Foto: JL Morante |
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Cualquier misántropo, por muy sincero que sea, recuerda en ocasiones a ese
viejo poeta clavado en su lecho y completamente olvidado que, furioso contra
sus contemporáneos, había decretado que no deseaba ya recibir a ninguno. Su
mujer, por caridad, iba de vez en cuando a llamar a la puerta..."
Cópienlo
en el libro de estilo, sepan lo que pasa, sentenció para concluir.
Habló entonces, se atrevió, el redactor alfaquí de barba crecida y cana: El asunto, si se me permite, es tema zanjado. Y no es problema de edad, la cuestión consiste en procurar no ser nunca viejo poeta, y mucho menos poeta viejo. Lo cual no es fácil. Ni tampoco difícil. Hay manuales. Tal vez se trate, recuerden el tango, de mantener cierto distanciamiento tanto en la fortuna de haber sido como en la sospecha de no ser. Ay de mi Alhama. Y una pizca de elegancia, léase no dar la brasa a nadie, por favooooor, ni confundir al colega de las citas semanales con el muro de las lamentaciones. Recetas sencillas que me enseñaron ha tiempo en la Escuela de Periodismo de la Iglesia, donde tampoco nadie las llevaba a la práctica. Ay de mi Alhama. Añadamos, compañeros, la certeza de que la posteridad no existe. Hagamos lo que hagamos, se perderá todo el reino, nos perderemos todos como se perdió Granada. Como sabemos, Jefe, que un día usted nos despedirá.
Habló entonces, se atrevió, el redactor alfaquí de barba crecida y cana: El asunto, si se me permite, es tema zanjado. Y no es problema de edad, la cuestión consiste en procurar no ser nunca viejo poeta, y mucho menos poeta viejo. Lo cual no es fácil. Ni tampoco difícil. Hay manuales. Tal vez se trate, recuerden el tango, de mantener cierto distanciamiento tanto en la fortuna de haber sido como en la sospecha de no ser. Ay de mi Alhama. Y una pizca de elegancia, léase no dar la brasa a nadie, por favooooor, ni confundir al colega de las citas semanales con el muro de las lamentaciones. Recetas sencillas que me enseñaron ha tiempo en la Escuela de Periodismo de la Iglesia, donde tampoco nadie las llevaba a la práctica. Ay de mi Alhama. Añadamos, compañeros, la certeza de que la posteridad no existe. Hagamos lo que hagamos, se perderá todo el reino, nos perderemos todos como se perdió Granada. Como sabemos, Jefe, que un día usted nos despedirá.