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Habla de arrebato en la carne, de senderos que llevan desde las insinuaciones hasta el tacto, de versos de ron-cola y tardos despertares con hormigas en hileras, habla de cuerpos adyacentes que salven de lo blanco, del reto de la herida: Vamos a comernos los cuchillos / y a naufragar en los charcos del jardín. Habla María González de la posesión y la desposesión al mismo tiempo, del deseo y el miedo de forma simultánea, de la distancia y del ofrecimiento. La tercera parte, la que titula Las criadas, es una descripción de las manos atadas por la ausencia, de la necesidad del vómito, de las manchas de amor por suelos y paredes, del deseo que aguarda en la espesura o el vacío que lo lejano oculta. Poesía deslumbrada por el reto de ser en otro, con otro. Poesía deslumbrada por los brazos azules de Fernando Merlo. “Estos cauces que ves amoratados / y de amarillo cieno consumidos…”
María González es cordobesa, de habla y mirada, reside ahora más al centro, donde en mayo pasado y próximo -editado por La Bella Varsovia, ese atrayente proyecto cordobés, anárquico y decidido- presentó su primer texto “El año en que murió Jean Genet”, o sea, cuando ella nació. Le atrae la imagen, la canción, el teatro (lugar con que sueña).
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Goodbye blue sky
¿Viste como caían las bombas en la arena?
Hacían dibujos mientras nosotros jugábamos
a ser alguien distinto.
¿Viste como nuestras pestañas se congelaban?
Curvándose asustadas, escondiéndose en las córneas.
Imaginemos una realidad diferente,
nos adentramos en ella dándole la espalda al mundo.
lunes, 20 de diciembre de 2010
jueves, 16 de diciembre de 2010
Dos centenarios: Luis Rosales / Màrius Torres
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No sólo Miguel Hernández nació en 1910, también lo hicieron Luis Rosales y Màrius Torres. Con vidas, obras y audiencias muy distintas. Algunos actos los han recordado, pequeñas acciones que apenas han logrado abrirse paso entre la marea popular que ha supuesto el recuerdo del oriolano.
.Luis Rosales
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Luis es uno de los grandes. Uno de los grandes poetas de la España del siglo XX. Aunque solamente sea por haber escrito la maravilla de “La casa encendida”, allá por 1949. Pero sobre todo por la personalidad de su voz. Un surrealismo de timbre humano y una construcción del verso personalísima han hecho de su voz un referente para la poesía en lengua española. Los accidentes de la muerte de Lorca y de su posición política tras la contienda en nada enturbian su enorme valor poético. En junio, el centro cultural que lleva el nombre de su libro, “La casa encendida”, le dedicó un homenaje con una multitudinaria lectura poética del texto. Y hoy, 16 de Diciembre, la revista “La hoja azul en blanco”, editada por Verbo Azul, hace público en Alcorcón el número homenaje que le dedica y en el que colaboran numerosos poetas madrileños. La poesía de Luis Rosales tiene su lugar asegurado, por encima de olas y modas.
.Màrius Torres
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Poeta leridano. 1910-1942. Las mismas fechas, la misma tuberculosis que Miguel. Murió inédito y solo, aunque no sin cuidados, en una clínica de montaña. Su familia, burguesa y republicana, estaba por entonces en el exilio. En 1947 aparecen en México sus Poesies, con 96 poemas de los casi doscientos que escribió en su vida. Poeta en catalán, el ámbito de su conocimiento ha pasado de la Lérida natal a Cataluña y poco a poco a España. Hay una edición antológica y bilingüe de DVD, reciente y aceptable y otra de su obra completa por Milenium. La Revistatlántica, gaditana, que dirige José Ramón Ripoll, le ha dedicado un monográfico, que con escaso público se presentó ayer, 15 de diciembre, en la Biblioteca Nacional. Poesía rigurosa, música de la soledad, de la serenidad en la derrota, de la aceptación.
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Por menos conocido, ofrecemos este poema de Màrius, en traducción de Alfonso Alegre Heitzmann
Dulce ángel de la muerte, si has de venir, mejor
que sea ahora.
Ahora ya no temo tu beso helado,
y una voz me llama en la tiniebla clara
de más allá del vado.
Del sufrimiento pasado tengo el alma madura
para bien morir.
Todo aquello que he amado solamente perdura
en mi corazón como una prenda de ayer,
fría de tan pura.
Del limo de esta tierra, empapada de lágrimas
mi anhelo me separa.
Morir debe ser bello, dejarse sin esfuerzo
llevar por una nave sin remos, timón, velas,
¡ni lastre de recuerdos!
Y todo mi futuro sembrado está de sal!
Me da pereza vivir aún mañana...
Más que el dolor sufrido me hace daño
el dolor que aún me espera,
aquel que se prepara.
Y casi ofrecería, por morir ahora
-¡morir para siempre!- mi alma inmortal.
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lunes, 13 de diciembre de 2010
Un poema: Como la playa...
Como la playa ociosa
a final de septiembre, allí
donde la luz asume
que su vigor caduca
ajeno a la existencia de los otros,
así contempla el hombre
mansa y leve su mano, la herramienta
con la que atesorara
el esplendor azul de cada instante.
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sábado, 11 de diciembre de 2010
"El Juramento de la pista de frontón". Presentación del Ashbery de Julio Mas
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La poesía española vive en el atraso de creer que el poeta debe creer a las palabras, en las palabras. Ahora veo más claro: son las palabras las que deben creer a los poetas, fiarse de los poetas, que no lo hacen. De ahí la tiritera. Ashbery dijo -o no dijo- que la palabra es su pincel abstracto. No se fían, no le fían, está claro. Por eso Ashbery escribe de cuanto falta, habla con ausencia de dibujo ¿Pollock?, sonoriza lo que de ritmo tiene la violenta luz ¿Rothko? Lo pensaba la tarde del jueves 9 oyendo a cuatro voluntarios -JCMestre, ACéspedes, VanesaPS y GGrande- beberse en público el credo oral que les habían fríamente ofrecido. Bien cierto que cada uno con distinta fe, como veremos.
Todo porque Emilio Torné, el editor de los últimos premios nacionales, dijo sí a cierta propuesta. Él es un hombre con sentido del humor. Quedó claro. Otro sentido, el púnico del negocio, le dicta que lo único rentable es la poesía traducida (la otra, la de andar por casa, precisa de ministerios, diputaciones, ayuntamientos, obras completas, poetas septuagenarios y precios prohibitivos). Ashbery vende: acepto tu propuesta, Julio Mas. Julio es todo voluntad alargada, inteligencia capaz, amor anglosajón. Pepsi, Coca, Sexton, Ashbery. Tal el trayecto del ómnibus donde viaja. Y de donde parece decidido a no apearse. ¿Qué paisaje deparará la ventanilla a su próxima mirada?
En la sala del CírculoBA, 46 personas y dos máscaras (Alejandro tras una) escuchaban a las tres que llenaban la mesa. “The tennis court oath”, 1962 -las palabras tienen que creer, tienen que creernos- ha sido vertido al español. Ya habla. El milagro de Julio Mas. Calambur arriesga. Entre los 48, uno por cada año que tiene el original, multitud de vitruvios huérfanos de jefe. Ya estuvieron hace dos años en el Ateneo besando una sombra, bebiendo la perfo del monólogo de Sexton. Dos años de “Vive o muere” y lo físico de aquel milagro no vive ya en sitio alguno. Ahora se trataba de escuchar a los invitados. Subieron a leer, a beber las versiones, primero JCMestre, un sorbo de luz grave e inicial, cristalera extravagante de la estación de Atocha, el famoso poema esquina, dijeron, donde cambia su sentido la poesía universal del siglo XX, VanesaPS fue vértigo no vencido, GGrande, voz en sombra ovalada, y ACéspedes, drama pautado: “Nuestra juventud de ladrillos ¿quién la construyó?”
El ladrillo se ha ido de páginas, tanto como de título: “El juramento de la pista de frontón”. De la sala de pelota enseñaban en el insti, cuando lo de Mirabeau y su estado llano. John, niño de Auden, estaba entonces, 1962, en París, junto a Celan consagrado. Torné dijo que el libro exigía la sorpresa de su extensión. Hay un prólogo (que aún no he leído) extenso y documentado de Julio, su entrevista al genio, después el texto, luego notas, notas, notas… que no explican – faltaría mayor atentado – lo inexplicable, sino que contextúan, sitúan – dijo – los poemas. Y un añadido alimentario, una refacción: Jordi Doce, que pasaba por allí, o fue llamado, y es alguien en esto de lo anglo, cubre el epílogo. Cuestión de contrapeso. Que aprenda Cátedra.
Muy serio, Julio informó de sus contactos con los 83 años de Ashbery, agradeció la previa de El Cultural, y enmarcó con referentes el antes y el después. Hubo voz grabada del americano, no imágenes en directo como estaba previsto: se encuentra hospitalizado (nada que ver con que el libro se vendiera a 22 euros). Una magnífica edición para la tercera traducción por Julio Mas de poetas americanos. Todo perfecto.
“Mi obra se sostiene sobre una improvisación interminable”, dicen que dijo Ashbery. Lo dicho. No hay solución. No somos -por fin entiendo su vivencia- creíbles a las palabras. Vivir en filo, en su filo, es escribir.
Rosas blancas
La peor parte de todo,
la luz blanca del sol sobre el suelo pulido,
se pone en marcha
y entonces la ventana se cerró
y la noche termina y comienza de nuevo.
Su rostro se torna verde, sus ojos son verdes.
En el rincón oscuro suena «The Stars and Stripes Forever».
Trato de describir para ti,
pero no quieres escuchar, eres como el cisne.
No hay estrellas allí,
no hay barras,
sino el bastón de un ciego hurgando, por muy torpemente
que lo haga, en los rincones más íntimos de la casa.
¡Nada puede ser dañado! ¡Noche y día están comenzando
de nuevo!
Así que aparta el libro,
las flores que guardabas para dar a alguien:
sólo la espuma blanca y colosal de la calle tiene alguna importancia,
las nuevas flores blancas que comienzan a brotar ahora.
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La poesía española vive en el atraso de creer que el poeta debe creer a las palabras, en las palabras. Ahora veo más claro: son las palabras las que deben creer a los poetas, fiarse de los poetas, que no lo hacen. De ahí la tiritera. Ashbery dijo -o no dijo- que la palabra es su pincel abstracto. No se fían, no le fían, está claro. Por eso Ashbery escribe de cuanto falta, habla con ausencia de dibujo ¿Pollock?, sonoriza lo que de ritmo tiene la violenta luz ¿Rothko? Lo pensaba la tarde del jueves 9 oyendo a cuatro voluntarios -JCMestre, ACéspedes, VanesaPS y GGrande- beberse en público el credo oral que les habían fríamente ofrecido. Bien cierto que cada uno con distinta fe, como veremos.
