre no llegará al río,
pero los ladrillos aún siguen estando rojos
y en pie como parte del artesonado de una historia
que cambia, ríe, se divierte y llora
en un triste y desgarrado lamento.

                                         Miguel Galanes

sábado, 12 de octubre de 2019

Dos haikus de otoño y patio



Suena mi patio 
con las primeras nueces 
tamborerías

* * *


A la caricia 
de mis manos esperan 
las aceitunas


miércoles, 9 de octubre de 2019

Un poema de JM Barbot: Los equidistantes



         La poesía, nacida oral, exige hoy ser expuesta a los aires, a los soles. En pasquines clavados a los postes de la luz o pegados en los muros-tapias de las audiencias y las pantallas. JM Barbot la busca también en las estelas enterradas, en la luz mediterránea de los itinerarios de Polibio, en los escasos vestigios de los oretanos. Barbot es poeta de convicción y arqueólogo. A más de vallisoletano y vallecano. Y ha dado recién a la tinta, a los muros, a los ojos de los otros, su segundo poemarío, Agua serás y lo olvidaste, que ha editado Lastura. Lo abre un poema donde explora el campo semántico del agua como pretexto para indagar por la dicotomía entre esencia y existencia, ese ser y estar en donde la vida nos hace confluir sin nuestro permiso ni búsqueda, ese vértice de pasado y futuro que supone el acto de vivir, esa tensión de formas, ese proteico molde con el que nos acomodamos o soportamos los días. Pero al mismo tiempo esa necesidad que supone el amor como amalgama de espera y deseo que nos conforma. Y es que el libro de Barbot vive en la carne, en la trama existencialista, vive en el cuestionamiento de modos, maneras y actitudes, en la observación reflexiva del barro que traemos en las manos, según sus propias palabras. Y hay una manifiesta toma de partido. El poeta no aparece neutral, como en Tú y yo, donde se reafirma en el compromiso de ser más allá de las necesarias máscaras y las imposturas que lo cotidiano exige. Cuidado en sus formas, exigente en el lenguaje, el poemario no se distrae en el poema como fin, sino que lo entiende como arma propedéutica del conocimiento, como punzón con el que atravesar el vientre de la verdad, la confusión de las multitudes, las paradojas de las pretendidas certidumbres. Y aunque el lector inadvertido pueda echar en falta algo de rabia en las propuestas, el más avisado se complace con la serena inteligencia del conjunto.También y tanto en la atinada ironía critica con que se acerca a las realidades (poemas como Farsante, Uniforme, Los equidistantes) como por las grietas armónicas del mundo que sugiere.
Un acierto, un paso al frente y fuerte, cabal y decidido, de un poeta en los últimos cursos de formación. Del que más esperamos.

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Los equidistantes

Son aquellos que siempre dicen pero,
los que ponen en duda las consignas
y se detienen en las zonas grises
cuando otros sólo aceptan blanco o negro.

Los que dan importancia a los matices,
a la letra pequeña y al detalle,
y se visten el traje del de enfrente
para ver lo que ve desde su lado.

Los críticos que piensan por sí mismos
en lugar de tragar ideologías
que vienen masticadas y en conserva,
listas para el consumo de borregos.

Y son llamados tibios y cobardes
por los inmaculados de ambos bandos,
son blancos de las furias y purezas
de los que trazan líneas en el suelo.

Son redichos como un Pepito Grillo,
incómodos como un niño sincero,
mestizos sin lugar en el rebaño.

Y por eso en cualquiera de los frentes
hay siempre un paredón que les aguarda.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Consejo de redacción de Octubre. Al regreso de la Isla Grande

Planta del papiro (Siracusa)



     Volvió el jefe de la isla grande. Ni satisfecho ni descontento, más bien en la serenidad y sus caminos. La que descubrió cuando decidió, ha tiempo, defenderse de la prisa. Volvió horro de lecturas, pero no sin voluntad de oficio. Miren, se atrevió a comenzar su homilía, porque todo poema conlleva ser un acto de lenguaje, es preciso el esmero en su fluir, el cuido sin fisuras de las formas. Con pocas cosas sufre tanto la lengua, y por ende el poema, como con los disfraces del barroco o los harapos de la falsa humildad, con los oropeles innecesarios o la desidia buscada, con la ausencia de sosiego o las torpezas constructivas. En poesía, escribir como se habla no supone aceptar lo conversacional como norma. Levantó entonces la mano la becaria, que está que arde, casi torrá: bien sabemos que el útil del poeta es la palabra, y ese asunto de que su empleo debe cultivarse es de cartilla Rayas, el problema, permítanme, es preguntarse para qué existe la sed, dicho sea machadianamente, quiero decir ¿las palabras existen para revelar lo real o para encubrirlo? El Jefe se vino arriba. Vieja cuestión esa de qué es revelar, la de qué es encubrir. ¿El sol revela, la sombra encubre? ¿Ha tratado alguna vez, usted, redactora todavía becaria, de señalar en el suelo con un lápiz la línea que separa la sombra del sol? ¿Ha comprobado su indefinición, su fugacidad, su falta de rigor? No hay otra imagen mejor que esa para definir el oficio del poeta, sus inacabados intentos, la penumbra de sus trazados, lo inconcreto, lo que es y no está, su memoria de futuro. Tal es nuestra relación fronteriza con la palabra y sus usos. Y como en tantas otras situaciones, quien oficie este oficio ha de hacer virtud de la dificultad, porque es justamente esa incapacidad para la exactitud el alimento que nutre al vero poeta, forzado como está en hallar para las palabras comunes aristas nuevas en sus significados. Es en ese filo donde la poesía existe o no existe; más allá o acá de la emoción que pueda ser capaz de trasmitir. Intervino otoñal el redactor colmillo. Dicen que dijo Wittgenstein “Que lo que existe exista es asombroso”. Y yo os pregunto ¿Es asombrosa la poesía? ¿Convenimos que existe? El Jefe propuso dejarlo para el mes siguiente. Como un deber escolar. O pedir un informe al Redondo ese. Continuará.