La barca parte ya. / Que sea suave el viento, benigna la memoria. / Y que en la luz vivamos. Con este deseo kavafiano, pleno de consoladora calma, se tiñe este tu décimo libro de poemas, Antonio Daganzo. Después del impresionante La sangre Música, no era fácil acudir al nuevo encuentro con tus lectores. El viaje, la nueva ruta a Ítaca, aprovecha los aires ya explorados y añade audacia y riesgo a la aventura. No hay otra llegada sino a uno mismo. Desde Mientras viva el doliente, que tuve la fortuna de poder presentar hace unos años, tu riquísimo mundo interior, forjado tanto en adversidades como sacudido por la atravesada noche del amor, no hace sino enriquecerse a través de los senderos de la introspección. Y del despliegue. Una indagación que va contigo siempre en busca de los otros, de ser compartida y trascendida en compañía. No otra propuesta eres sino un corazón en desvelo que escucha. Que teme porque se ofrece, que espera porque da. El murciélago entre fuegos de artificios —quién el murciélago— no es otra cosa sino la intimidad del poeta rodeada por los ruidos de mundo, por los ritmos del mundo, y que solo un oído tenso y delicado como el tuyo es capaz de cerner y discernir; y que solamente una mano certera y delicada, la que te conoce, es capaz de dejarlos huella en papel. El libro no es otro asunto que una declaración expresa y calma de la voluntad de resistir, de la tensión que supone continuar en el riesgo de la certeza, la auténtica, la que consuela. Tu libro no es otra cuestión que la sabiduría del amor, como jácena que sostiene el edifico de la existencia. El amor por, con, en. No importa si el pasado, el presente, el sostenido, el que se espera. A veces sucesivos, a veces confundidos, pero sostenedor siempre del poema. Lugar donde reside el deseo de belleza que contienes y te contiene Y que para el imaginario transitivo que comporta la dualidad autor-lector, ofreces en la palabra Occitania, tan génesis: No podían saber / que la mujer que amo / resucita en mi pecho a cada instante / la Occitania.
Escrito desde un
yo poético múltiple —desde el nosotros hasta el singular de la primera persona
pasando por el tú autorreferencial— la voz atenta, tierna y maestra del hombre
que te soporta traza poemas de suma precisión, poemas que nacen de experiencias
soportadas, de emociones sentidas o futuras, del roce con las artes y la
creación. Una voz que, sin la tentación de lo confesional, bordea, y cae,
voluntariamente y en ocasiones, en lo testimonial. Ni un solo verso está
escrito por hábito, por ser oficio, sino que vierten verdad, y acarrean vida
vivida o sospechada. Una verdad con el matiz medido y con el velo tul
necesario, para convertirla en decir poético, en poesía. Así comienzas el poema
“Manuscrito”: Aquí te tengo, / escrito a mano, / y así te llamas manuscrito,
y lodo y alma.
Tendré la fortuna,
espero, de oírtelo leer el próximo 25 de septiembre, tamizadamente o no, y será
un placer. El libro ha sido editado, como el anterior, por la hispano-chilena
RIL, tu casa. Con enorme cuido, lo que es destacable entre tanta dejadez.
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Un tren cruza el crepúsculo
Para Nuria de Cos