Todo porque Emilio Torné, el editor de los últimos premios nacionales, dijo sí a cierta propuesta. Él es un hombre con sentido del humor. Quedó claro. Otro sentido, el púnico del negocio, le dicta que lo único rentable es la poesía traducida (la otra, la de andar por casa, precisa de ministerios, diputaciones, ayuntamientos, obras completas, poetas septuagenarios y precios prohibitivos). Ashbery vende: acepto tu propuesta, Julio Mas. Julio es todo voluntad alargada, inteligencia capaz, amor anglosajón. Pepsi, Coca, Sexton, Ashbery. Tal el trayecto del ómnibus donde viaja. Y de donde parece decidido a no apearse. ¿Qué paisaje deparará la ventanilla a su próxima mirada?
En la sala del CírculoBA, 46 personas y dos máscaras (Alejandro tras una) escuchaban a las tres que llenaban la mesa. “The tennis court oath”, 1962 -las palabras tienen que creer, tienen que creernos- ha sido vertido al español. Ya habla. El milagro de Julio Mas. Calambur arriesga. Entre los 48, uno por cada año que tiene el original, multitud de vitruvios huérfanos de jefe. Ya estuvieron hace dos años en el Ateneo besando una sombra, bebiendo la perfo del monólogo de Sexton. Dos años de “Vive o muere” y lo físico de aquel milagro no vive ya en sitio alguno. Ahora se trataba de escuchar a los invitados. Subieron a leer, a beber las versiones, primero JCMestre, un sorbo de luz grave e inicial, cristalera extravagante de la estación de Atocha, el famoso poema esquina, dijeron, donde cambia su sentido la poesía universal del siglo XX, VanesaPS fue vértigo no vencido, GGrande, voz en sombra ovalada, y ACéspedes, drama pautado: “Nuestra juventud de ladrillos ¿quién la construyó?”
El ladrillo se ha ido de páginas, tanto como de título: “El juramento de la pista de frontón”. De la sala de pelota enseñaban en el insti, cuando lo de Mirabeau y su estado llano. John, niño de Auden, estaba entonces, 1962, en París, junto a Celan consagrado. Torné dijo que el libro exigía la sorpresa de su extensión. Hay un prólogo (que aún no he leído) extenso y documentado de Julio, su entrevista al genio, después el texto, luego notas, notas, notas… que no explican – faltaría mayor atentado – lo inexplicable, sino que contextúan, sitúan – dijo – los poemas. Y un añadido alimentario, una refacción: Jordi Doce, que pasaba por allí, o fue llamado, y es alguien en esto de lo anglo, cubre el epílogo. Cuestión de contrapeso. Que aprenda Cátedra.
Muy serio, Julio informó de sus contactos con los 83 años de Ashbery, agradeció la previa de El Cultural, y enmarcó con referentes el antes y el después. Hubo voz grabada del americano, no imágenes en directo como estaba previsto: se encuentra hospitalizado (nada que ver con que el libro se vendiera a 22 euros). Una magnífica edición para la tercera traducción por Julio Mas de poetas americanos. Todo perfecto.
“Mi obra se sostiene sobre una improvisación interminable”, dicen que dijo Ashbery. Lo dicho. No hay solución. No somos -por fin entiendo su vivencia- creíbles a las palabras. Vivir en filo, en su filo, es escribir.
Rosas blancas
La peor parte de todo,
la luz blanca del sol sobre el suelo pulido,
se pone en marcha
y entonces la ventana se cerró
y la noche termina y comienza de nuevo.
Su rostro se torna verde, sus ojos son verdes.
En el rincón oscuro suena «The Stars and Stripes Forever».
Trato de describir para ti,
pero no quieres escuchar, eres como el cisne.
No hay estrellas allí,
no hay barras,
sino el bastón de un ciego hurgando, por muy torpemente
que lo haga, en los rincones más íntimos de la casa.
¡Nada puede ser dañado! ¡Noche y día están comenzando
de nuevo!
Así que aparta el libro,
las flores que guardabas para dar a alguien:
sólo la espuma blanca y colosal de la calle tiene alguna importancia,
las nuevas flores blancas que comienzan a brotar ahora.
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jueves, 2 de diciembre de 2010
Aarón, con dos aes, García Peña
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Aarón García Peña se morirá en Menorca, a los 84 años, si no lo ha hecho en Oslo un año antes, en cualquier día del próximo 2062. No sé si para entonces recordará que a sus 30 era director del departamento de comunicación digital de la AEAE, profesor de la Escuela de Escritores, director de la Revista Digital “Poesía y Manta” y miembro del jurado del “Certamen de teatro abierto de Hortaleza”; si añorará que en 2010 dedicaba su tiempo a la escritura y la divulgación cultural, a la declamación y a las conferencias. Nadie sabe lo que la vida puede reservarle, reservarnos.
Estuve, a medias, en su lectura del pasado 30 de noviembre en la tertulia de los Montesinos. Inaugural para él y emocionada. La sala casi llena. Buen ambiente. Enrique Gracia Trinidad, su confesado amigo y tutor inicial en el mundo de la poesía, lo presentó con la afabilidad y las maneras en él características; es decir, centrado en su biografía personal, evitó hablar de la poesía del presentado. Por él supe de los múltiples afanes y oficios que Aarón ha ido abandonando en su corta existencia. Hizo enumeración de las cosas que ha dejado. La poesía, dijo, no la ha dejado. Tal vez no pueda, tal vez no quiera. Y en ello está.
Estuve a medias, porque cuando Aarón terminaba el exordio obligado de los agradecimientos, una complicación me obligó a abandonar la sala. No sin antes escuchar que, si todo iba bien, al final anunciaría un proyecto literario al que pensaba dedicar toda su vida futura. Sólo pude regresar para escuchar el último poema. Audición interrupta la mía. Yo que llegaba con la intención de conocer en su voz a quien tanto me sonaba. Pero no defraudó el coloquio. Alguien preguntó por la entidad del proyecto anunciado. Como todo fue bien, Aarón cedió. Confesó que es España el tema que le obsede, que necesita explicársela, explicarla. Que irá por partes, que precisa su tiempo y que tendrá diversas formas, pero ya está escrito el poema-prólogo.
Otra pregunta solicitó la opinión de la mesa, EGT y Aarón, sobre el panorama poético actual. EGT, rápido, se reafirmó en lo escrito (que mis lectores conocen). Aarón proclamó la inútil influencia de la poesía actual española, su falta de presencia pública, debido sobre todo a la vagancia de los poetas, a su falta de compromiso con el lenguaje, a la ausencia de ambición, de exigencia y rigor en su obra. Dicho todo muy serio. Alguien gimió, elevó su queja suave, pidió el modelo. Hubo murmullo. Un aire tibio bañó la sala. Otro alguien buscó seculares culpas en los planes de estudios – el Ministerio de Educación lo aguanta todo- por no enseñar en las escuelas pausa versal y pareados. Inenarrable. Un conato de reto hirió los aires. Luego paz. El cierre fue la lectura del poema-prólogo a todo lo que Hispania provocará.
El bar estuvo alegre. Noté la ausencia de Porta. La turbación de Santiago Tena tras el gemido. La excitación de Juana Vázquez contando que corrige la tercera galerada, eso dijo, de un nuevo libro, en estos tiempos de pedeefes. Julio Santiago marchó pronto, pensentaba en Libertad al día siguiente. Hablé un instante con Aarón. Me dedicó su libro “Dios y su cómplices”. España y Dios ¿no era éste el mundo de Blas de Otero? Le advertí que es de mayor utilidad las reflexiones compartidas que las admoniciones; me previno de la inutilidad de los premios literarios para hacer valer la poesía que uno escribe. Tomé el compromiso de intercambiar el cromo.
“Dios y sus cómplices”. Poesía rotunda, piedra tallada. Resquicio escaso para el aire y la duda. La conciencia del hombre que niega lo revelado. El sermón viceversa. Los poemas no hablan de Dios, ni a Dios siquiera, hablan del hombre agarrotado por Su idea. Búsqueda de modelos, esbozos de ironía. Hallazgo de pasos. Afirmaciones. Dislocaciones: las tres eucaristías son tres sextinas. ¿Obsesión por la rima? Hay liras. Sí, liras. Encadenados tercetos que Le explican (a Dios). Cristo y la Magdalena, una pasión narrada por sonetos. Obsesión por las formas clásicas como vehículo. Conozco otro poeta que camina con esa fe, con ese útil, por el sendero. Todas las veredas llegan.
Os dejo esta contradefinición de Dios. Pertenece al capítulo “Dios se confiesa”
.
Contradefinición
Ojos con fe desanimada.
Balcón para mirar a un río
usar de cauce mi mirada.
Soy todo aquello que no es mío.
Camino como el Dios supuesto
ocultamente en el vacío.
Alojo dudas en el cesto
de cuantos no me dan reposo
impropios de mi presupuesto.
Oigo la luz y la desposo
sin que la sombra dé permiso.
En el altar nunca hay reposo.
Nupcias sin mucho compromiso.
Tumba ocupada y sin olores.
Ola en un mar que siempre es liso.
Doy mi consejo a los errores
anchos, a las virtudes cojas
si se enemistan con mis flores.
Limpio el otoño de mis hojas
al mismo tiempo que me trago
sin compartir las venas flojas.
Comparto con el tiempo el trago
aquel que tenga más sustancia,
menos sabor a muerto vago.
Padre muy falto de lactancia.
Arbitro inútil sin objeto.
Nada de mí tenéis constancia.
A veces sólo me estoy quieto
si me utilizan como excusa.
Dios, como Dios, no me interpreto.
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Aarón García Peña se morirá en Menorca, a los 84 años, si no lo ha hecho en Oslo un año antes, en cualquier día del próximo 2062. No sé si para entonces recordará que a sus 30 era director del departamento de comunicación digital de la AEAE, profesor de la Escuela de Escritores, director de la Revista Digital “Poesía y Manta” y miembro del jurado del “Certamen de teatro abierto de Hortaleza”; si añorará que en 2010 dedicaba su tiempo a la escritura y la divulgación cultural, a la declamación y a las conferencias. Nadie sabe lo que la vida puede reservarle, reservarnos.
Estuve, a medias, en su lectura del pasado 30 de noviembre en la tertulia de los Montesinos. Inaugural para él y emocionada. La sala casi llena. Buen ambiente. Enrique Gracia Trinidad, su confesado amigo y tutor inicial en el mundo de la poesía, lo presentó con la afabilidad y las maneras en él características; es decir, centrado en su biografía personal, evitó hablar de la poesía del presentado. Por él supe de los múltiples afanes y oficios que Aarón ha ido abandonando en su corta existencia. Hizo enumeración de las cosas que ha dejado. La poesía, dijo, no la ha dejado. Tal vez no pueda, tal vez no quiera. Y en ello está.
