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sábado, 13 de mayo de 2017

Un poema de Javier Díaz Gil




      No es un poeta de obra extensa. Ni sus poemas se derraman. La poesía y la persona de Javier son amigas de la contención. Obtuvo el premio Nicolás del Hierro en el 2000 con Hallazgo de la visión y desde entonces apenas alguna plaquette, poemarios cortos, como Vivo extramuros y El Ángel prometido, que unió en una publicación de 2011. Recientemente, y con Ruleta Rusa –¡ay!–, ha aparecido La palabra y la carne de donde extraemos el poema. Dedica parte de su tiempo a moderar una tertulia poética que ahora reside en los bajos de la cafetería Santander. Pero todo eso es literatura adherente. Javier es en realidad una persona donde la poesía escarba, excava. Donde la poesía es presente continuo. La palabra y la carne, libro delgado y tenso, no es sino la encarnación del hombre entre la emoción y la materia, entre la idea y el tacto, entre lo atisbado y la cicatriz. Poemas breves y plenos de densidades para decir el amor, para decir el asombro. Poemas como "puentes de luz" para cruzar las carnes erizadas. Y las carnes huidas. Poemas que eligen el roce detenido, la piel en pálpito, la realidad fungible. La entrega y la consumación. Se levantan para la verdad de lo finito, y junto al tiempo en tasa, desde esa parcela mínima del mundo que algún dios –tan generoso como malvado– ha tenido a bien concedernos. Lo que para algunos puede ser angustia, desasosiego, para el poeta Javier Díaz Gil es constatación primero y después necesidad de amparo. El no regreso, la sangre que nos desnuda, las sombras y sus verbos, la anorexia y su cera consumida, el cáliz de los inviernos: de todo ello anota el poeta. De todo teme. Pero Javier Díaz Gil es un ángel de mano trémula que conoce cómo un cuerpo puede ser refugio, ara de salvación, o hielo donde se estrellen las palabras. De ambas realidades trata este libro, escrito desde dentro y hacia adentro. Voz que sale para volverse. Siempre pura. Decía Jorge Guillén que un poema debe contener un tanto de poesía y un tanto de ruido humano. Pues eso. Aquí.    

18

Es en tu piel secreta
–la que se esconde
bajo tu blusa–
donde quiero morir.

En una gota de sudor
me encarnaré
–tras los primeros estertores–.

Resbalaré
–como la punta de una lengua
golosa–
desde tu nuca.
Barreré tu hombro y tu cuello,
Transitaré,
–puente de luz–
      por el inicio
      vertiginoso de tu pecho,
            la oscuridad de tus pezones,
                el salto mortal de tu vientre.
Serán
mis diez dedos agua
                                  atravesando
               tu cuerpo.

La sal,
una sombra en tu blusa:
silencio.

lunes, 17 de febrero de 2014

El reportero frustrado

   Consejo bimensual de redacción. Habla el jefe: Digo yo que la poesía parece ser una actividad indescriptible preocupada por describir lo indescriptible. La poesía espera siempre ser descrita a base de comparaciones o contradicciones, de negaciones o paradojas, mas siempre al sesgo. Los que la ejercen de forma consciente se atreven menos que nadie a definirla, tampoco a limitar su campo. Y cuando se ven forzados a hacerlo lo hacen -no demasiado convencidos- por aproximación o señalando alguna de las cualidades que se supone contiene. No actúan así porque encuentren libertad en la indefinición, sino porque saben que está en la esencia de la poesía ser, de inmediato, otra cosa que aquella que se termina de definir. Siempre te deja mal, siempre huye, no es fin sino camino. Pero eso sí, senda que ni el eterno caminar agota. Andar a su lado sirve de poco. Jamás avistaron destino aquellos que de verdad la acompañaron. Ni el del amor. Ni el de la vida. Ni el de la muerte. Por eso hay tantos que siguen en la búsqueda y perdidos. No es de fiar, ni se deja describir ni describe. Es por tanto algo ajeno a la razón, a la lógica de lo físico. Un disturbio. Un trasto, a veces necesario, entre el tacto y la irracionalidad. Tras una pausa para ver el efecto en los rostros de los redactores, concluyó: Sabemos poco del asunto de la poesía, del que vivimos, y este es uno de los pocos temas que en Mientras la luz debe quedar meridianamente claro. Sed humildes, no pretendáis entender y os mantendréis con salud.
Muchos redactores salían con la extrañeza en los ojos, mas en silencio (por respeto). Sólo la becaria se atrevió, casi inaudible, ¿De quién diablos habrá aprendido eso de meridianamente claro?

