lunes, 25 de noviembre de 2019

Un poema: Con(versaciones)









Hay caminos que existen
para no ser andados,
sino dichos

yo acomodé mis días
a transitar por ellos porque todos 
guardan en sí
una noble belleza: lo inasible

espirales y dúctiles,
nunca, como el poema, se terminan
si no es por abandono, caminarlos
no supone llegar, sino hallar el regreso

lo sé porque con muchos
amigos los he hablado
en las calles y noches de Madrid

también porque yo mismo
con mi tiempo, el de ahora,
–tenga o no la razón– 
converso hasta el desnudo

o porque me sorprendo
andando cuando escribo
con el otro que fui, el que me acecha,
el que inquiere con saña, el que me incita
a justificaciones

una vez los anduve
con el hombre futuro
carente de extrañezas,
ese ágrafo callado que a voces me reclama

el que aún 
no quiero ser.

(Para Alfredo J. Ramos)

viernes, 22 de noviembre de 2019

Documentos: Semblanza de Federico Gallego Ripoll para RESPIRACIONES


 (La becaria diligente nos ha procurado también la semblanza de Federico. La ofrecemos)
           


    Porque, manchego siempre, fue feliz en una Barcelona de ventanas abiertas y geranios, porque vive en una Mallorca de sol trenzado, porque desde allí, desde los allendes, nos atiende y entiende, porque las lejanías –tan necesarias para la claridad– no pueden ni deben prolongarse. Y también porque lo hemos querido, RESPIRACIONES abre su ciclo cuatrienal con Federico Gallego Ripoll. Haciendo guiño y señuelo de continuidad con aquel No madrileños de nuestras complacencias. Poeta prófugo, dueño y esclavo de sus itinerancias, rebelde desde lo tierno, Federico (Manzanares, 1953) camina y toma en préstamo las horas del mundo, las manzanas dormidas, los izados trigales, lo amargo cuando late para hacer sus palabras. De él sabemos que es un poeta que excava túneles para que la luz pueda conocer el corazón de la montaña. Desde aquellos Poemas del condottiero, con que Rialp le inauguró en 1981 hasta Quien dice sombra que cierra su producción édita. De momento.

A lo largo de toda la obra de Federico, hoy con nosotros, el fondo discursivo cede siempre, aturdido, ante el poder de la imagen plástica, ante las embestidas sutiles de la emoción, ante la celebración de los significados. Conoce que el hombre es un lugar sin retorno posible, por eso siempre encontramos el humanísimo temblor palpitando en la arquitectura de sus poemas. Federico escribe desde el hombre que tiembla hasta el hombre que resiste. Y en ello es sabiamente radical. Tanto en el uso de su ironía cervantina, esa daga afiladísima, con que subraya las contradicciones, como en el convencimiento con que se instala en la dignidad del individuo. Y porque sabe, desde la adolescencia, que la poesía es un acto de lenguaje, se vierte en él, tiene miedos con él. Federico es una necesidad urgente en la contemplación de los vivires, en el ahí de cada día, al que toma como prado feraz. Escéptico ante las expectativas, bien ilusas, bien trascendentes, defiende con brisas o con garras, según convenga, el oficio de poeta, su oficio de raíz inmaculada, al que sirve, al que jamás ha traicionado.  Así dice:  Entre mis dedos se disuelve el lápiz, lo que escribo huele a bosque quemado.

Buen manchego vive en las amplitudes salinas de la palabra, en su poder de sorpresa y de convocatoria, tan necesarios en la construcción del poema. Leerle, escucharle, es entrar en comunión con una de las formas más sincera de entender la poesía.  Que no es otra sino la de escribir a la misma altura que sus semejantes, la de mirarlos con ojos de presente, sin otros antes ni despueses que los precisos para no perdernos. Para no equivocarnos ni equivocar.  No hay mundos diminutos –dice– donde el dolor no exista. Magnífico lector, es conocida sus atenciones para con la obra de los demás, su generosidad con las epístolas cuando algo de alguien penetra sus adentros. Ida y vuelta. Suele decir a quien tiene la fortuna de escucharle, que el enigma de escribir, de respirar, se resuelve en el encuentro. En ocasiones como abrazo, en otras como disturbio. Y es que la poesía, que aparentemente nace en la mano –de la mano– del poeta, tan sólo acontece en los ojos y en la conciencia del lector. No hay poesía sin tránsito. Esa eterna metáfora de la existencia encuentra en este oficio uno de sus escenarios. El otro es el del amor. A veces nuestro poeta se pregunta: ¿Quién oye el griterío de los pájaros, si no soy yo? Para continuar ¿Quién eres tú leyéndome, si no soy yo?