Estuve a medias, porque cuando Aarón terminaba el exordio obligado de los agradecimientos, una complicación me obligó a abandonar la sala. No sin antes escuchar que, si todo iba bien, al final anunciaría un proyecto literario al que pensaba dedicar toda su vida futura. Sólo pude regresar para escuchar el último poema. Audición interrupta la mía. Yo que llegaba con la intención de conocer en su voz a quien tanto me sonaba. Pero no defraudó el coloquio. Alguien preguntó por la entidad del proyecto anunciado. Como todo fue bien, Aarón cedió. Confesó que es España el tema que le obsede, que necesita explicársela, explicarla. Que irá por partes, que precisa su tiempo y que tendrá diversas formas, pero ya está escrito el poema-prólogo.
Otra pregunta solicitó la opinión de la mesa, EGT y Aarón, sobre el panorama poético actual. EGT, rápido, se reafirmó en lo escrito (que mis lectores conocen). Aarón proclamó la inútil influencia de la poesía actual española, su falta de presencia pública, debido sobre todo a la vagancia de los poetas, a su falta de compromiso con el lenguaje, a la ausencia de ambición, de exigencia y rigor en su obra. Dicho todo muy serio. Alguien gimió, elevó su queja suave, pidió el modelo. Hubo murmullo. Un aire tibio bañó la sala. Otro alguien buscó seculares culpas en los planes de estudios – el Ministerio de Educación lo aguanta todo- por no enseñar en las escuelas pausa versal y pareados. Inenarrable. Un conato de reto hirió los aires. Luego paz. El cierre fue la lectura del poema-prólogo a todo lo que Hispania provocará.
El bar estuvo alegre. Noté la ausencia de Porta. La turbación de Santiago Tena tras el gemido. La excitación de Juana Vázquez contando que corrige la tercera galerada, eso dijo, de un nuevo libro, en estos tiempos de pedeefes. Julio Santiago marchó pronto, pensentaba en Libertad al día siguiente. Hablé un instante con Aarón. Me dedicó su libro “Dios y su cómplices”. España y Dios ¿no era éste el mundo de Blas de Otero? Le advertí que es de mayor utilidad las reflexiones compartidas que las admoniciones; me previno de la inutilidad de los premios literarios para hacer valer la poesía que uno escribe. Tomé el compromiso de intercambiar el cromo.
“Dios y sus cómplices”. Poesía rotunda, piedra tallada. Resquicio escaso para el aire y la duda. La conciencia del hombre que niega lo revelado. El sermón viceversa. Los poemas no hablan de Dios, ni a Dios siquiera, hablan del hombre agarrotado por Su idea. Búsqueda de modelos, esbozos de ironía. Hallazgo de pasos. Afirmaciones. Dislocaciones: las tres eucaristías son tres sextinas. ¿Obsesión por la rima? Hay liras. Sí, liras. Encadenados tercetos que Le explican (a Dios). Cristo y la Magdalena, una pasión narrada por sonetos. Obsesión por las formas clásicas como vehículo. Conozco otro poeta que camina con esa fe, con ese útil, por el sendero. Todas las veredas llegan.
Os dejo esta contradefinición de Dios. Pertenece al capítulo “Dios se confiesa”
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Contradefinición
Ojos con fe desanimada.
Balcón para mirar a un río
usar de cauce mi mirada.
Soy todo aquello que no es mío.
Camino como el Dios supuesto
ocultamente en el vacío.
Alojo dudas en el cesto
de cuantos no me dan reposo
impropios de mi presupuesto.
Oigo la luz y la desposo
sin que la sombra dé permiso.
En el altar nunca hay reposo.
Nupcias sin mucho compromiso.
Tumba ocupada y sin olores.
Ola en un mar que siempre es liso.
Doy mi consejo a los errores
anchos, a las virtudes cojas
si se enemistan con mis flores.
Limpio el otoño de mis hojas
al mismo tiempo que me trago
sin compartir las venas flojas.
Comparto con el tiempo el trago
aquel que tenga más sustancia,
menos sabor a muerto vago.
Padre muy falto de lactancia.
Arbitro inútil sin objeto.
Nada de mí tenéis constancia.
A veces sólo me estoy quieto
si me utilizan como excusa.
Dios, como Dios, no me interpreto.
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Aarón García Peña en el sillón central de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles
domingo, 28 de noviembre de 2010
Conceden a Francisco Caro el XXI premio de poesía “José Hierro” de San Sebastián de los Reyes.
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Un comunicado de la Agencia de noticias Efe, fechado el pasado 19 de noviembre dice:
Francisco Caro Sierra (Piedrabuena, Ciudad Real, 1947), con el poemario titulado 'Paisaje (en tercera persona)' ha resultado ganador del XXI Premio Nacional de Poesía 'José Hierro' que había convocado el ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes (Madrid) y que está dotado con 15.000 euros.
El jurado, presidido por Pablo García Baena y compuesto por Joaquín Benito de Lucas, Antonio Hernández, Ángel García López, Pureza Canelo y Luisa Castro, hizo público hace unos días el fallo del premio, que será entregado el próximo lunes, día 13 de diciembre.
El poeta manchego, en declaraciones a Efe, ha mostrado su satisfacción por el hecho de que su poemario haya logrado el reconocimiento del jurado del premio que, en la actualidad, es uno de los más prestigiosos que se entregan en España, no sólo por su dotación económica, sino también por su consideración literaria.
Francisco Caro ha explicado que el poemario titulado 'Paisaje (en tercera persona)' es un trabajo muy madurado que fue escrito a lo largo de los seis últimos años, entre 2005 y 2010, y se editará en la Colección Literaria de la Universidad Popular de San Sebastián de los Reyes.
El poemario, ha comentado, "es un intento de escribir la mirada del hombre sobre los instantes, sobre los espacios. La mirada de un viajero teñida por esa memoria colectiva que las lecturas de otros han ido forjando en el poeta e impregnada por el descreimiento que nace de la lejanía de la juventud, aunque ausente todavía del desencanto o la devastación".
En 'Paisaje (en tercera persona)', ha dicho, "podemos encontrar poemas que nacen de la melancolía, no tanto del tiempo ido, sino de la complicidad fugitiva del hombre con las cosas".
Caro ha reconocido que sus poemas están escritos con el mismo lenguaje "enjuto y limpio" que ha mostrado en las entregas de sus anteriores poemarios, aunque, ha ampliado, "siempre abierto a la pausa y necesitado de la complicidad del lector".
El poeta manchego, a pesar de su tardía incorporación al mundo de la poesía, cuenta con varios poemarios ya publicados y el reconocimiento de algún certamen poético.
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Un comunicado de la Agencia de noticias Efe, fechado el pasado 19 de noviembre dice:
Francisco Caro Sierra (Piedrabuena, Ciudad Real, 1947), con el poemario titulado 'Paisaje (en tercera persona)' ha resultado ganador del XXI Premio Nacional de Poesía 'José Hierro' que había convocado el ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes (Madrid) y que está dotado con 15.000 euros.
El jurado, presidido por Pablo García Baena y compuesto por Joaquín Benito de Lucas, Antonio Hernández, Ángel García López, Pureza Canelo y Luisa Castro, hizo público hace unos días el fallo del premio, que será entregado el próximo lunes, día 13 de diciembre.
El poeta manchego, en declaraciones a Efe, ha mostrado su satisfacción por el hecho de que su poemario haya logrado el reconocimiento del jurado del premio que, en la actualidad, es uno de los más prestigiosos que se entregan en España, no sólo por su dotación económica, sino también por su consideración literaria.
Francisco Caro ha explicado que el poemario titulado 'Paisaje (en tercera persona)' es un trabajo muy madurado que fue escrito a lo largo de los seis últimos años, entre 2005 y 2010, y se editará en la Colección Literaria de la Universidad Popular de San Sebastián de los Reyes.
El poemario, ha comentado, "es un intento de escribir la mirada del hombre sobre los instantes, sobre los espacios. La mirada de un viajero teñida por esa memoria colectiva que las lecturas de otros han ido forjando en el poeta e impregnada por el descreimiento que nace de la lejanía de la juventud, aunque ausente todavía del desencanto o la devastación".
En 'Paisaje (en tercera persona)', ha dicho, "podemos encontrar poemas que nacen de la melancolía, no tanto del tiempo ido, sino de la complicidad fugitiva del hombre con las cosas".
Caro ha reconocido que sus poemas están escritos con el mismo lenguaje "enjuto y limpio" que ha mostrado en las entregas de sus anteriores poemarios, aunque, ha ampliado, "siempre abierto a la pausa y necesitado de la complicidad del lector".
El poeta manchego, a pesar de su tardía incorporación al mundo de la poesía, cuenta con varios poemarios ya publicados y el reconocimiento de algún certamen poético.
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jueves, 25 de noviembre de 2010
Madrid en brasas, La Mancha es líquida
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Dicen por altavoces, por blogs y las esquinas que el ambiente poético en la capital de España está encendido. Encarbonado. Lo dicen entre otros EGT y Leo Zelada, que saben algo de esto. Me contradicen, yo lo notaba frío. Pero debe ser cierto. Lo de ellos, digo. Hace días Angelito Guinda se iba furioso, sin tomar un vino, a terminar un texto sobre poetas aragoneses, venía de la India ¿lectura x Cervantes? y acudirá raspado de tiempo a la presentación del número dos de El Alambique. Para él hay trabajo, excitación. Y para Porras y Cereijo, agobiados con la revista citada. Lavapiés, dicen, es el nuevo París literario, lleno de tabernas donde poetas de medio mundo se entrechocan. Leo Zelada ofrece a compradores un libro en donde los idiomas fluyen de verso a verso. La releche es esto. Por si faltaba algo, David Coll aventa un catálogo de métricas y rimas históricas, ejemplarizadas en poemas de su creación. ¡Qué falta hacía! Coll es el nuevo fenómeno creado por la generosidad de Basilio Sial. Verá presentada su rotunda propuesta por la ironía de LAdCuenca. Será el lunes 29, en lo que queda del XIX en Leganitos. Si puedo iré. La portada es antológica. No me resisto a incluirla. El momento puede que también.
