Ayer vivimos en Madrid la noche
de los libros. Ayer 23. Por la mañana el nieto de Nicanor dijo que su abuelo todavía espera escribir el libro que justifique el premio Cervantes. Buena
ironía, buen desprecio del premio si no fuera por que sabemos cómo le gustan
los premios antes de obtenerlos y despreciarlos. La noche de los libros. Cada
vez más oscura. Más cerrada. En Madrid las cifras de ventas parecen ridículas
ante los 17 millones de euros que compró Barcelona. Allí celebran el día del
libro. Y la rosa. Aquí la noche. Más bien un desahogo de actos que un compromiso
con la industria editorial. Digamos rápido algo de la edición poética: dispersa, voluntarista, económicamente raquítica, sin referencias claras, múltiple, timorata, sin apuestas fuertes por poetas no traducidos, y sobre todo sin distribución ni presencia en
librerías. Salvo Tusquets y GG, todo de amigo a amigo. Todo fantasma. Todo
noche de los libros.
Javier Díaz Gil |
Algo de esto sabe Javier Días
Gil, poeta de la esencia, de la exacta mirada. Nos es pródiga su voluntad editora, apenas dos libros, excelentes, eso sí, en estos diez últimos años. Poeta
siempre. Siempre extramuros de la ciudad caliente de lo señalado.
Coordina una de las tertulias más conocidas de Madrid. Y leyó el pasado martes
17 en la casa de Castilla-La Mancha. Tuvo el buen gusto de la elección. A
poemas cocnocidos, añadió inéditos que guarda en inéditos libros. Esperando,
puliendo. Me asombra de él como cuida la unidad del poema por encima de versos,
ritmos o palabras. Un poema es siempre la expresión de una emoción
intencionada. Lo presentó Esther Jiménez con un texto abierto y lírico.
El jueves 19, en los sótanos del
Cervantes, se dio el disparo de salida al Año Hierro 2012. Se cumple una décadacentenario de la muerte. Afortunadamente las declaraciones devotas y obligadas
de las personas institucionales -¿existen las personas institucionales?- fueron
pronto olvidadas. Tacha Romero inició pronto la humanización del acto, prosiguió con Fernando Rodríguez Lafuente y aquello de “Agua nunca”, la furiosa respuesta del santanderino al ofrecerle un vaso ante un golpe de tos, y llegó a su culminación con el testimonio de
Paca Aguirre. Leonor Watling leyó poemas. La fotografía de Schommer, de las
mariposas, presidió el acto.
Mucho más sencillo fue todo en A
Punto, una librería gastronómica de la calle Pelayo. Sentados en un sofá, un
viernes 20, David Morello y Antonio Daganzo leyeron poesía alternativamente. Nosotros
con una copa de vino en la mano, escuchábamos. Dos formas distintas, más táctil
David, más pensamiento Antonio. Lo mejor fue la conversación final. Fuerte,
clara, decidida, todo lo más alejado del viciado coloquio. Estuvo por allí la
sonrisa de Raúl Nieto de la Torre.
Carolina Barreiro y Antonio Daganzo en la Embajada da Chile |
Luego en el Ateneo, los poetas nietos de Pepe Hierro, glosaron sus experiencias con la persona o con la poesía. Y leyeron. Miguel Losada y Julieta Valero los habían convocado. Lleno el salón. Por la ciudad, miles de actos, de lecturas, de abrazos pero... sobre los libros, la noche. La noche de Apple, la noche Amazon.