.
El jueves 20 de enero se hizo en Torrejón de la Calzada un acto de justicia. No son habituales tales gestos, pero los hay. Allí reside desde hace más de 20 años un abulense llamado Vicente Martín Martín. Hombre que ha dado sus años al menester de la docencia, quiero decir a ser maestro, a enseñar, que ha dedicado parte de su actividad al Ayuntamiento de su pueblo, pero que desde hace poco, demasiado poco, ha decidido dejarse atrapar por algo que le venía persiguiendo con saña y que no es otra cosa que el noble oficio de organizar palabras, oficio para el que mostrado una habilidad poco común, lo realiza con tanta precisión y tal belleza que es imprescindible llamarle poeta.
Vicente Martín es poeta. Mucha gente en España lo sabe. Muchos lectores de España y América lo saben. Y es que Vicente Martín, codirector del foro PoesíaPura, no duda en lanzar sus poema al huracán de los modos virtuales para que todos, todos, puedan hundirse, ser atrapados por ellos. En ocasiones varias es capaz de organizar esos poemas en libros y es entonces cuando se decide a contrastarlos con otros en los certámenes poéticos de nuestra Iberia. En Torrejón de la Calzada lo saben y saben que sus poemarios ha obtenido más de 20 premios en los últimos cinco años, una cifra difícil de imaginar y que lo ha convertido en referencia. Porque es de justicia, el Ayuntamiento decidió crear hace cuatro años un premio con su nombre para devolver a la poesía tanto como Vicente Martín les ha traído.
Yo sé que él, porque es amigo, valora todos los conseguidos, pero se siente especialmente orgulloso de algunos como el “Nicolás del Hierro” que le permitió conocer a una serie de nuevos amigos, el “Fray Luis de León” que le concedió la Junta de Castilla Y León, su tierra, el “Vicente Núñez” de la Diputación de Córdoba, el “Eladio Cabañero” por la amistad que tuvo con el poeta de Tomelloso y que ha sido editado por Renacimiento, el recientísimo “Federico Muelas” de Cuenca. Aunque yo sé que no se le borrado el regusto del accésit que con su primer libro obtuvo en el premio “Ciudad de Torrevieja”. Todo esto que yo sé lo sabía también el Ayuntamiento de Torrejón de la Calzada, nombre que ha paseado con orgullo por toda España, y el acto de justicia consistió en reconocer públicamente su valía en un acto cívico en el que se le impuso la primera medalla al Mérito Cultural.
Allí estuve, acompañándolo, como estuvo Nicolás del Hierro, mi paisano, y otros muchos poetas.
Este es uno de sus últimos poemas, todavía inédito
EL CORAZÓN MÁS PURO
también ama la sombra algunas veces
y por propio placer busca en el sueño la divina ebriedad
y se comporta
como un sórdido antojo
el corazón más puro es el que nunca
se alimenta de escrúpulos,
el que tiene el antídoto de los nudos gordianos,
el que coge el teléfono y escucha
cómo le hablan de Dios las golondrinas,
el que silba entre dientes,
el que llora de espaldas
y es que os puedo decir que me arrepiento por haberos
causado tanto agobio
y es que os puedo jurar que en circunstancias normales
estaría estrechando vuestras manos
pero el tiempo no pasa inútilmente:
puede que olvide dónde
pero hay
un lugar en el mundo donde algo muy mío
-un corazón muy puro-
se durmió para siempre.
miércoles, 27 de enero de 2010
jueves, 21 de enero de 2010
Restituto Núñez, poeta
Restituto Núñez ha dedicado su vida a la enseñanza, a la familia. Nacido en los campos de Montiel, en Castellar de Santiago, concretamente, vive desde hace tiempo en Córdoba y a caballo con su tierra de nacencia. Es poeta. Desde hace un tiempo escribe.
Restituto me ha enviado su libro titulado “La liturgia de las luciérnagas”. Un libro que fue accésit en el premio Rosalía de Castro 2009, el que ganó Vicente Martín. Y Restiruto es amigo mío. Hemos coincido en el afán tardío por los poemas y físicamente en varios lugares. Siempre ha brotado entre nosotros una afinidad y una cordialidad natural y afable.
Le solicité el libro, pero él ya tenía pensado enviarmelo. Está espléndidamente editado. Lo que siempre es un punto añadido y generoso a la alegría de publicar. Es su primer libro. Antes de él ha obtenido multitud de premios en certámenes de poemas. Pero tenía hambre de un libro de poemas. Lo ha escrito y lo ha visto editado. Enhorabuena.
