Pasadas las tendinitis de codo y rodilla que han tenido a los habituales miembros de la redacción sin poder visitar y sin poder escribir. Ni pensar. Por los agudos dolores. Que ni los emplastes de la becaria lograban reducir. Pasadas digo, y mientras atendemos a los resultados del terremoto (grado 5, se esperan sacudidas mayores) y sus efectos en los edificios ya de por sí agrietados, queremos dejar señal de la semana. Leves señales.
Una. Que María Luisa García-Ochoa crece en la poesía desde la humildad y la emoción. Hizo una lectura muy medida de sus primeros, de sus editados y de sus últimos poemas. Fue en el Hogar de Ávila, lunes 18,esa tertulia escondida y de tradición. Presentada por
José Félix Olalla, contuvo su propensión a la sonrisa cómplice para hacer valer la fuerza reflexiva de sus textos, que paradójicamente eluden la ironía habitual de su carácter. Tal vez padezcan, sin saberlo, de esa enfermedad tan extendida que supone hacer de la poesía un acto trascendente: Aunque algún guiño hubo. Asistió
Carlos Murciano, quien nos contó de la recién reedición de su poemario sobre Teresa de Jesús,
De roble y seda.
Dos. Que Ana Gorría leyó en
Función Lenguaje, la sala que la antigua Escuela de Escritores mantiene en la calle Doctor Fourquet. Miércoles 20. La presentó sin emoción
Antonio Ortega. Era nuestra primera visita, y el lugar es disperso.
Juan Soros, Pedro Provencio, Miguel Casado entre los asistentes. Consuetudinarios parecen. No nos pareció de acertado actuar la poeta invitada. Leyó escasamente cuatro poemas, para pasar a un "juego", así lo llamó ella. A un poema dialogado (luego supimos que eran alejandrinos trinchados) que leyó a dos voces con Antonio Ortega, quien había aceptado sin emoción. Luego, a los 7 minutos de comenzado todo, llamó a los asistentes al coloquio. La sala, fría, no respondió. Ella aprovechó el tiempo para expansionarse sobre sus motivaciones y los rasgos de su proceso creativo. Sobre su intención de llevar las cosas del lenguaje hasta el límite, repetía. Y repetía. Y demandaba preguntas. Miguel Casado, sin emoción, hizo alguna. Ante el escaso éxito, Antonio Ortega, sin emoción, le pidió que leyera algo más. Aceptó, pero volvió rápida a las andadas de explicar deslavazadamente, a poetas avezados, cómo y por qué, y desde qué confusión, hace ella un poema. Me hizo recordar aquello del Juan de Mairena apócrifo:
Será de verdad poema
el poema que me dices
si en mi corazón resuena
no porque mucho lo expliques.
Tres. Que la sesión final de Odisea Poética, viernes 22, logró una calidad de tono y susurro como pocas veces. Un emocionado
Alfredo Piquer vivíó con todos su emoción de vísperas. Estuvo en Libertad 8 al mismo tiempo que estaba ya en la noche del domingo 24. Esta del recuento. Cuando escribo. Tres voces femeninas,
Gema Palacios la primera, su voz contenida, sin apenas modulación, subrayó unos textos claros y comprometidos, de tensión intimista y buena factura. Luego la sevillana
Sara Castelar, que ha vuelto un mes después a Libertad 8 para obtener un aplauso cerradísimo. Hay lenguaje poético a raudales en esta mujer, de quien ha poco dijimos, y que se muestra entusiasmada con su empeño editorial.
Karima se llama. Y para el final, la reconocida
Raquel Lanseros, que llegó ajustadísima de hora (decían que de acompañar a LGM). Cerró la sesión de forma espléndida leyendo poemas que la han consagrado justamente y que cantan a la vida. Da gusto sentir cómo trasmite gozo en su lectura. Estuvo por allí
Enrique Gracia Trinidad, atareado y atento.
Otro sí: La redacción en pleno espera que pasen las aflicciones físicas y los ibuprofenos y que podamos seguir dando cuenta de todo cuanto pasa, que es mucho. Porque han de saber que la gente se arremolina y levanta la voz cuando la Feria se acerca. También debe existir esperanza (de la buena) en los poetas. ¿Por qué no? Informaremos si alguien vende más de 50 libros (descontado
Marwan, claro).