Javier Díaz Gil y Federico Monroy

 Con tal enredo –y con las horas tasadas– salimos a la descubierta de la semana. Lunes 10. Sin ánimos casi. A Libertad8, que siempre hay algo. Este es un local de conquista fácil, basta con atreverse y solicitarlo. Federico Monroy quiso estar acompañado por Javier Díaz Gil en la lectura y sus compañeros de la tertulia Rascamán en la zona de escucha. Por cierto, la tertulia ha abandonado el Café Ruiz para irse por la zona de Diego de León (La Livrería C/ Martínez Izquierdo, 9), territorio a conquistar por y para la poesía. Hubo brindis inicial, música de piano –a ver si lo arreglas, Julián– y poesía bien leída, en calma sonora. Federico con cierto riesgo, siempre al borde de… y más asentada y firme la de Javier. Mereció la pena. Alma Pagés estuvo de guardia, protegiéndome.

Javier Lostalé
   Decididos a entender, pero humildes, acudimos a la Biblioteca de la calle Azcona el martes 11, leía Javier Lostalé, que dijo extrañar el tiempo que llevaba sin una lectura individual. En Madrid, puede ser. A esta la tituló Rosa y tormenta. Javier es lord protector de los poetas madrileños, a quienes alienta y escucha con respeto, pero lee poco en público. Dijo que escribe mucho, que espera libro con Pre-Textos para el otoño, que mientras lo escribía estuvo imaginando y disfrutando una amor y una magnífica historia de amor. Y de ello trataron unos poemas que se envolvían en el disfrute de los cuerpos, y las almas, y esas cosas. Todo en un decir purísimo. Si la poesía es una forma significativa de lenguaje, aquí la hay. Tras la lectura y ante la ausencia de preguntas, el poeta mantuvo un prolongado monólogo que fue aliviándole la tensión anterior. Contó alguna anécdota táctil alrededor de su Aleixandre.

   Miércoles. Reflexión.

Jesús del Real en Arco Poético
   En la Biblioteca de Retiro continúa el ciclo 2014. A Beatriz Russo (enero) le siguió en febrero Jesús del Real. Se anuncia para marzo la de Beatriz Herranz. Parece que Pepa Nieto quiere asegurarse la presencia de Miguel Losada. Veremos como siguen las convocatorias. Jesús estuvo íntimo y reservado. Hubo palabras previas de José Cereijo, tan ajustadas y fundamentales como siempre. Se aprende con él. Debería asistir el jefe, beber de su palabra, porque el asunto de la poesía, como él dice, adquiere transparencia escuchándolo. Jesús del Real es poeta enamorado de la poesía, la busca para quedarse en ella. Bien a través del amor, bien de la naturaleza. Leyó sin levantar los ojos ni la voz, intentando trasmitir el mismo aliento con el que escribe. Son poemas basados en el temblor, aunque atravesados aún por las lecturas. Hubo bastantes poetas entre los asistentes, María Antonia Ortega y Reina Palazón entre ellos. Jueves y 13.