“La liturgia de las luciérnagas” es un poemario coherente con él, con su mundo y con su manera de componer. Nada ha sido traicionado, sino potenciado. Su amor por las formas clásicas, sonetos incluidos; su gusto por la observación del tiempo y la naturaleza como lugar donde el individuo encuentra su razón de ser; su gusto por la medida y por el ritmo, tanto en el verso como en las emociones descritas. Nada distorsiona esa búsqueda de la armonía que atraviesa todos y cada uno de los poemas.
Lector incansable, suenan en su tinta los colores de Rubén. Tan presente en el poemario, en esos poemas alejandrinos de pie quebrado plenos de guiños líricos. Hay una buscada complacencia y un gusto exquisito en esa mezcla de lo sabiamente popular con lo esmeradamente culto, en la descripción de los campos y los cielos. Nuevas églogas escritas a su modo, donde el amor y sus afanes ya no son protagonistas, sino la quietud, las dudas del ensueño, la fortuna azul de algún apresado instante.
Poemario escrito a los acordes con que suenan las campanadas. Seguro, argentino, solemne, sosegado. Poemario de madurez vital y poética. Necesario para un hombre obligado a contar. Y esperado.
.
Siesta
Ingrávidas las horas duermen, mientras la siesta
enhebra su calima.
Los balancines de una bellísima floresta
junto a los olmos brindan un ansia peregrina.
¿Por qué el sopor nos tienta? ¿Por qué acucia o serena?
¿Por qué punza en la sangre como un dardo dorado?
Hay un tul de verbena
que se tiende en el césped levemente atrapado.
Hay una calma hiriente en la red giratoria
de las hierbas y el agua, y un beso, y un edén.
En mi siesta hay bochorno y hay tedio en mi memoria.
¡Pero hay gozos también!
domingo, 17 de enero de 2010
Las Maneras de volver de Rafael Soler
.
Ha hecho bien, muy bien, Rafael Soler con querer publicar de nuevo. Me temo que nunca dejó de escribir. Por lo que he leído en el libro que ha editado con Vitruvio, estos versos no son sino la decisión de volver a decir en público. No le conocía, nada había leído de él, nada de su nombre. Un amigo común, Miguel Galanes, nos puso en contacto, seguramente por conocer nuestros modos o maneras y encontrar alguna similitud entre ellos, a más de la coincidencia en el año de origen.
He leído su libro. Lo he leído varias veces. Y cada vez han aparecido matices distintos. No tanto en los poemas en sí, como en la interrogación que cada uno plantea sobre la anécdota que lo hizo surgir. Rafael ha vivido estos años que duró su silencio editorial, ha vivido y ha visto vivir, ha sentido y ha visto sentir. Este libro es una crónica de lo vivido, lo visto y lo sentido. Una crónica escrita con paciencia y pasión. Me ha parecido encontrar evidencias de actos algo más que imaginados.
Una forma contenida en la expresión resalta la violenta franqueza de muchos de los poemas. No hay excesivos adornos, no demasiada pérdida de tiempo. Ni siquiera signos de puntuación, el tiempo no admite pausas. Al redivivo Rafael le interesa el conflicto. Y sobre todo, la vida. El eterno conflicto de la vida ¿hay otro? Amor, sexo, muerte, desapego, noche, renuncias, poder… no son árboles al borde del camino, son la sombra bajo la que caminamos. El libro me ha dado la sensación de público testimonio. De aceptación. De no renunciar a nada, ni al hielo ni a las fotografías, ni a las sedas ni a la tarde, ni al color de la rosa ni al verdugo.
La división del poemario en tercios no es un recurso en este caso. Cada tercio tiene vida propia. El primero se entretiene en relatar la contemplación y el diálogo de y con ciertas sensaciones vitales, fundamentalmente aquellas que giran en torno al alboroto de la carne, al escocés con hielo. A veces en tono de sorpresa, a veces como algo ya visto que se niega a fenecer. Me sorprende el tono, muy suave, de auto exculpación que navega por algunos de los poemas. “yo estaba en mi camino sentado con la tarde / y tú pasaste”. El erotismo no sé si se destila con más elegancia que ironía o viceversa.
El tercio segundo es titulado como Vivir es un asunto personal, y pocas veces he visto mayor acierto. Ya dije que todo el texto está muy alejado de lo virtual. De los versos falsos y rotundos. Y cuánto se agradece. La duda no evita la confrontación, buscada o no, con la experiencia de las cosas, de los otros, de las otras. Amigos que dimiten, nicotina que salva, agenda de fracasos, intentos de inventario. Especialmente bien construido el que cierra el tercio.