Si Madrid es el fragor, la madre de todas las batallas, allí, en el mismísimo frente, estuvo hace unos días Isabel Miguel, poeta con quien quiero, leyendo poco, escueto, limpio, haciéndonos viajar hasta los interiores con su mirada. Sin estridencias y búsquedas subterráneas, sencillamente pasando, viendo, contando. Qué placer. Por oírla me perdí lecturas hernandianas de Soledad Serrano y Enrique Gracia ¿novedosas? Madrid es un verso encendido que diría Esperancita (perdón, ella dice suelto). Otras llamas fueron Pere Rovira y Luis Muñoz leyendo versos –catalanes y traducidos- de Marius Torres en Blanquerna. Marius también nació en 910 y murió solo y en la tuberculosis antes de publicar. De ahí su leyenda en su tierra natal, la lleidatana. O la lectura suicida y piconera de Pedro A. González Moreno en el hogar jovial de los Montesinos, con la sala a reventar y Marisa luchando por avivar la lumbre. Voto para que halle la leña suficiente con que mantenerla. Haces, auténticos haces, son los que amontona en su leñera Julio Mas, haces americanos, astillas de madera traducida, prontamente repartida por Calambur.
Madrid es una brasa. La Mancha líquida. El sábado 20 en Torralba de Calatrava, en su reciente Patio de Comedias surgido de la imaginación y de la voluntad de su alcaldesa, quince gotas poéticas se reunieron para celebrar el agua pasada y su esperanza. Luis Díaz-Cacho, solanero y Julio Criado, fomentan estas rogativas poéticas, necesarias, desbordadas. ¿Lloverá? La Mancha, bajo los pies, esconde el corazón del agua, el frescor de las voces. Muy cerquita, en Daimiel preparan un homenaje a su poeta. Y Matías Barchino, quijote del Juan Alcaide, manchego y madrileño, agua y brasa, pelea - siempre desde el sosiego– porque la lluvia no apague el más decano y prestigioso premio de la poesía ciudadrealeña. Este año atizó la lumbre con José Luis Herrera y su Cuaderno de Britania. Arde todavía.
En fin, la temporada, que dicen que se anima. . Noticias últimas: ya no es el lunes lo del libro de David Coll. Será cuando el fuego del futbol lo permita.
Del encuentro poético "Gotas de Esperanza" celebrado en Torralba de Calatrava.
De izquierda a derecha. En pie: Eugenio Arce Lérida, Juana Pinés, David de la Sierra, Teresa (alcalde de Torralba), Pedro A. González Moreno, Natividad Cepeda, Julio Criado (editor), Pilar Serrano Menchén, Juan José Guardia Polaino, Diana Rodrigo y Nicolás del Hierro. Agachados: Luis Romero de Avila, Francisco Caro, Luis Díaz-Cacho, Elisabeth Porrero, Santiago Romero de Ávila y Luis García Pérez.
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domingo, 21 de noviembre de 2010
Un nuevo libro de Federico Gallego Ripoll
Federico Gallego Ripoll (con bufanda) rodeado de amigos
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Escribe y vive frente al mar de Mallorca. Mirando las gaviotas trenzar o destrenzar la luz. Añorando algún río que resucita cuando él lo nombra. Es poeta. Escribe y vive. Relee. Lee a otros, en otros. Escribe. Algunos de sus poemas han deseado juntarse. ¿Cómo tantos? No, como únicamente él es capaz de entregarse a la poesía. Se llama Federico Gallego Ripoll y ha venido a veces a estas páginas por lo descrito.
Forma parte de una legión de poetas invisibles para las anticuadas tinta y papel o para las modernas pantallas de led. Resiste. Escribe palabras de análisis, de calma y aliento para devolver aquellas que le envían los amigos. En sus poemas se palpa la piel del aire, su guardada ternura. La nueva entrega, que se titulará "Dentro del día, acaso", se compone de ocho textos, demorados y calmos, en torno al desapego, a esa turbia lengua que a veces nos rodea sin advertirlo. Serán editados por Algaida: han sido señalados con el premio Ciudad de Badajoz.
Estamos a la espera. Mientras, es bueno revivir el que ofrecemos y que hemos extraído de su último libro “Los poetas invisibles” Premio Alarcos Llorach 2006.
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Autorretrato absorto
en este alba nublada, si no soy yo.
Para quién ven mis ojos
la luz desaliñada que se duerme
sobre los que regresan,
si no soy yo.
Y quien huele, quien toca, quien
saborea el humo dulce
que trae la brisa,
si no soy yo.
Ese que fui, el que escribió, no dura.
Tan sólo permanece lo escrito, en tu mirada:
el que ahora lee “quien oye, quien ve,
quien huele…”
Quien eres tú leyéndome:
quien soy, si no soy yo.
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miércoles, 10 de noviembre de 2010
Temporada en crisis
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Tras la puerta, llegados a la calle, poetas asistentes daban la razón a la tejedora.
La verdad fetén es que está un poco sosa la temporada. Unos días antes, Jesús Hilario, tierno, humilde y sugerente, repito: tierno, humilde, sugerente, daba noticia a otro grupo de oyentes ¿o era el mismo? de su último libro. El de Calambur. En el grupo, unos habían asistido ya a la convocatoria del Bellas Artes; otros, yo, no. Me comentaron la ración de un Barja petulante, amigo de la autoescucha. Y sin duda lejano de la poesía sonora, cercana y bien construida del zamorano.
Lástima de pseudogeneración frustrada esta del sesenta; formada por buenos poetas que no han podido imponerse en la conciencia colectiva, carente de una voz crítica que la haya levantado y ofrecido a la lectura múltiple, perennemente laminada entre los anteriores y los siguientes. Joaquín Benito, Ángel García López, Antonio Hernández y Jesús Hilario, entre otros, han visto recompensada su obra este 2010 con la edición de sus completas o sus elegidas -que a su edad es cuestión solemne. Pues bien, un esmerado crítico, un tal de Paula, los despachó con una reseña colectiva en la que tras negarles la posibilidad siquiera de grupo, le bastaba con un parrafito para cada uno, limitadísimo y lleno de lugares comunes, para lidiarlos. Y en pleno agosto. Hay amigos que matan.
Dentro de poco sale El Alambique: un nuevo intento, en compañía de otros, de Porras, Agustín. Le dedican, han anunciado, espacio y tiempo a Crespo, Ángel. Otro sin generación. Veremos si algo se anima. Blanquerna le organiza unas jornadas a la poesía de Marius Torres, leridano traducido.
Las buenas gentes, mientras tanto, viven en los blogs. En donde se acometen y desafían.
La foto que acompaña es de Antonio Banderas, que expone en el Cervantes. (Por animar con algo castizo, de almanaque, ya que hemos hablado de lidia y temporada).
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La verdad fetén es que está un poco triste la temporada poética en la endeudada villa. Como la gente. Tres años de crisis se van notando. Apabullan. Tiempos más elegíacos que hímnicos, por buscar un dicho muy común entre los obligados presentadores de poetas amigos. Un poco triste. O tal vez sea yo. El caso es que la asistencia a la tertulia de los Prometeos, en Trovador el 5 del 11, confirmó el análisis. Fue antológico el debate propuesto sobre qué término es el más indicado para las narraciones breves. ¿Cuento, historia, relato? Ruiz de Torres, animoso y feliz, lanzó un guante que nadie quiso recoger, si no fue escondiéndose de tan inútil enigma. Alguien dijo, tal vez, algo sensato mientras todos esperaban que el tiempo pasase misericordiosamente. La llama de la voz de Carmina Casala, leyendo poemas ajenos, trajo la calma. Era bonito contemplar el fuego.
Hubo después lecturas de textos de un libro colectivo y producido por prometeístas ilustres. Se leyeron tres. Tres obras de misericordia. La primera trataba de vaquerizos asturianos e incitaba a la huida. Otra fue un diálogo entre la araña de Soledad Serrano y el poeta Enrique Gracia: Aracne pensaba que los poetas son gente rara, pequeña, llamada a la depravación de ser ignorada, no comida. Para terminar, Enrique leyó solo un solo texto. Lectura rápida, texto ocurrente y bien tramado.
Tras la puerta, llegados a la calle, poetas asistentes daban la razón a la tejedora.
La verdad fetén es que está un poco sosa la temporada. Unos días antes, Jesús Hilario, tierno, humilde y sugerente, repito: tierno, humilde, sugerente, daba noticia a otro grupo de oyentes ¿o era el mismo? de su último libro. El de Calambur. En el grupo, unos habían asistido ya a la convocatoria del Bellas Artes; otros, yo, no. Me comentaron la ración de un Barja petulante, amigo de la autoescucha. Y sin duda lejano de la poesía sonora, cercana y bien construida del zamorano.
Lástima de pseudogeneración frustrada esta del sesenta; formada por buenos poetas que no han podido imponerse en la conciencia colectiva, carente de una voz crítica que la haya levantado y ofrecido a la lectura múltiple, perennemente laminada entre los anteriores y los siguientes. Joaquín Benito, Ángel García López, Antonio Hernández y Jesús Hilario, entre otros, han visto recompensada su obra este 2010 con la edición de sus completas o sus elegidas -que a su edad es cuestión solemne. Pues bien, un esmerado crítico, un tal de Paula, los despachó con una reseña colectiva en la que tras negarles la posibilidad siquiera de grupo, le bastaba con un parrafito para cada uno, limitadísimo y lleno de lugares comunes, para lidiarlos. Y en pleno agosto. Hay amigos que matan.
Dentro de poco sale El Alambique: un nuevo intento, en compañía de otros, de Porras, Agustín. Le dedican, han anunciado, espacio y tiempo a Crespo, Ángel. Otro sin generación. Veremos si algo se anima. Blanquerna le organiza unas jornadas a la poesía de Marius Torres, leridano traducido.
Las buenas gentes, mientras tanto, viven en los blogs. En donde se acometen y desafían.
La foto que acompaña es de Antonio Banderas, que expone en el Cervantes. (Por animar con algo castizo, de almanaque, ya que hemos hablado de lidia y temporada).
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lunes, 25 de octubre de 2010
Nieves Álvarez presenta “Los íntimos secretos de la voz”
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El próximo sábado, en Piedrabuena (Ciudad Real), Nieves Álvarez Martín presenta el libro con el que ha obtenido el Premio “Nicolás del Hierro” en su XIV edición. Se trata de “Los íntimos secretos de la voz”. Una cuidadosa edición a cargo de Añil desarrollo gráfico alberga los 33 poemas que componen esta entrega de la poeta abulense afincada en Cantabria.
El libro está prologado por Ricardo Desola, escritor barcelonés, que aprovecha para incidir en la consolidación de la voz propia de la autora, a la vez que señala su atracción por la metapoética, por el oficio de las palabras en la estructura del poema.
Lo que parece innegable es que “Los íntimos secretos de la voz” viene a añadirse a una obra poética lenta y seriamente realizada A los temas eternos de la poesía: el paso del tiempo, el misterio de la infancia, el asombro de la naturaleza… ha ido añadiendo Nieves nuevas preocupaciones, de las que es muestra este poemario. Su discurso directo y su clara dicción atienden fundamentalmente al tesoro de la palabra tejida en el poema, y a la búsqueda de la imagen exacta como vías por donde caminar desde la individualidad necesaria del poeta hasta el imprescindible ser con los otros.
