Volví a El Comercial, al Rincón de los Machado, como dice Pablo Méndez de su primera planta. Convocado por él y por la alegría de Raúl Nieto de la Torre, por su poesía y por las fotografías de su hermano Rubén. Ambos obsesionados por las cosas y su detalle, por el lenguaje de lo minúsculo, por la dispersión de los significados y sus provocaciones. Salir ileso es un libro rara-avis en la producción de Vitruvio. Diseñado por Marisa Núñez. Pero sin duda un libro “que mola mazo” como alguien dijo por allí. Alberto Infante anunció cosas razonables de Raúl y el libro. Leyó Raúl salpicando su discurso de anécdotas, como aquella del alumno que en clase le preguntó si existían aún los poetas (rareza que suponía extinta). Entre los que llenaban: ACéspedes, PAGonzález Moreno, JElgarrresta, PMoral, JLNieto Aranda, RGonzalez Serrano, FLeal y Aurora. Se vendió bien, lo merece. Hay poemas primeros, últimos y escogidos de los anteriores libros de Raúl, de Zapatos… y de Tríptico... Felicité al fotógrafo. Luego -en la calle, en el tabaco- se habló de glorias y de miserias editoriales.
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De vuelta a la pantalla, a la realidad del hogar, encontré un correo envolviendo una delicia. Me lo enviaba Rubén Martín Díaz, el último Adonais digno de tal nombre. Un poeta que recoge la luz al cerrar las manos y la hacer explosionar al abrirlas. A un poema suyo, La luz mientras duermes, le ha puesto su voz, le han puesto imagen y música, bellísimamente dispuestas, Hernán Talavera y Mª Ángeles Cortés. Delicia que ofrezco aquí a los lectores de Mientras la luz en la conciencia de lo que es placer. (Advierto, es obligado para los vivos que gusten de poesía).
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Fotografía de Rubén Nieto de la Torre |
Cuarenta Grados
Amo la gran mentira de los ventiladores
cuando el verano deja en la almohada empapada
el sudor amarillo que segregan los sueños.
Amo su inteligente forma de dispersar
los pedazos cansados, también las hojas sueltas,
como si hubiera un orden y ellos fueran la prisa,
como si uno no se pudiera olvidar
el cuaderno en la mesa sin que le hojee el viento
la lista de la compra y unos versos tachados.
Creo en ellos porque pueden cambiar la dirección
de la mosca y del humo, pequeños vengadores
del astro rey, rebeldes como el dedo que hurga
en el bolsillo roto de nuestra realidad.
Creo en el inquietante azar que los mantiene
anclados en un punto fijo mientras sus hélices
desordenan las horas, el pelo, los papeles,
girando apasionados contra todo pronóstico.
Raúl Nieto de la Torre