El último de los tres refuerza la sensación de poesía de la edad que trasmite todo el poemario. Y no hay que confundirla con la elegía de la queja o el gusto por el lamento con los que inundan tantos poetas sus rendiciones de cuentas. Tan previsibles como aburridas. Tampoco es la de la experiencia su vía, sino la del ajuste de cuentas consigo mismo y con la piel que le ha acompañado. Ya saben: entradas, salidas, saldo. Por supuesto que escucha el sonido de los tambores de la de siempre, pero hay en ello tranquilidad y complacencia y sobre todo la decisión de asumir lo vivido como única historia. No hay más, ¿qué hacer si no?.
La poesía como documento, como fe de vida. Como presentación ante lo que pueda llegar, no como despedida. No es poco, es lo justo y además bastante necesario.
Inventario
Asma
pánico a lugares sin luz
o escasamente ventilados
una deuda joven
renovada cada julio con esmero
un amigo antiguo que llama los domingos
varias gafas de sol
perdidas todas en lugares hermosos y lejanos
una promesa
que sonríe con sorna cuando hablo
un buzón que abro sólo si se queja
algunas oraciones en buena compañía
un ascensor donde tropiezo conmigo cada tarde
un homenaje que nunca merecí
un divorcio merecido
odio al alcohol
incomprensible y falso
dos plumas
una sincera la otra perezosa
y un día más para seguir conmigo.
Ha hecho bien, muy bien, Rafael Soler con querer publicar de nuevo. Me temo que nunca dejó de escribir. Por lo que he leído en el libro que ha editado con Vitruvio, estos versos no son sino la decisión de volver a decir en público. No le conocía, nada había leído de él, nada de su nombre. Un amigo común, Miguel Galanes, nos puso en contacto, seguramente por conocer nuestros modos o maneras y encontrar alguna similitud entre ellos, a más de la coincidencia en el año de origen.
He leído su libro. Lo he leído varias veces. Y cada vez han aparecido matices distintos. No tanto en los poemas en sí, como en la interrogación que cada uno plantea sobre la anécdota que lo hizo surgir. Rafael ha vivido estos años que duró su silencio editorial, ha vivido y ha visto vivir, ha sentido y ha visto sentir. Este libro es una crónica de lo vivido, lo visto y lo sentido. Una crónica escrita con paciencia y pasión. Me ha parecido encontrar evidencias de actos algo más que imaginados.
Una forma contenida en la expresión resalta la violenta franqueza de muchos de los poemas. No hay excesivos adornos, no demasiada pérdida de tiempo. Ni siquiera signos de puntuación, el tiempo no admite pausas. Al redivivo Rafael le interesa el conflicto. Y sobre todo, la vida. El eterno conflicto de la vida ¿hay otro? Amor, sexo, muerte, desapego, noche, renuncias, poder… no son árboles al borde del camino, son la sombra bajo la que caminamos. El libro me ha dado la sensación de público testimonio. De aceptación. De no renunciar a nada, ni al hielo ni a las fotografías, ni a las sedas ni a la tarde, ni al color de la rosa ni al verdugo.
La división del poemario en tercios no es un recurso en este caso. Cada tercio tiene vida propia. El primero se entretiene en relatar la contemplación y el diálogo de y con ciertas sensaciones vitales, fundamentalmente aquellas que giran en torno al alboroto de la carne, al escocés con hielo. A veces en tono de sorpresa, a veces como algo ya visto que se niega a fenecer. Me sorprende el tono, muy suave, de auto exculpación que navega por algunos de los poemas. “yo estaba en mi camino sentado con la tarde / y tú pasaste”. El erotismo no sé si se destila con más elegancia que ironía o viceversa.
El tercio segundo es titulado como Vivir es un asunto personal, y pocas veces he visto mayor acierto. Ya dije que todo el texto está muy alejado de lo virtual. De los versos falsos y rotundos. Y cuánto se agradece. La duda no evita la confrontación, buscada o no, con la experiencia de las cosas, de los otros, de las otras. Amigos que dimiten, nicotina que salva, agenda de fracasos, intentos de inventario. Especialmente bien construido el que cierra el tercio.
El último de los tres refuerza la sensación de poesía de la edad que trasmite todo el poemario. Y no hay que confundirla con la elegía de la queja o el gusto por el lamento con los que inundan tantos poetas sus rendiciones de cuentas. Tan previsibles como aburridas. Tampoco es la de la experiencia su vía, sino la del ajuste de cuentas consigo mismo y con la piel que le ha acompañado. Ya saben: entradas, salidas, saldo. Por supuesto que escucha el sonido de los tambores de la de siempre, pero hay en ello tranquilidad y complacencia y sobre todo la decisión de asumir lo vivido como única historia. No hay más, ¿qué hacer si no?.