En la intención de este poemario está la vida como territorio de contradicciones, abierto y a la vez inexpugnable, en donde el deseo de amar y ser amada se nos muestra como único sendero. Para Nieves Álvarez la poesía es el milagro que nos permite pedir auxilio, contar las alegrías, entender las esperas, prolongar la belleza del amor.
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XXXIII
Adivino que llegas, que me miras
regalando palabras.
Adivino el susurro del reloj agitado,
el rojo de mis pómulos
-aún adolescentes-
el temblor de este cuerpo diminuto,
el mareo furtivo de la luz
-intrusa en cada instante-
y el amnésico tul de cada verso
que construye el poema.
Adivino el contorno de tus labios
que dejan sus aristas en los míos,
los nombres, los pronombres personales,
las palabras no dichas
y la sed infinita de mis senos
que responden
al lánguido preludio de tus manos.
Adivino tu voz
disuelta ya mi piel, derrotada en los versos,
en el azul silente
que entre tus brazos tiene mi derrota.
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lunes, 4 de octubre de 2010
Nuevo poemario de Pedro A. González Moreno
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En esta ocasión, el premio de poesía “Alfons el Magnànim”, que otorga la Diputación de Valencia, ha sido para un amigo de la casa, para alguien que habita bastantes de las páginas de este blog. Se trata de Pedro A. González Moreno, poeta de sutil trayectoria. Pedro es alguien que cuida como pocos la administración de los tiempos a la hora de publicar, dueño de una extraordinaria exquisitez formal es capaz de crear con sus versos el ambiente preciso para que el hecho poético pueda ser considerado otra forma de la verdad humana.
El poemario, que publicará Hiperión con prontitud, se titula “Anaqueles sin dueño” y según palabras de Jesús Munárriz, miembro del jurado "es un poemario muy bien construido, centrado en las baldas de una biblioteca sobre las que el autor localiza libros de escritores suicidas". Otros componentes del jurado fueron Antonio Hernández, Gonzalo Santonja, Antonio Porpetta e Ignacio Elguero. Esperamos su aparición, de la cual dejaremos constancia. Como esperamos la reedición por parte de Vitrubio de la agotada antología que, con el título de “La erosión y sus formas”, ofreció el poeta en 2007.
El poema que ofrecemos apareció en “Dodecaedro”, plaquette aparecida con ocasión de su lectura en Valdepeñas y editada por la tertulia A-7. El poeta cree saber en qué consiste hacer la poesía. Creencia que Boccaccio de Certaldo hubiese aprobado.
EL PICÓN DE LA INFANCIA
A mi padre
Uno de aquellos días de los duros inviernos
de La Mancha, mi padre
me llevó a hacer picón.
Bajo la luz incierta de aquel amanecer
tenía el campo un brillo distinto, un color nuevo
de frío y aventura.
Recogidos los haces
de leña a campo abierto
hicimos una hoguera y, fascinado,
vi levantarse el humo
en una alta columna, más alta que la luz
de la mañana. Supe
después que aquellas llamas
eran un misterioso reflejo del poema;
algo estaba creándose al mismo tiempo que algo
también se destruía.
Con unos cubos de agua, baldeándola a mano,
apagamos las brasas
para que el fuego no las consumiese.
Era preciso el agua en el momento exacto
(un momento anterior a la ceniza)
para que la madera conservase
ese oscuro tesoro de su fuego escondido.
Finalmente, con horcas
íbamos removiendo el montón humeante
hasta que se enfriaba.
Pensé que aquel oficio consistía
tan sólo en extraerle
el humo a la madera,
o tal vez en guardar, para después, la lumbre
que había oculta dentro de las ramas.
Muchos años más tarde
pensé que sólo en eso
consistía el oficio del poeta:
en quemar las palabras muy cuidadosamente
hasta que ardiera toda la hojarasca
y su corteza impura;
en dejar que los versos, ya vaciados de humo,
quedasen reducidos a su ascua,
y pudieran así guardar un poco
de lumbre para el luego.
Después, ya muchos años
después, algunas veces he pensado
que al escribir poemas
sólo seguía haciendo picón con las palabras:
negro picón
para este duro invierno
de la vida.
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En esta ocasión, el premio de poesía “Alfons el Magnànim”, que otorga la Diputación de Valencia, ha sido para un amigo de la casa, para alguien que habita bastantes de las páginas de este blog. Se trata de Pedro A. González Moreno, poeta de sutil trayectoria. Pedro es alguien que cuida como pocos la administración de los tiempos a la hora de publicar, dueño de una extraordinaria exquisitez formal es capaz de crear con sus versos el ambiente preciso para que el hecho poético pueda ser considerado otra forma de la verdad humana.
El poemario, que publicará Hiperión con prontitud, se titula “Anaqueles sin dueño” y según palabras de Jesús Munárriz, miembro del jurado "es un poemario muy bien construido, centrado en las baldas de una biblioteca sobre las que el autor localiza libros de escritores suicidas". Otros componentes del jurado fueron Antonio Hernández, Gonzalo Santonja, Antonio Porpetta e Ignacio Elguero. Esperamos su aparición, de la cual dejaremos constancia. Como esperamos la reedición por parte de Vitrubio de la agotada antología que, con el título de “La erosión y sus formas”, ofreció el poeta en 2007.
El poema que ofrecemos apareció en “Dodecaedro”, plaquette aparecida con ocasión de su lectura en Valdepeñas y editada por la tertulia A-7. El poeta cree saber en qué consiste hacer la poesía. Creencia que Boccaccio de Certaldo hubiese aprobado.
EL PICÓN DE LA INFANCIA
A mi padre
Uno de aquellos días de los duros inviernos
de La Mancha, mi padre
me llevó a hacer picón.
Bajo la luz incierta de aquel amanecer
tenía el campo un brillo distinto, un color nuevo
de frío y aventura.
Recogidos los haces
de leña a campo abierto
hicimos una hoguera y, fascinado,
vi levantarse el humo
en una alta columna, más alta que la luz
de la mañana. Supe
después que aquellas llamas
eran un misterioso reflejo del poema;
algo estaba creándose al mismo tiempo que algo
también se destruía.
Con unos cubos de agua, baldeándola a mano,
apagamos las brasas
para que el fuego no las consumiese.
Era preciso el agua en el momento exacto
(un momento anterior a la ceniza)
para que la madera conservase
ese oscuro tesoro de su fuego escondido.
Finalmente, con horcas
íbamos removiendo el montón humeante
hasta que se enfriaba.
Pensé que aquel oficio consistía
tan sólo en extraerle
el humo a la madera,
o tal vez en guardar, para después, la lumbre
que había oculta dentro de las ramas.
Muchos años más tarde
pensé que sólo en eso
consistía el oficio del poeta:
en quemar las palabras muy cuidadosamente
hasta que ardiera toda la hojarasca
y su corteza impura;
en dejar que los versos, ya vaciados de humo,
quedasen reducidos a su ascua,
y pudieran así guardar un poco
de lumbre para el luego.
Después, ya muchos años
después, algunas veces he pensado
que al escribir poemas
sólo seguía haciendo picón con las palabras:
negro picón
para este duro invierno
de la vida.
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domingo, 3 de octubre de 2010
Un poema
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Es un poema de Claudio, el poema que abre “El vuelo de la celebración”, la primera parte de un texto repartido en cuatro estancias. Vuelvo a él con frecuencia. Al temblor del regreso hasta el lugar de la felicidad, de la primeras señales de la podredumbre. La vida es la memoria de unos pocos instantes.
AVENTURA DE UNA DESTRUCCIÓN
Cómo conozco el algodón y el hilo de esta almohada
herida por mis sueños,
sollozada y desierta,
donde crecí durante quince años.
Sí, esta almohada desde la que mis ojos
vieron la amanecida
y el resplandor nocturno
cuando el sudor, ladrón muy huérfano, y el fruto transparente
de mi inocencia, y la germinación del cuerpo
eran ya casi bienaventuranza.
La cama temblorosa
donde la pesadilla se hizo carne,
donde fue fértil la respiración,
audaz como la lluvia,
con su tejido luminoso y sin ceniza alguna.
Y mi cama fue nido
y ahora es alimaña;
ya su madera sin barniz, oscura,
sin amparo.
No volveré a dormir en este daño, en esta
ruina,
arropado entre escombros, sin embozo,
sin amor ni familia:
entre la escoria viva.
Y al mismo tiempo quiero calentarme
en ella, ver
cómo amanece, cómo
la luz me da en mi cara, aquí, en mi cama.
La vuestra, padre mío, madre mía,
hermanos míos,
donde mi salvación fue vuestra muerte.
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Es un poema de Claudio, el poema que abre “El vuelo de la celebración”, la primera parte de un texto repartido en cuatro estancias. Vuelvo a él con frecuencia. Al temblor del regreso hasta el lugar de la felicidad, de la primeras señales de la podredumbre. La vida es la memoria de unos pocos instantes.
AVENTURA DE UNA DESTRUCCIÓN
Cómo conozco el algodón y el hilo de esta almohada
herida por mis sueños,
sollozada y desierta,
donde crecí durante quince años.
Sí, esta almohada desde la que mis ojos
vieron la amanecida
y el resplandor nocturno
cuando el sudor, ladrón muy huérfano, y el fruto transparente
de mi inocencia, y la germinación del cuerpo
eran ya casi bienaventuranza.
La cama temblorosa
donde la pesadilla se hizo carne,
donde fue fértil la respiración,
audaz como la lluvia,
con su tejido luminoso y sin ceniza alguna.
Y mi cama fue nido
y ahora es alimaña;
ya su madera sin barniz, oscura,
sin amparo.
No volveré a dormir en este daño, en esta
ruina,
arropado entre escombros, sin embozo,
sin amor ni familia:
entre la escoria viva.
Y al mismo tiempo quiero calentarme
en ella, ver
cómo amanece, cómo
la luz me da en mi cara, aquí, en mi cama.
La vuestra, padre mío, madre mía,
hermanos míos,
donde mi salvación fue vuestra muerte.
