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martes, 8 de septiembre de 2020

Dos poemas de Juana Pinés

 


         Ahora que el nombre y la obra de Ángela Figuera vuelven a ser acto y presencia -gracias demos- vengo en sus aromas al nombre y a la obra de mi poeta manchega Juana Pinés. Nacida en Manzanares, reside desde la juventud en Ciudad Real. Suele confesar que desde muy niña sintió la obligación de escribir y escribirse. Y lo hizo hasta completar una obra amplia, profunda y decididamente humanizadora. Es autora de más de diez poemarios, casi todos reconocidos en certámenes, y ha sido presidenta exitosa del Grupo Literario Guadiana de Ciudad Real. Como en Ángela Figuera, sus poemas conocen el arbol de la vida. De las ramas aprenden el valor del sol, el canto y la armonía, las audacias del juego con la brisa, pero es en la raíz donde encuentran su sazón, y es que es allí donde les hace beber. Del manadero donde los hombres y la mujeres guardan los azares cotidianos del existir. Ajena a lo que unos llaman lo puro y otros el silencio, su decir es existencial y denunciador, sin aspavientos, sin fuegos fatuos. Su voz tiene la fortaleza decidida de la serenidad, de la avisada conciencia, de las territorios en ascuas que llamamos vivir con otros, resistir. Escribe atravesando fronteras: las del dolor y el éxtasis, las del deseo y la justicia, las del amor frente a la finitud. Termina de publicar en Lastura, en nuestra Lastura, Es tuya la palabra. Hace referencia el título, advierto, a la provocación que versos de otros poetas han ejercido sobre ella. No se trata de citas convencionales. Cada poema suyo es un compromiso con el verso ajeno que lo ha hecho brotar. En alguna ocasión me habló de él. También sé que el libro es enjuto y que se ha ido forjando con lentitud. Como se debe.

Ofrecemos dos poemas. Los que surgen de dos poetas manchegos Sagrario Torres y Pedro A. González Moreno.
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NUNCA UNA HOGUERA
 
                    Hijo mío, no te incineraría
                          SAGRARIO TORRES
 
 
Yo tampoco querría tu cuerpo en una hoguera
ni el alabastro en llamas de tus rotos cristales
ni dejaría nunca que el fuego consumiera
tu limpia arquitectura de huesos minerales.
 
No quisiera las brasas lamiendo tu estatura
ni otras ascuas distintas que mi tacto sediento
ni saber en cenizas tantísima hermosura
propicio enjambre acaso en los labios del viento.
 
Antes de ser quien eres fuiste en mí una simiente
creciendo en el asombro vertical de mis venas,
el gozo tembloroso de una espera impaciente
un clamor encendido de núbiles colmenas.
 
Y si la luz te entraba a través de mis ojos
y mi sangre fue tinta de tus primeros trazos
y la tierra en mi vientre, antes de ti en abrojos
se pobló del milagro de soñarte en mis brazos
 
(que, ungida en ti, te ansiaba tras la última amapola
que derramó mi savia de mujer renacida
y fuimos cuerpo a cuerpo, tú en mi y en ti yo sola,
una frutal presencia absorta y encendida),
 
sé bien que si la lumbre mordiera tu cintura
y la flor de tu carne, tronchada de la mía,
yo sería ascua viva como tú, estoy segura,
porque toda mi carne en ti se abrasaría.
 
Por eso si te fueras antes de mi partida
clavándome en la sangre el alfanje de un grito,
tomaría el desmayo de tu cuerpo sin vida
para tenderlo encima de mi vientre marchito.
 
Y en ese altar en sombras darte mi último arrullo
y desbrozar a besos tu piel, distante y fría,
vaciándote la fiebre de mi cuerpo en el tuyo
y abriéndome las venas, pues ya no las querría.
 
Y en el pozo salobre que ahora son mis senos,
que olvidaron su oficio de estarte amamantando,
dormiríamos juntos, abrazados, serenos,
hasta que el fin la nada me fuera desmigando.
 
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 OJOS
 
            …es tiempo todavía 
              de abrazarnos al vuelo de los últimos pájaros.
                        PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO

 
Tú nunca me miraste
con los ojos de un puma,
ni acechaste mi paso
con aliento carnívoro.
Y, sin embargo,
deseé tantas veces
sentir cómo crujían
los huesos de mi pobre corazón
entre tus dientes…!
 
 

sábado, 6 de abril de 2013

Elegía. Un poema de Juana Pinés



 

              
                    Para Hortensia, mi hermanilla.

No sé si sabes
que al irte nos has muerto,
que llevamos la sangre
hilvanada a tu nombre,
que tenemos el alma
cosida a tu memoria,
que vagamos sin norte
igual que sobre el filo
cortante de la pena,
que se ha hecho más estrecha
la cintura del mundo.

No sé si sabes
que jamás estuviste
más viva entre nosotros
que ahora que estás muerta,
que todavía vives
fieramente prendida
al cielo de la boca,
que desde que te has ido
estamos recorriendo
transidos el camino
vegetal de tu nombre.

No sé si sabes
que hablamos en susurros
desde que no tenemos
tu mirada marítima
buscándonos la boca,
sorprendiendo sonidos
desgranados a medias,
leyendo en nuestros labios
todos los alfabetos
por si acaso pudieran
tus oídos en sombra
apresar fugazmente
la luz de las palabras.

No sé si sabes
que en medio de este humo
cuajado en la garganta
a veces encontramos
alguna escapatoria,
y reímos volubles,
fingidamente alegres,
como si este dolor
no nos perteneciera,
como si abandonáramos
siquiera unos instantes
la cárcel de lo triste.
Mas luego regresamos
nuevamente a nosotros
con un peso insondable
de niebla y de ceniza.

No sé si sabes
que a pesar de tu ausencia
y de esta nocturnidad
que nos ha derrotado,
nos tirita tu nombre
al borde de los labios,
y a veces presentimos
el perfil de tu sombra
como un sutil enjambre
de pájaros azules,
o es quizá que soñamos
enamoradamente
que has vuelto a salpicarnos
con gotas de infinito.


                  Juana Pinés
                 (A un mes de tu partida)
.