La poesía como documento, como fe de vida. Como presentación ante lo que pueda llegar, no como despedida. No es poco, es lo justo y además bastante necesario.
Inventario
Asma
pánico a lugares sin luz
o escasamente ventilados
una deuda joven
renovada cada julio con esmero
un amigo antiguo que llama los domingos
varias gafas de sol
perdidas todas en lugares hermosos y lejanos
una promesa
que sonríe con sorna cuando hablo
un buzón que abro sólo si se queja
algunas oraciones en buena compañía
un ascensor donde tropiezo conmigo cada tarde
un homenaje que nunca merecí
un divorcio merecido
odio al alcohol
incomprensible y falso
dos plumas
una sincera la otra perezosa
y un día más para seguir conmigo.
jueves, 7 de enero de 2010
¿Cortázar?: Sí
.
Un verso de Basho, salvo el crepúsculo, sirvió a Cortázar para titular el conjunto expurgado de su obra poética. Una amalgama de tiempos y maneras. Sonetos. Pruebas, Homenajes. ¿Tomó en serio a la poesía? Tal vez al principio, tal vez después. Algunos de sus poemas -invencible su inclinación al juego- podrían ser llamados meopas, pameos, como a veces proponía. Según.
En un cuaderno de papel japonés, que le azoraba, escribió, durante una sola noche, un ensueño de amigas por su apartamento parisino. Discos y tragos, vivas o muertas, haschisch y alfombras, burlas acres o caricias, ¿desdenes?; un sí lésbico y un no siendo. Cuando el gris arañaba los cristales llegó el cansancio. El último poema. Para Bicho ¿ya ida?, para Alejandra Pizarnik. Almohadones, ventanas. Convocándola.
Éste.
Aquí Alejandra
Bicho aquí,
aquí contra esto
pegada a las palabras
te reclamo.
Ya es la noche, vení,
no hay nadie en casa
sabes que ya están todas
como vos, como vos,
intercesoras,
llueve en la rue de l´Eperon
y Janis Joplin.
Alejandra, mi bicho,
vení a estas líneas, a este papel de arroz
dale abad a la zorra,
a este fieltro que juega con tu pelo
(Amabas, esas cosas nimias
aboli bibelot d´inanité sonore
las gomas y los sobres
una papelería de juguete
el estuche de lápices
los cuadernos rayados)
Vení, quedate,
tomá este trago, llueve,
te mojarás en la rue Dauphine,
no hay nadie en los cafés repletos,
no te miento, no hay nadie.
Ya sé, es difícil,
es tan difícil encontrarse
este verso es difícil,
este fósforo,
y no te gusta verme en lo que es mío,
en mi ropa en mis libros
y no te gusta esta predilección
por Garry Mulligan,
quisieras insultarme sin que duela,
decir cómo estás vivo, cómo
se puede estar cuando no hay nada
más que la niebla de los cigarrillos,
cómo vivís, de qué manera
abrís los ojos cada día.
No puede ser, decís, no puede ser.
Bicho, de acuerdo,
vaya si sé pero es así, Alejandra,
acurrucate aquí, bebé conmigo,
mirá, las he llamado,
y vendrán seguro las intercesoras,
el party para vos, la fiesta entera,
Erszebet,
Karen Blixen
ya van cayendo, saben
que es nuestra noche, con el pelo mojado
suben los cuatro pisos, y las viejas
de los departamentos las espían
Leonora Carrington, mirala,
Unica Zorn con un murciélago
Clarice Lispector, aguaviva
burbujas deslizándose desnudas
frotándose a la luz, Remedios Varo
con un reloj de arena donde se agita un laser
y la chica uruguaya que fue buena con vos
sin que jamás supieras
su verdadero nombre,
qué rejunta, que húmedo ajedrez
qué maison close de telarañas, de Thelonions,
qué larga hermosa puede ser la noche
con vos y Joni Mitchell
con vos y Hélène Martin
con las intercesoras
animula el tabaco
vagula Anais Nin
blandula vodka tónic
No te vayas, ausente, no te vayas,
jugaremos, verás, que están llegando
con Ezra Pound y marihuana
con los sobres de sopa y un pescado
que sobrenadará olvidado, eso es seguro,
en una palangana con esponjas
entre supositorios y jamás contestados telegramas.
Olga es un árbol de humo, cómo fuma
esa morucha herida de pebreles,
y Natalía Ginyburg, que desteje
el ramo de gladiolos que no trajo.