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sábado, 25 de septiembre de 2010
Daganzo en el Ateneo, Carmina en Libertad 8
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Daganzo
Viernes 24, a punto de terminar la jornada, casi las 23 horas, un Pablo Méndez de negro y escueto como es costumbre en sus presentaciones –buena educación – presenta en el Salón del Ateneo al poeta de Arganda Antonio Daganzo. Antonio es amigo de este blog y de quien lo sostiene. Se lo merece. Rodeado de amigos, poetas en tribu, familia, ateneístas, amantes de las letras y prenoctívagos, leyó con la expresividad y la melodía que solamente él es capaz. Leyó de sus libros anteriores, leyó del “doliente”, libro de catarsis, de rendición de cuentas, libro cuyos poemas, izados en su voz, llevaron a la emoción de los aplausos. Leyó poemas hímnicos, nuevos, que muestran a un poeta celebrativo de la música, de la naturaleza y del amor. Leyó esa maravillosa oda chilena, tan recordada en mi estima. Leyó sonetos como se deben leer los sonetos.
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CarminaHace ya tiempo, el día 8 del mes, casi un siglo. Pero no quiero su noticia ausente de estas líneas. Leyó, acarició, amó Carmina Casala en sus poemas a los atentos bebedores de Libertad 8. Con la elegancia alegre, con la alegría lejana con la que se ofrece a ser mirada, leyó. La sala llena. Jaime la presentó con aromas idos de Damasco. Rafa Soler, José Luis Morales, Vicente Martín y Elvira Daudet me rodeaban ignorándome. “la vida es un insomnio, un beso de horizonte estalla contra el pecho” decía Carmina. Leyó de su afamado “Lava de labios”. Recuerdo mi embeleso, el apretado aplauso, sus bises, su recogida serenidad, su fecundo gesto.
Puedes entrar, amor,
Músculo y labio
se curvan más allá de los insomnios,
turgencia, madera fresca
–fuerte, fuerte-
amárrame fuerte el gesto de tu boca.
Amárrame y después
desdobla mis embozos,
salva esta pausa de lágrima y ternura,
levántate en la piel
del sueño y el relámpago,
toma mi pan, recoge mi equipaje
y dejemos que el alba nos devuelva
al origen del mundo.
Ya sin memoria, muertos.
Por dentro de la vida
viernes, 10 de septiembre de 2010
El viento me hizo: noticia última de Miguel Galanes
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Calladamente, con discreción intencionada, con suavidad, apareció a finales de la pasada primavera la última entrega de uno de nuestros poetas actuales más señalados y seguidos. Hablo de Miguel Galanes y de su noveno poemario “El viento me hizo”. La edición ha sido realizada por la editorial madrileña Huerga y Fierro dentro de su escogidísima colección Signos que dirige Ángel Luis Vigaray.
Siempre se ha movido el poeta en la zozobra, en la inestabilidad de las sensaciones, en la imposible certeza de la observación y por tanto en la fugacidad del conocimiento del individuo frente a las cosas, en la siempre cuestionable objetividad de las cosas, a las que busca e inquiere. Ya en “Añil” inició el regreso al paisaje de su infancia, unos parajes entonces desolados por la falta de agua, un paisaje para él necesario, pero también imposible para el consuelo, para el equilibrio buscado. Con “La vida por dentro” siguió escarbando, y sin abandonar el paisaje campesino y sus gentes, incorporó una mirada interior cada vez más poderosa, mas ascética, capaz de renunciar a tanto cuanto perturbe. Una intención de despojamiento. Un yo poderoso reclamaba su capacidad para enfrentarse al mundo, tanto para la pregunta pura como para la desnudez de la respuesta. Un yo que deseaba instalarse en la indagación de ese territorio de cieno y esplendor que supone el lugar exacto, si es que existe, entre el ser y el estar, objeto de su búsqueda personal y poética. “Este juego va a cuenta de mis días. / Conozco su final, pero hoy fluye / otro río ante mis ojos, que sólo desean / ver en lo que pienso.”
En el recién y sigilosamente aparecido “El viento me hizo” hace explosión la subjetividad de esa mirada interior que se venía anunciando. Es para mí el libro más descaradamente personal e íntimo de su autor. Es el punto de llegada en esa progresión hacia la serena ebullición interna; no como estéril ensimismamiento del poeta, sino haciendo de él como individuo el interlocutor necesario a los interrogantes que desde el mundo, desde las cosas y sus gentes, le convocan. Dividido en cuatro apartados, está precedido de un prólogo en el que Miguel Galanes admite y proclama que han sido las palabras el viento que siempre lo envolvió, y que siempre se dejó arrastrar por ese viento en la búsqueda del lugar, literario o vital, donde existir, que no es sino el territorio donde estancia y conciencia puedan ser éticamente compatibles.
La poderosa presencia del paisaje, cómplice necesario, se hace más evidente en el segundo capítulo, “Elogio de la ruina”. En el tercero, el poeta se inaugura con unos sonetos desacordados -de pleita, me atrevería a decir-, huérfanos de rigidez, arriesgados, atrevidamente personales, cuya sola forma hace más intensa la reflexión poética y moral que envuelve al libro. Reflexión planteada por la primera parte, titulada con acierto “Acordes de jazz para Jim Thompson”, con versos que transitan en desgarro rítmico y vivencial; reflexión que acentúa un desasimiento casi místico, moralmente comprometido con la pureza de la intenciones. Hay en esta parte un discurso persuasivo de saxo y voz, atento a la denuncia y al descreimiento, al desengaño (tan patente en el poema “Nadie”), que pide, y casi siempre obtiene, un contrapunto de tensión y de rabia en versos como instantes, como solos inmediatos de trompeta. Simplemente la vida y sus cuestiones, las hipótesis de su inutilidad, el morado canto del hombre después de traspasar el medio siglo.
El tiempo, los otros, el campo humanizado de la tierra calatrava, la palabra, el conflicto, las preguntas, el cansancio y los propósitos. Tan cercano todo. Y a veces tan lejano. Es en la última parte, la titulada “El viento solo”, donde el poeta hace confesión de su actitud ante la vida, de su activa contemplación. Es aquí donde se atisba la posible fusión del yo con las cosas, de las cosas en el yo, como solución posible y aceptada del diálogo emprendido. Nada y nadie son palabras que imponen su presencia. No es casual para los que conocemos su acercamiento a la poesía oriental que el último de los poemas esté dedicado a Corredor Matheos.
Harían bien los avisados lectores de poesía, numerosos o escasos, en no perder de vista este poemario aparecido de manera tan callada, cuya forma de llegar a las librerías tal vez pudiera ser reflejo de la situación emocional del poeta. “De cara a la pared la sencillez del vivir / mira al infinito, allí donde la ausencia habita / y la protege del mundo el silencio / de todo cuanto ama…”
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Calladamente, con discreción intencionada, con suavidad, apareció a finales de la pasada primavera la última entrega de uno de nuestros poetas actuales más señalados y seguidos. Hablo de Miguel Galanes y de su noveno poemario “El viento me hizo”. La edición ha sido realizada por la editorial madrileña Huerga y Fierro dentro de su escogidísima colección Signos que dirige Ángel Luis Vigaray.
Miguel Galanes cierra con este libro su tercera trilogía: “La vida de nadie”, comenzada con “Añil”, editado por la BAM a finales de los noventa, y continuada con “La vida por dentro” en el pasado 2007. Casi quince años han sido precisos para que el poeta manchego haya completado un proyecto que se ha ido realizando con extraordinario rigor, pasada ya la hora de las urgencias y consciente el autor de la necesidad de lo intocado en la mirada que dirige sobre los espacios que le habitan y/o le circundan.
Siempre se ha movido el poeta en la zozobra, en la inestabilidad de las sensaciones, en la imposible certeza de la observación y por tanto en la fugacidad del conocimiento del individuo frente a las cosas, en la siempre cuestionable objetividad de las cosas, a las que busca e inquiere. Ya en “Añil” inició el regreso al paisaje de su infancia, unos parajes entonces desolados por la falta de agua, un paisaje para él necesario, pero también imposible para el consuelo, para el equilibrio buscado. Con “La vida por dentro” siguió escarbando, y sin abandonar el paisaje campesino y sus gentes, incorporó una mirada interior cada vez más poderosa, mas ascética, capaz de renunciar a tanto cuanto perturbe. Una intención de despojamiento. Un yo poderoso reclamaba su capacidad para enfrentarse al mundo, tanto para la pregunta pura como para la desnudez de la respuesta. Un yo que deseaba instalarse en la indagación de ese territorio de cieno y esplendor que supone el lugar exacto, si es que existe, entre el ser y el estar, objeto de su búsqueda personal y poética. “Este juego va a cuenta de mis días. / Conozco su final, pero hoy fluye / otro río ante mis ojos, que sólo desean / ver en lo que pienso.”
En el recién y sigilosamente aparecido “El viento me hizo” hace explosión la subjetividad de esa mirada interior que se venía anunciando. Es para mí el libro más descaradamente personal e íntimo de su autor. Es el punto de llegada en esa progresión hacia la serena ebullición interna; no como estéril ensimismamiento del poeta, sino haciendo de él como individuo el interlocutor necesario a los interrogantes que desde el mundo, desde las cosas y sus gentes, le convocan. Dividido en cuatro apartados, está precedido de un prólogo en el que Miguel Galanes admite y proclama que han sido las palabras el viento que siempre lo envolvió, y que siempre se dejó arrastrar por ese viento en la búsqueda del lugar, literario o vital, donde existir, que no es sino el territorio donde estancia y conciencia puedan ser éticamente compatibles.
La poderosa presencia del paisaje, cómplice necesario, se hace más evidente en el segundo capítulo, “Elogio de la ruina”. En el tercero, el poeta se inaugura con unos sonetos desacordados -de pleita, me atrevería a decir-, huérfanos de rigidez, arriesgados, atrevidamente personales, cuya sola forma hace más intensa la reflexión poética y moral que envuelve al libro. Reflexión planteada por la primera parte, titulada con acierto “Acordes de jazz para Jim Thompson”, con versos que transitan en desgarro rítmico y vivencial; reflexión que acentúa un desasimiento casi místico, moralmente comprometido con la pureza de la intenciones. Hay en esta parte un discurso persuasivo de saxo y voz, atento a la denuncia y al descreimiento, al desengaño (tan patente en el poema “Nadie”), que pide, y casi siempre obtiene, un contrapunto de tensión y de rabia en versos como instantes, como solos inmediatos de trompeta. Simplemente la vida y sus cuestiones, las hipótesis de su inutilidad, el morado canto del hombre después de traspasar el medio siglo.
El tiempo, los otros, el campo humanizado de la tierra calatrava, la palabra, el conflicto, las preguntas, el cansancio y los propósitos. Tan cercano todo. Y a veces tan lejano. Es en la última parte, la titulada “El viento solo”, donde el poeta hace confesión de su actitud ante la vida, de su activa contemplación. Es aquí donde se atisba la posible fusión del yo con las cosas, de las cosas en el yo, como solución posible y aceptada del diálogo emprendido. Nada y nadie son palabras que imponen su presencia. No es casual para los que conocemos su acercamiento a la poesía oriental que el último de los poemas esté dedicado a Corredor Matheos.