Poeta de las metamorfosis, de las realidades en duda, de las penumbras atendidas, dijo de él JL Morales “que es una voz que emerge de una conciencia alerta, de una sensibilidad tangente con las bellas artes, de un yo lírico que no teme asumir su primera persona, que no esconde; aunque no sea la suya una poesía confesional al uso, sino experiencial”. Hoy viene a RESPIRACIONES para darnos cuenta exacta de su ayer, pero sobre todo para dar noticia de su mañana, porque Federico Gallego Ripoll vive y escribe siempre en la frontera, en el tiempo quebrado, en el instante de los amaneceres. Es tiempo de Federico.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Documentos: Semblanza poética de Raúl Nieto de la Torre para RESPIRACIONES



(Por medio de la agilidad periodística de la becaria la redacción ha tenido oprtunidad de conocer el texto de la semblanza con que fue presentarlo en RESPIRACIONES. Hela).


Hay poetas que saben que se está llenando el vaso del poema no sólo por el sonido, sino por la evidencia de su propia sed. Raúl Nieto de la Torre pertenece a esa estirpe, lo tiene declarado: tinta sobre papel. Alguien capaz de que su primer libro lo presente Luis Landero y que además se atreva a titularlo Zapatos de andar calles vacías, es poeta que vive en la urgencia de lo errante, en la alegría de atravesar los bosques, en el sigilo de lo que incita y espera.

Madrileño de Cuenca, hijo del 78, respira con nosotros en esta tarde que inaugura. Y nosotros con él. Autor de 5 libros, en el último de ellos, en Leopardo, aporta un nuevo giro. No tanto en su manera de entender la poesía, como en la cualidad de sus preocupaciones. Antes de él, el amor y los afanes del deseo, las azules cenizas de la infancia o la vida poblada y no prevista ocupaban sus paisajes creativos. Desde Leopardo añade a los anteriores las amenazas del azar, añade un dolor que no sabe del olvido, sus dos nuevos motores. Conoce como pocos las ateridas alamedas del lenguaje, el uso exacto del adjetivo que conforma y salva. Lleva consigo, a plena vista, la decisión con que une lo disperso, la valentía con la que aborda y vence la tentación de huida que genera lo blanco del papel vacío. Es un poeta en dudas y fortalezas. Es un poeta que se atreve a ser camino, que conversa con el riesgo.   

El lector, avisado o reciente, que decide internarse en su obra se siente abrazado lenta y decididamente, sorprendido e inerme; llevado de la mano por unas escaleras que nadie sabe a dónde ascienden. Porque Raúl Nieto de la Torre escribe partiendo de la zozobra del mundo hasta el azar del aire, sin más asideros que unas palabras nacidas de lo paradójico. Queríamos una casa de techos altos donde los pájaros volaran, dice en su poema Recién casados. Por eso escribe de los pozos, él que está siempre abocado al vuelo. Por eso escribe que el puño es como un pájaro que desaparece de la mano cuando la abres. O que un poema es la distancia más corta entre dos puntos desconocidos. Dos pequeños apuntes de tantos como en este otoño ha publicado para salvar a Facebook de la vulgaridad.

No en el malestar, ahora tan nombrado, su obra encuentra cobijo en la que podríamos llamar Poéticas de la inquietud. Sus textos, que tanto inquieren en nosotros, se alojan en motivos inacabados, en asuntos que son posibilidades. Sombras y vientos. Todo cuanto sucede pudo ser de otra manera. Tanto en el pasado como en los futuros. Es además poeta de palabra propia y esplendente fraseo. Urbano, pero no urbanita, delicado en el decir, sabedor de lo precario del oficio, confiado y a la vez desconfiado en el ahora de los tiempos y las identidades. Quiero decir poeta en sazón, palabra retadora, canal abierto.

En Raúl Nieto de la Torre el tiempo no es una categoría, sino una sospecha transitiva, una luz que jamás se detiene en los cristales. Durante el pasado verano, las buenas gentes riojanas quisieron celebrar su Agosto clandestino con la edición de una plaquette de su autoría. En ella reunió publicado e inédito. La tituló Una jaula vacía cerrada por dentro. Que no es sino el lugar perfecto para que esa paradoja, que tanto le ama, haga sus nidos. Como ocurre en este pequeño texto que se incluye y que no nos resistimos a leer: Tu pensamiento recorre la corteza de un árbol como una hormiga que no sabe si el árbol está de pie o ha caído.

Digamos para terminar que Raúl es, como su compañero en esta primera convocatoria, un poeta de lo táctil, cuyas veladuras no llegan a privarnos de la caricia o el aprieto. Alguien que sabe que lo más profundo del ser humano reside en la piel. Desde ella escribe, vigila; en ella se demora. Sabemos que la piel también respira. Y que es, sin dudas, la puerta más abierta para llegar a los adentros. Como lo es el amor. Esa realidad en danza con el deseo, a la que ha dedicado gran parte de su obra. Una vez dijo que los corazones no pesan. Por todo ello está aquí, en el primer RESPIRACIONES del Comercial. Y nosotros esperando su palabra

jueves, 14 de noviembre de 2019

Un poema: Anónimo recibido desde dentro








Hasta el verso se cansa de ser verso,
aprende esa verdad, Francisco Caro,
aprende a reposar, a darle amparo,
no escribas, déjalo, no seas perverso.