¿Ves, bicho? Así. Tan bien y ya. El scotch,
Max Ronch, Silvina Ocampo,
alguien en la cocina hace café
su culebra cantando,
dos terrones, un beso,
Leo Ferré.
No pienses más en las ventanas
el detrás el afuera
Llueve en Rangoon –
Y qué.
Aquí los juegos. El murmullo.
(Consonantes de pájaros
vocales de heliotropo)
Aquí bichito. Quieta. No hay ventanas ni afuera
y no llueve en Rangoon. Aquí los juegos.
Un verso de Basho, salvo el crepúsculo, sirvió a Cortázar para titular el conjunto expurgado de su obra poética. Una amalgama de tiempos y maneras. Sonetos. Pruebas, Homenajes. ¿Tomó en serio a la poesía? Tal vez al principio, tal vez después. Algunos de sus poemas -invencible su inclinación al juego- podrían ser llamados meopas, pameos, como a veces proponía. Según.
En un cuaderno de papel japonés, que le azoraba, escribió, durante una sola noche, un ensueño de amigas por su apartamento parisino. Discos y tragos, vivas o muertas, haschisch y alfombras, burlas acres o caricias, ¿desdenes?; un sí lésbico y un no siendo. Cuando el gris arañaba los cristales llegó el cansancio. El último poema. Para Bicho ¿ya ida?, para Alejandra Pizarnik. Almohadones, ventanas. Convocándola.
Éste.
Aquí Alejandra
Bicho aquí,
aquí contra esto
pegada a las palabras
te reclamo.
Ya es la noche, vení,
no hay nadie en casa
sabes que ya están todas
como vos, como vos,
intercesoras,
llueve en la rue de l´Eperon
y Janis Joplin.
Alejandra, mi bicho,
vení a estas líneas, a este papel de arroz
dale abad a la zorra,
a este fieltro que juega con tu pelo
(Amabas, esas cosas nimias
aboli bibelot d´inanité sonore
las gomas y los sobres
una papelería de juguete
el estuche de lápices
los cuadernos rayados)
Vení, quedate,
tomá este trago, llueve,
te mojarás en la rue Dauphine,
no hay nadie en los cafés repletos,
no te miento, no hay nadie.
Ya sé, es difícil,
es tan difícil encontrarse
este verso es difícil,
este fósforo,
y no te gusta verme en lo que es mío,
en mi ropa en mis libros
y no te gusta esta predilección
por Garry Mulligan,
quisieras insultarme sin que duela,
decir cómo estás vivo, cómo
se puede estar cuando no hay nada
más que la niebla de los cigarrillos,
cómo vivís, de qué manera
abrís los ojos cada día.
No puede ser, decís, no puede ser.
Bicho, de acuerdo,
vaya si sé pero es así, Alejandra,
acurrucate aquí, bebé conmigo,
mirá, las he llamado,
y vendrán seguro las intercesoras,
el party para vos, la fiesta entera,
Erszebet,
Karen Blixen
ya van cayendo, saben
que es nuestra noche, con el pelo mojado
suben los cuatro pisos, y las viejas
de los departamentos las espían
Leonora Carrington, mirala,
Unica Zorn con un murciélago
Clarice Lispector, aguaviva
burbujas deslizándose desnudas
frotándose a la luz, Remedios Varo
con un reloj de arena donde se agita un laser
y la chica uruguaya que fue buena con vos
sin que jamás supieras
su verdadero nombre,
qué rejunta, que húmedo ajedrez
qué maison close de telarañas, de Thelonions,
qué larga hermosa puede ser la noche
con vos y Joni Mitchell
con vos y Hélène Martin
con las intercesoras
animula el tabaco
vagula Anais Nin
blandula vodka tónic
No te vayas, ausente, no te vayas,
jugaremos, verás, que están llegando
con Ezra Pound y marihuana
con los sobres de sopa y un pescado
que sobrenadará olvidado, eso es seguro,
en una palangana con esponjas
entre supositorios y jamás contestados telegramas.
Olga es un árbol de humo, cómo fuma
esa morucha herida de pebreles,
y Natalía Ginyburg, que desteje
el ramo de gladiolos que no trajo.
¿Ves, bicho? Así. Tan bien y ya. El scotch,
Max Ronch, Silvina Ocampo,
alguien en la cocina hace café
su culebra cantando,
dos terrones, un beso,
Leo Ferré.
No pienses más en las ventanas
el detrás el afuera
Llueve en Rangoon –
Y qué.
Aquí los juegos. El murmullo.
(Consonantes de pájaros
vocales de heliotropo)
Aquí bichito. Quieta. No hay ventanas ni afuera
y no llueve en Rangoon. Aquí los juegos.
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