Harían bien los avisados lectores de poesía, numerosos o escasos, en no perder de vista este poemario aparecido de manera tan callada, cuya forma de llegar a las librerías tal vez pudiera ser reflejo de la situación emocional del poeta. “De cara a la pared la sencillez del vivir / mira al infinito, allí donde la ausencia habita / y la protege del mundo el silencio / de todo cuanto ama…”
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miércoles, 8 de septiembre de 2010
El niño y J.C. Mestre en Valdepeñas.
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Así correteaba por el patio empedrado, como si de un niño se tratara, así habló de la próxima edición de sus completas, Corredor Matheos, de 82 años, así abrazó en Valdepeñas a los amigos este barcelonés-manchego al que muchos llaman Pepe. Así lo guardaré conmigo. Domingo 5 de septiembre, cuando el sol se despide de su nunca lograda vertical.
Como si de un niño se tratase, la bondadosa paciencia de Juan Carlos Mestre ilustraba, minuciosa, las cien dedicatorias de los cien ejemplares de la antología que le solicitaron mitómanos agobiantes. Aire de santo laico, lector impecable y acordeonado de sus bienaventurados y su cavalo morto, el grupo A-7 le invitó para celebrar con él, sobre el empotro, el VXI vaso de vino noble. Ignoro si tuvo tiempo para degustarlo. Jesús Barrajón fue el apoyo confeso, material y espiritual, del poeta en su víacrucis gráfico. Lo había presentado momentos antes con precisión desacostumbrada en estas bodegas. Justeza de concepto, de tiempo y de lenguaje. Hízole heredero de Whitman y Ducasse, profeta bueno del irracionalismo y el compromiso, hombre imposible para ocultar la luz.
Julián Creis, vital y cierto, abrió un acto que cerraron las palabras desalentadas de Agustín y las del alcalde, Jesús Martín, a quien la buscada chispa no funcionó en este mediodía caluroso. Minutos antes, el niño Pepe Corredor, anunció la presencia -1400 kilómetros de automóvil- de José Luis García Herrera como ganador del premio Juan Alcaide 2010 con un “Cuaderno de Britania” que encuentra aquí buen acomodo. Bebieron Ágora Lágrima cerca de mí, aunque ocultos por una pléyade de libadoras, mis amigos Pedro A. Gonzalez Moreno, José Luis Morales, Juan Pedro García Carrasco, Cristóbal López de la Manzanara, Delfín Yeste, Vicente Martín, Tano García-Page, Nicolás del Hierro, María José Maeso, Esteban Rodríguez, Javier Torres. Noté ausencias y el vagar de Javier Lostalé. Matías Barchino, bien, bien en todo, sin mostrar agobio, como acostumbra. El inquieto Corredor Matheos, de la mano de quienes le cuidan, abandonó la fiesta, camino de Alcázar, antes que los mayores iniciaran la comida.
Superior: José Luis García Herrera y Pepe Corredor Maheos
Centro: Juan Carlos Mestre en Cavalo morto
Inferior: Jesús Barrajón, Jesús Martín, Juan Carlos Mestre
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miércoles, 1 de septiembre de 2010
Poema: Fugaz la urbe
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En la débil mañana,
justo al momento
de atravesar la calle
he mirado a la gente,
el hambre de los pasos
con que adelantan
el arroyo aliviado,
melancólico y turbio,
de los escaparates
ocupando la acera,
he sentido el rumor
de las cervecerías
la cotidianeidad
indulgente y hermosa
de Madrid violento.
Y sé que todo, todo,
permanece en su sitio.
Yo soy la ausencia.
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En la débil mañana,
justo al momento
de atravesar la calle
he mirado a la gente,
el hambre de los pasos
con que adelantan
el arroyo aliviado,
melancólico y turbio,
de los escaparates
ocupando la acera,
he sentido el rumor
de las cervecerías
la cotidianeidad
indulgente y hermosa
de Madrid violento.
Y sé que todo, todo,
permanece en su sitio.
Yo soy la ausencia.
lunes, 19 de julio de 2010
El Alambique. Revista de Poesía.
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Que no puede, dice Agustín Porras, vivir sin el jaleo. Que le han convencido con facilidad. Que Jorge Dot pone la infra desde Guadalajara con una fundación, que los de la calle Fúcar le prestan el nombre, que por allí están Angelito Guinda, Cereijo y José Luis de la Vega enrollando al personal, que por eso sale el 1 de El Alambique. Excusas todas. Otra semestral revista.
Hay que estar dementes para poner en la calle una nueva revista de poesía, hay más revistas que poetas (bueno, no, eso no, los poetas son multitudes superiores a las del estutut o las de la roja) y sobre todo ponerla a la vista un 14 de julio. La cita fue en el Café Madrid, frente al Moëm de Alfredo, en la calle Escalinata, lugar de cita de profesores guiris. La cosa estuvo cordial (cervezas a 3 euros) y pasable. En un rincón Morales Barba en espera de caza. Juana Vázquez en su ambiente. Isabel Miguel y Laura Gómez Recas me invitaron a su mesa. Agustín habló. Habló Guinda alabando las canillas descubiertas de Cereijo y apoyando el proyecto. Habló Dot, el jefe de la brigada económico-social. Fernando de Castro Soubriet dijo bien de su experiencia personal con Ricardo Paseyro, uruguayo poeta conspidiletante a quien se dedica la sección monográfica. Leyeron poetas de cuerpo presente sus escritos publicados. Otros vocearon otros de ausentes. Tímidas palmas. Alguien por lo bajo susurró "trece números sería cosa excelente". Puse cara a Luque Pinilla, activista en esto de la cosa del poetiqueo. El lugar casi a tope y mucha gente con la revista en la mano tras desprenderse de nueve euros. Escueto el diseño, casi ausente. No habrá reseñas ni críticas de libros por razones de amistad y enemistades. Por dejar descansar a los amigos.
Luego unas cañas por Arenal con Isabel, Laura y Cereijo (a quien mi amigo Juampe llama el poeta de su vida, se lo dije). ¿Trece números? Ojalá. Mis mejores deseos. Aviso: para los ausentes se repetirá el acto el 3 de septiembre en el Ateneo.
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Que no puede, dice Agustín Porras, vivir sin el jaleo. Que le han convencido con facilidad. Que Jorge Dot pone la infra desde Guadalajara con una fundación, que los de la calle Fúcar le prestan el nombre, que por allí están Angelito Guinda, Cereijo y José Luis de la Vega enrollando al personal, que por eso sale el 1 de El Alambique. Excusas todas. Otra semestral revista.
Hay que estar dementes para poner en la calle una nueva revista de poesía, hay más revistas que poetas (bueno, no, eso no, los poetas son multitudes superiores a las del estutut o las de la roja) y sobre todo ponerla a la vista un 14 de julio. La cita fue en el Café Madrid, frente al Moëm de Alfredo, en la calle Escalinata, lugar de cita de profesores guiris. La cosa estuvo cordial (cervezas a 3 euros) y pasable. En un rincón Morales Barba en espera de caza. Juana Vázquez en su ambiente. Isabel Miguel y Laura Gómez Recas me invitaron a su mesa. Agustín habló. Habló Guinda alabando las canillas descubiertas de Cereijo y apoyando el proyecto. Habló Dot, el jefe de la brigada económico-social. Fernando de Castro Soubriet dijo bien de su experiencia personal con Ricardo Paseyro, uruguayo poeta conspidiletante a quien se dedica la sección monográfica. Leyeron poetas de cuerpo presente sus escritos publicados. Otros vocearon otros de ausentes. Tímidas palmas. Alguien por lo bajo susurró "trece números sería cosa excelente". Puse cara a Luque Pinilla, activista en esto de la cosa del poetiqueo. El lugar casi a tope y mucha gente con la revista en la mano tras desprenderse de nueve euros. Escueto el diseño, casi ausente. No habrá reseñas ni críticas de libros por razones de amistad y enemistades. Por dejar descansar a los amigos.
Luego unas cañas por Arenal con Isabel, Laura y Cereijo (a quien mi amigo Juampe llama el poeta de su vida, se lo dije). ¿Trece números? Ojalá. Mis mejores deseos. Aviso: para los ausentes se repetirá el acto el 3 de septiembre en el Ateneo.
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martes, 13 de julio de 2010
Nieves Álvarez gana el XIV Premio de Poesía 'Nicolás del Hierro'
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Nieves Álvarez Martín, natural de Mingorría (Ávila) pero afincada en Cantabria desde hace más de 35 años, ha resultado ganadora del XIV Premio de Poesía 'Nicolás del Hierro' con su poemario 'Los íntimos secretos de la voz'.
El premio, convocado por el Ayuntamiento de Piedrabuena (Ciudad Real), está dotado con 2.000 euros y publicación de la obra. Al Fallo del Jurado, celebrado el 1 de julio de 2010, llegaron 19 poemarios seleccionados (de un total de 293 trabajos presentados, 98 llegados por correo ordinario y 195 recibidos por e-mail) que fueron: Homo Sapiens, Keats, (Las cenizas del viaje), (Oníradas), Ayer, Solsticio, Osiris, (Desamor), Argos, El Guardagujas, Flush, Jessica Alegría, Oslo, Alfonso de Valdés, Font de Neu, (Los íntimos secretos de la voz), Pórtico, Dafnis y Diarium
Tras las correspondientes deliberaciones, alcanzaron la situación de finalistas los presentados como: (Los íntimos secretos de la voz) y Pórtico.
En la votación final y por unanimidad, alcanzó el premio el titulado Los íntimos secretos de la voz, cuya autora resultó ser NIEVES ÁLVAREZ MARTÍN, abulense y residente actualmente en Cantabria
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El Jurado ha estado compuesto por los poetas Carmina Casala Díaz-Alejo, Vicente Martín Martín, Óscar Martín Centeno, actuando como Presidente de Honor, con voz pero sin voto, Nicolás del Hierro Palomo, y como Secretaria, Mercedes Navas Laguna.
Piedrabuena, 8 de julio de 2010. Universidad Popular. Ayuntamiento de Piedrabuena
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Nieves Álvarez Martín es una escritora autodidacta y polifacética, ha tocado diferentes géneros literarios. Profesora enamorada de la lectura y de la Pedagogía, ha publicado cerca de doscientos materiales didácticos, algunos de ellos traducidos a otras lenguas (inglés, francés, italiano, portugués, griego, alemán, holandés, búlgaro, turco, eslovaco, esloveno, húngaro, letón, lituano, polaco, checo y rumano) Ha dirigido programas de radio y televisión. Es Team Europe y ha dirigido un buen número de proyectos europeos. Es colaboradora de diversas revistas educativas.