No sigas por ahí, vives inmerso 
en rimar y contar, envía al paro
tus poemas, pon fin: mira, te aclaro,
un papel tiene haz, tiene reverso.

Dale vuelta y verás, existe el blanco,
que hasta el verso se cansa de tu oficio
y el lector de leer: pon un estanco,
hazte barman, vedet, cambia de vicio.

Si eres sólo rutina, vatetardo,
y no hallas qué decir, que calle el bardo.

martes, 12 de noviembre de 2019

Consejo de redacción de noviembre: Náufragos junto al Júcar


Pedro Gascón, Ángel Moreu, David Torres y Teo Serna
durante su turno. (Foto MCBarri)


       Se le notaban las ojeras. La lentitud en los movimientos. Venía cansado el Jefe, pero ataviado con un cierto chute de dignidad. O al menos eso nos pareció al anotar los tonos de su voz. El fin de semana estuve en Cuenca –comenzó su exordio mensual–, ciudad y gentes que merecen la pena, deberían ustedes aficionarse. Desde una modestia que ronda lo franciscano y una voluntad que no debe tambalearse, organizan un encuentro poético que permite la reunión y la escucha, el respeto y la informalidad. Cuatro presentaciones de libros, un memorable concierto de piano (La música callada de Mompou), doce lecturas de invitados y un cierre a cargo de dos poetas reconocidos: Antonio Crespo Massieu y Antonio Hernández. La sala repleta, el corazón despierto y tres balcones de luz enmarañada hicieron todo lo demás. Dicen que el poeta Rafa Escobar dirige desde este año la convocatoria, aunque es difícil distinguirle el rango porque muchos otros colaboran con la misma decisión, en especial JA García, M Mula, F Mora, T Pacheco, MA Curiel y M Alcocer. Pero en Cuenca siempre hace frío –espetó la becaria­– y la poesía calienta poco el cuerpo. Cierto, respondió con presteza, sin embargo el ocre de los chopos reflejado en la verdiagua del Júcar lo compensa todo, además el Huécar llena su curva con agua escasa, pero limpia, cantarina. Añadan  el susurro de un viento que ya nace para las piedras. El encuentro se hace llamar Poesía para Náufragos en recuerdo de Diego Jesús Jiménez. ¿Y no será, querido Jefe, que habla usted así de bien porque le han invitado a pronunciar unas palabras? dijo, no podía contenerse, el redactor colmillo, tan complaciente siempre con sus superiores. Ese fue el peor momento, pero logré superarlo, los oyentes, parece que misericordiosos, lo soportaron, y todo pudo seguir su curso normal. Sepan que además acuden editoriales: Amargord, Lastura, Tigres de papel, Chamán… y hay compradores, vaya si hay compradores. En fin, un ambiente festivo con tintes de fraternidad enhiesta.  Eso sí, no todo el mundo aguanta con su presencia todas las horas, pero digo que el fluir de asistentes añade ritmo y color. Y el otoño en Cuenca… y el otoño en Cuenca. 
En primer lugar el pianista Diego Ramos
junto a los poetas que ilustraron
su concierto con lecturas. (Foto MCBarri)

Creímos percibir un tono de melosa melancolía en la repetición final, casi la decadencia del que ya se conforma con la sola contemplación. Aprovechó la pausa el Jefe, el desconcierto. Dijo adiós con un gesto. Vuelvo a mis quehaceres, le oímos; ya de espaldas, con la mano en el pomo. Fue entonces cuando el astuto redactor novato hizo presa: ¿Sabremos algún día a qué se dedica en verdad el Jefe diletante? La becaria calló.

martes, 5 de noviembre de 2019

Crónica: Leer a dos en Poemad, ay de los duetos


       De POEMAD, el creciente festival madrileño de poesía, Mientras la luz ha visto cuatro duetos, cuatro. Ocho poetas, ocho. No son pocos. Esto de las dobles lecturas es una iniciativa a la que el Festival apostó desde el principio –recuerdo un Gimferrer/Colinas de porca memoria– y que desde hace tiempo va calando en diferentes actos poéticos. Es buena fórmula si encuentra la dinámica exacta. Por lo que vimos, no parece fácil.  Alguien puede pensar que con ella se busca la paridad (tan cara para ciertos colectivos alguaciles), pero no. Son más libres en Poemad, son normales. Vimos cinco mujeres, tres hombres. Ocho poetas.
 
