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Un triángulo fértil: él, ella y la cámara |
Porque ocurren cosas sabemos de la vida.
Cosas como esta: ¿por qué un grupo de amigos y filibusteros expusieron a la vergüenza publica a un ser indefenso y poderoso, a un ser cuyo único (no, único no, bórrenlo) cuyo mayor vicio es el de mirar a través de las cóncavas y las convexas? ¿Cuál su delito? Yo lo diré: mirar fijamente, sin pestañeo, a los poetas que han sido -y a los que podían haber sido- desde el año 1983 hasta hoy. Sabemos de la vida porque un grupo de seres irresponsables quisieron responsabilizarle de haberse sentido vigilados. Saben por ello, seguro, que hay testimonio, imagen y sonido, de sus fechorías. El acusado tuvo que subir a la madera. Se prestó, que conste. Subir a la picota sobada de Libertad8 a fin de someterse a interrogatorio. Fue preguntado, obligado a dejar constancia de sus plazos, sus relaciones y sus habilidades. El público -fiscal, juez, victima y jurado a un tiempo- quería saber de su intención, de los últimos fines de sus observaciones, interesado sobre todo por la fidelidad fiable con que conserva lo grabado.
Maxi Rey, tal es su nombre, se defendió a su modo, tal vez un poco displicentemente. Que comenzó ha 30 años grabando a los poetas en las interminables tertulias. Que lo hacía con la intención de corromper a los menores (fue un tiempo profesor) y le tomó cariño. Que vio que se dejaban (los poetas), y le tomaban gusto, y añadían fruición al acto cuando se sentían contemplados. Que él siempre ha callado, pero que hay actuaciones sin marcha atrás. Que muy a su pesar, dijo, guarda en los armarios roperos de su casa miles de cintas y discos, y en ellos el rostro (frente y perfil), las huellas y las confesiones de decenas de hábiles, de cientos de aspirantes y de miles de delincuentes (todos poéticos). Que califica de crimen, pero también de virtud, que unos, otros y todos, permanezcan ocultos.
Después dijo, a la manera leonesa, que sabe cómo su material es prueba de cargo, necesario, indispensable para desenmascarar o entronizar a tanto versoandante que pasea por la villa desde hace siglos: la poetambre (muchedumbre de poetas hambrientos ¿de?), que decía
Cervantes hace 400s Libertad8. Y lo dramatizó.
Maxi ha grabado. Maxi sabe. Maxi conoce. Maxí Rey es prudente y guarda, muy a su pesar nos dijo. El lunes 23 en Libertad8 ocurrió el suceso que relato. Sabemos de la vida porque ocurren estas cosas. A él, que no chantajea, intentaron chantajearle. Buscan que siga ocultando tales pruebas en los sótanos del sueño. Con el agasajo, con el protagonismo, con la zalamería (le llegaron a hablar de piedras telúricas, su especialidad) como armas, pretenden ganar días, meses, años de gracia. ¿No es eso la inocencia? Sé que algún servicial se presta, se ofrece, a llevar el trípode con que viaja, lo sé. ¿No es eso la indecencia? Son, desde luego, gentes que no conocen la honestidad, la generosidad, la humildad, el respeto, la discreción, el gusto por la amistad y por el vino (lo que le hace invulnerable) con los que se levanta el edificio moral de Maxi Rey. Maxi jamás permitirá que se nos vea, lo suyo es siempre un juego de nocturnas amenazas. No hay dinero para comprarle. Nuestras vergüenzas están con él a salvo.
Estuve por allí para solicitar con otros misericordia. Para contarlo, para contarlos:
Ana Rossetti, Marisa Montesinos, Rafael César Montesinos, José Luis de la Vega, Rafa Soler (que intervino),
Ángel Guinda (que también),
Alberto Infante, Aarón García Peña, Pepa Nieto, José Cereijo, Morales Barba, Óscar Martín Centeno (culpable del contubernio)
, Javier Lostalé, Bárbara Butragueño, Juana Vázquez, Miguel Losada... y los que callo. Y aplaudieron. Muy cercanas ya las doce en punto.
Gracias, Maxi, por el nuevo plazo. Volveremos.
(Todas las fotografías han sido toscamente pirateadas del blog de la Tertulia Rafael Montesinos, en donde vive Maxi)