Ha obtenido once premios literarios (ocho de poesía, dos de relatos y uno de cuentos) y le han publicado los siguientes poemarios: Desde mis manos vegetales, 1981. Trenes de cercanías, 2005. Navegando Fantasmas: tras las huellas de Gulliver, 2006. Íntima trinchera, 2006. Manzanas Rojas, 2007. Intrusos en el tiempo. Teorema de la lírica, 2007. La memoria del bosque, 2007. Contrastes, 2007. Luces y sombras, 2009. La Magia de la voz (estará editado en 2010)
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Nieves Álvarez Martín, natural de Mingorría (Ávila) pero afincada en Cantabria desde hace más de 35 años, ha resultado ganadora del XIV Premio de Poesía 'Nicolás del Hierro' con su poemario 'Los íntimos secretos de la voz'.
El premio, convocado por el Ayuntamiento de Piedrabuena (Ciudad Real), está dotado con 2.000 euros y publicación de la obra. Al Fallo del Jurado, celebrado el 1 de julio de 2010, llegaron 19 poemarios seleccionados (de un total de 293 trabajos presentados, 98 llegados por correo ordinario y 195 recibidos por e-mail) que fueron: Homo Sapiens, Keats, (Las cenizas del viaje), (Oníradas), Ayer, Solsticio, Osiris, (Desamor), Argos, El Guardagujas, Flush, Jessica Alegría, Oslo, Alfonso de Valdés, Font de Neu, (Los íntimos secretos de la voz), Pórtico, Dafnis y Diarium
Tras las correspondientes deliberaciones, alcanzaron la situación de finalistas los presentados como: (Los íntimos secretos de la voz) y Pórtico.
En la votación final y por unanimidad, alcanzó el premio el titulado Los íntimos secretos de la voz, cuya autora resultó ser NIEVES ÁLVAREZ MARTÍN, abulense y residente actualmente en Cantabria
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El Jurado ha estado compuesto por los poetas Carmina Casala Díaz-Alejo, Vicente Martín Martín, Óscar Martín Centeno, actuando como Presidente de Honor, con voz pero sin voto, Nicolás del Hierro Palomo, y como Secretaria, Mercedes Navas Laguna.
Piedrabuena, 8 de julio de 2010. Universidad Popular. Ayuntamiento de Piedrabuena
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Nieves Álvarez Martín es una escritora autodidacta y polifacética, ha tocado diferentes géneros literarios. Profesora enamorada de la lectura y de la Pedagogía, ha publicado cerca de doscientos materiales didácticos, algunos de ellos traducidos a otras lenguas (inglés, francés, italiano, portugués, griego, alemán, holandés, búlgaro, turco, eslovaco, esloveno, húngaro, letón, lituano, polaco, checo y rumano) Ha dirigido programas de radio y televisión. Es Team Europe y ha dirigido un buen número de proyectos europeos. Es colaboradora de diversas revistas educativas.
Ha obtenido once premios literarios (ocho de poesía, dos de relatos y uno de cuentos) y le han publicado los siguientes poemarios: Desde mis manos vegetales, 1981. Trenes de cercanías, 2005. Navegando Fantasmas: tras las huellas de Gulliver, 2006. Íntima trinchera, 2006. Manzanas Rojas, 2007. Intrusos en el tiempo. Teorema de la lírica, 2007. La memoria del bosque, 2007. Contrastes, 2007. Luces y sombras, 2009. La Magia de la voz (estará editado en 2010)
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jueves, 1 de julio de 2010
MANUEL R. MORA Y EL VIGOR DE LA BIOGRAFÍA.
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No está exenta de verdad la afirmación de que unas cuantas biografías, buenas y bien hechas, pueden contar mejor la historia de un siglo que sesudos y globalizadores tratados. Tiene la biografía como género el añadido de la testificación personal sobre lo acontecido y el peligro de la subjetividad de la mirada sobre el biografiado, por eso es tan necesario el buen tino y la labor rigurosa del autor para que el género pueda ser considerado una más de las bellas artes históricas.
Tal es el caso de Manuel R. Mora (Piedrabuena, 1942), periodista, que ha llevado a su fin el empeño por contar la vida de José Félix Llopis, exiliado español durante la contienda incivil, para quien la obligada ausencia de la patria se convirtió en una oportunidad aprovechada. El libro “José Félix Llopis: Violencia, perfume y humo” ha sido editado, magníficamente, por Turner y fue presentado el pasado 17 de junio, con un acto multitudinario en el Circulo de Bellas Artes madrileño, por Virgilio Zapatero, instigador de la biografía, y por Nicolás Sánchez-Albornoz, amigo de la familia del biografiado desde los lejanos tiempos de su novelesca huida de Cuelgamuros.
José Félix LLopis, madrileño, fue niño republicano español en el Paris de la invasión nazi, iniciador luego del cortometraje científico y antifranquista católico. Después vino el traslado con su familia a Venezuela, territorio desde el cual logró posteriormente el éxito empresarial como representante en América de los perfumes Dior. Su don de gentes, su personalidad, y su afán por el arte le permitieron el contacto con numerosos personajes históricos de la segunda mitad de siglo XX: desde María Zambrano y Picasso hasta Fidel Castro, Jimmy Carter o el líder panameño Omar Torrijos, al tiempo que le facultaron para estar en el secreto y el glamour de la vida parisina y, especialmente, en la creación de los grandes perfumes de la Casa. Como también le capacitaron para reunir una enorme colección de arte precolombino, colonial y contemporáneo que hoy, y para todos, mantiene en Madrid una fundación con su nombre.
Por todo ello, haciendo virtud de la necesidad, Manuel R. Mora aprovecha la vida de Llopis para trazar, como si de un nuevo friso de Fidias se tratase, el escenario histórico en donde la victoria de la voluntad de este español sobre las circunstancias se ha desarrollado. Y es ahí donde la sencillez de la sabiduría de este periodista manchego logra llenar de contenido la verdad de una existencia. Los datos y las situaciones, abundantes unos y esclarecedoras otras, aparecen en el relato para iluminar, para acompañar, organizados para el lector. Y tan lejos siempre de la sensación de agobio como cerca de la emoción de estar reviviendo paisajes y momentos. El libro, escrito en Contadora, isla en Pacífico panameño y residencia habitual del biografiado, está estructurado en dos bloque que se alternan, pero que se funden: uno, el de las palabras directas que acuden a José Félix desde el recuerdo; otro, el del exacto marco socio-político que, para dotarlas de sentido, el periodista ofrece. Escrito todo y siempre desde la pulcritud medida, desde el respeto y la valoración de las situaciones, nunca desde la asepsia de la falta de intenciones o desde la ambigüedad en la opinión.
José Félix Llopis y Manuel R. Mora en Contadora
Tal es el caso de Manuel R. Mora (Piedrabuena, 1942), periodista, que ha llevado a su fin el empeño por contar la vida de José Félix Llopis, exiliado español durante la contienda incivil, para quien la obligada ausencia de la patria se convirtió en una oportunidad aprovechada. El libro “José Félix Llopis: Violencia, perfume y humo” ha sido editado, magníficamente, por Turner y fue presentado el pasado 17 de junio, con un acto multitudinario en el Circulo de Bellas Artes madrileño, por Virgilio Zapatero, instigador de la biografía, y por Nicolás Sánchez-Albornoz, amigo de la familia del biografiado desde los lejanos tiempos de su novelesca huida de Cuelgamuros.
Manuel R. Mora ha desarrollado la mayor parte de su vida periodística en diversos países de América, en especial en Panamá Colombia y México como delegado de la Agencia EFE, su casa durante tanto tiempo. Al comienzo de los años ochenta, y en Panamá, conoció a Llopis, relación que ha mantenido desde hace un cuarto de siglo. Y fue en América donde pudo comprobar, según dijo en la presentación, la génesis y los efectos de la violencia en las sociedades hispanas, su necesaria consideración como factor determinante en la vida económica y política de la zona y sus efectos devastadores para la convivencia social. Por eso, cuando decidió emprender la labor de contar los trabajos y los días de este español peregrino y pacífico, empresario y amante de las artes, entendió que sólo era posible hacerlo insertándolos en el marco violento que desde su infancia le tocó vivir, y que hábil, aunque comprometidamente, pudo ir sorteando.
José Félix LLopis, madrileño, fue niño republicano español en el Paris de la invasión nazi, iniciador luego del cortometraje científico y antifranquista católico. Después vino el traslado con su familia a Venezuela, territorio desde el cual logró posteriormente el éxito empresarial como representante en América de los perfumes Dior. Su don de gentes, su personalidad, y su afán por el arte le permitieron el contacto con numerosos personajes históricos de la segunda mitad de siglo XX: desde María Zambrano y Picasso hasta Fidel Castro, Jimmy Carter o el líder panameño Omar Torrijos, al tiempo que le facultaron para estar en el secreto y el glamour de la vida parisina y, especialmente, en la creación de los grandes perfumes de la Casa. Como también le capacitaron para reunir una enorme colección de arte precolombino, colonial y contemporáneo que hoy, y para todos, mantiene en Madrid una fundación con su nombre.
Por todo ello, haciendo virtud de la necesidad, Manuel R. Mora aprovecha la vida de Llopis para trazar, como si de un nuevo friso de Fidias se tratase, el escenario histórico en donde la victoria de la voluntad de este español sobre las circunstancias se ha desarrollado. Y es ahí donde la sencillez de la sabiduría de este periodista manchego logra llenar de contenido la verdad de una existencia. Los datos y las situaciones, abundantes unos y esclarecedoras otras, aparecen en el relato para iluminar, para acompañar, organizados para el lector. Y tan lejos siempre de la sensación de agobio como cerca de la emoción de estar reviviendo paisajes y momentos. El libro, escrito en Contadora, isla en Pacífico panameño y residencia habitual del biografiado, está estructurado en dos bloque que se alternan, pero que se funden: uno, el de las palabras directas que acuden a José Félix desde el recuerdo; otro, el del exacto marco socio-político que, para dotarlas de sentido, el periodista ofrece. Escrito todo y siempre desde la pulcritud medida, desde el respeto y la valoración de las situaciones, nunca desde la asepsia de la falta de intenciones o desde la ambigüedad en la opinión.
Manuel R. Mora, piedrabuenero, que hace ya dos años nos ofreció su novela “Los caminos encontrados”, en donde también nos acercó a los problema de la violencia y el convivir, aporta con el libro recién presentado un vigoroso argumento más a favor de aquellos que creemos que la Historia debe verse desde los hechos, cotidianos y/o públicos, de aquellos que la realizan o la sufren; única manera de entender algo de todo lo que colectivamente hemos sido obligados a vivir.
Manuel R. Mora. “José Félix Llopis: Violencia, perfume y humo”. Turner. Madrid. 2010.
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