     Estuvo tenso, nos pareció, poco cómodo Basilio Sánchez en la Residencia de Estudiantes para leer la contemplación celebrativa de su Loewe, He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes, una poesía que atiende a lo cordial, al concilio con la Naturaleza y al enigma del hecho poético desde la amabilidad de las formas. Es buen poeta. Sobrado desde la media sonrisa, Jaime Siles, como en tantas otras ocasiones. Tal vez tenga motivos. Anunció su próximo libro y algo leyó de él. Estuvo largo, contundente, monótono. Tal vez mejor sus aproximaciones a los poemas que los poemas mismo, que suelen carecer de sorpresa y abundar en rimas (salvemos el Adiós, Carlos Edmundo). No hubo entre los poetas ni diálogo, ni miradas, ni complicidad. Uno vive desde lo sencillo, el otro desde el saber sabido.
 
     El domingo 27 ocurrió la explosión rumana de Ana Blandiana. Es amable saber cuándo se está ante un/una poeta sin adjetivos. El dueto parecía venir patrocinado por Galaxía Gutemberg, que ha editado a Ana y a Boris A. Novak, su compañero de lectura. Para confirmarlo, Jordi Doce introdujo a ambos. Serio, con poca cintura, dijo bien sus sabios folios (ver aquí). No dialogó, no preguntó. Bien por decisión bien por falta de servicio de traductores. Los poetas no dijeron ni una sola palabra más allá de la lectura de sus poemas, que aparecían traducidos en la pantalla. Sabemos que es difícil dialogar en público sin que parezca artificio, pero ¿se debería intentar? No obstante, la sala se cargó de magia. Espléndida Ana en sus formas –grandísima lectora­– y en sus poemas, cordiales siempre, pero incisivos; claros, pero directos al tuétano del temblor. Parecieron magníficamente traducidos. Aguantó Boris el envite con poemas cargados de ironía, discursivos, reflexivos, caminantes por la zozobra que supone vivir.
 
     El mismo domingo y a continuación, la versión más pétrea. Un muro contra otro. Ni Amalia Iglesias ni la china Zhou Zan dijeron siquiera buenas tardes al público. Tras una presentación de aliño, sus individuales lecturas. Amalia de sus últimos La sed del río y Totem. Sin novedad. Salvo que en la pantalla aparecían traducidas al chino, un buen gesto para los espectadores de tal lengua, que los había. De Zhuo Zan poco que contar, sin melodía en su decir, sin inflexiones de voz, con la dificultad de traducción entre idiomas tan alejados, nos pareció que sus temas eran más propios de la cultura occidental que de aquello que alberga nuestra conciencia por poesía china. Qué seco todo, qué difícil. Se fueron sin esperan siquiera los aplausos. Casi corriendo. Tal vez porque en la sala quedaban ya pocos espectadores.
 
     Todo distinto el miércoles 30, con la deseada lluvia en el exterior del Instituto Cervantes. Vino de Mallorca, Antonia Vicens. Y creo que con cierto temor. Su Premio Nacional sorprendió casi tanto como sus declaraciones. No conoce Madrid. Tuvo al lado, no enfrente, a Raquel Lanseros, sensible y amparadora. Porque hubo miradas y manos entre ellas, el público se sintió parte de ambas. Fueron poetas juntas. Sonó bien el catalán mallorquín de Antonia en poemas pegados al día a día de la casa, del pare, de la mare, que ella introducía en un castellano que denotaba poco uso. Traducidos en pantalla, aparecieron de Lovely (dedicado a su padre) y Tots els cavalls. Raquel puso todo para hacer el ambiente dulcemente cálido, tiene esa virtud. Y el público numeroso entró en su poesía –tan clara, tan de las cosas y las gentes, tan bien tramada, tan de suave fortaleza– con el corazón atento. Fue tremenda su lectura de Dos corazones, esa madre de Matria en voz refleja, esperanzada, que habla y supone del amor como único agarradero. Al terminar, las personas se arremolinaron en sus alrededores. (Aquí video)

domingo, 3 de noviembre de 2019

Un poema: Conozco un tipo



Conozco un tipo
que en las mañanas, de seis a nueve,
escribe poesía sobre un ala
doblada de avión, después regresa
a su luz y a su ser, se viste
de calle, toma un taxi, mira el móvil
no recuerda con quien
desayuna hoy,
no suele hacerlo solo,
le gustan todavía… los instantes

de él se dice
que es poeta de son irreverente,
que vacila al andar y que acostumbra
a calzarse los rojos
y al afán trasatlántico, que mira
cara a cara, que no cuenta gin-tonics
ni mide la amplitud de los abrazos;
yo sé que tiene un sueño, lo sé, por eso se alza
seis a nueve y escribe
(sobre un ala doblada)
del muerto y del amor, de algún revólver.