Jerónimo Calero en un momento de su lectura
  Rodeados de todo el siglo XIX, cantaron los poetas al amor. Otro libro colectivo de Cuadernos del Laberinto. Y van… Encabezados por una muestra antológica de LA de Cuenca, LA de Villena y de Hilario Tundidor, más de una veintena de poetas convocados reunieron sus textos para la cuestión. Era 14 de febrero en el local de la AEAE, Leganitos 10. La sala en granate tiembla y aguanta. Con la chispa que acostumbra, leyó Enrique Gracia citas en torno al amor Consiguió, horizontal, la sonrisa. Siempre lo hace. La editora justificó el fruto y el trabajo de coordinación, que no suele ser poco. 12 euros. Luego comenzaron las lecturas. Leyó un chico, joven, al que habían otorgado el premio convocado al efecto, un poema que no lo parecía, lo juro. Habían venido desde La Mancha dos amigos de Mientras la luz, Jerónimo Calero y Juana Pinés, tras leer Jerónimo su poema, ese sí, tuvimos que abandonar la sala. ¿Recuerdan lo de la horas tasadas? Una sala repleta e incomodísima para estas lecturas colectivas. Lamenté no poder escuchar a Juana, a Maxi Rey y a Ana Montojo, que aguardaban turno. No vi por allí ni a LA de Cuenca, ni a LA de Villena ni a Hilario Tundidor que tanta ilusión me hacía.  Peste de reportero frustrado.             

martes, 22 de marzo de 2011

Uno, dos, tres. Mi Día Mundial (tarde local) de la Poesía

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LAdC durante su lectura en la BN

Uno  /  Maratón. Como si de fútbol-sala se tratara. Maratón de poetas en la BN organizado por Rogelio Blanco. Desde las cinco de la tarde. Asistí un rato, un minuto, un siglo, pero que todos sepan. ¿Es posible leer? osaba algún tardío, y despistado. La lista ya es conclusa, respondían azules los coros de azafatas. Salían y leían. Salicio juntamente, y Nemoroso, he de contar, cada cuatro minutos, sus quejas imitando. Julio M. Mesanza fue mi primer atril, eran las seis y cuarto. Después abundantes silencios, nieblas (Marga Clark) aires, noche (Jorge Urrutia) (Luz Pichel), olvido, más silencio, vacío, (Pablo Gª Inés) (Marcos Ana) lágrimas, signos, mar, sombras (Almudena Guzmán) o (Pepa Nieto) palomas, corazón, pozos profundos (Jordi Doce) luciérnagas, alas rotas (Berta Díaz) (Beatriz Blanco) huellas profundas, más silencio, vagabundo (Alberto Infante), sueño, (la tierna presencia del hijo hemi-irlandés de Beatriz Villacañas enviado en representación, que su madre estaba en otro acto, llenó la sala de liras). Me despidió el canto de Paloma Soria. Ellos/ellas seguían. Seguirían silencios, sombras, olvidos, sueños, dueños, esperas, memorias, algún geranio… Esperaba su turno el ímpetu sosegado de María Antonia Ortega, esperaba la pacense inquietud de Juana Vázquez.  Tras la huida ¿qué hacer? la duda me asaltó. ¿Comenzar a escribir o abandonarlo todo? Cerró la multitud, según me contaron luego, la directora de la Biblioteca leyendo un poema de Maragall en la lengua de Maragall. Algo de cordura nunca sobra. Y que cantó Gerena.


Javier Díaz Gil
 Dos / A las 19, 30 ya estaba en la puerta del Hostal “La Perla”, quiero decir en Leganitos, en la Asociación de Escritores. Javier Díaz Gil, a quien quiero y respeto, presentaba la edición de dos buenos y fragmentados poemas “Vivo extramuros” y “El ángel prometido”. Editados conjuntos por Poeta de Cabra, que dirige José María Herranz. Presentados con excelencia por Jesús J. Reinaldo. Leídos con emoción por su autor. Atravesados por la sabiduría de los comentarios de Emilio Porta, en esta ocasión más abundantes que nunca para el disfrute emocionado de los presentes. Citó con abundancia, aunque en esta ocasión no a Wittgenstein, desgraciadamente (tal vez no era el momento). Javier habló de extramuros como eterno y personal conflicto entre la realidad de lo cotidiano y el deseo como fantasía vital. Habló de su poema El ángel… , del ángel como enviado divino, como amenaza exterminadora. De la necesaria compañía del fantasma como antítesis, como asidero humano, como posible salvación. Estuvieron atentos también Miguel Galanes, Cristina Cocca, Alfredo Piquer, Aureliano Cañadas, María Juristo...

Tres / Más lejos, sin mi presencia, a las mismas horas, Torrelodones celebraba el Día Mundial de la Poesía haciendo hijo predilecto de la villa a su poeta local, Juan Van-Halen. Hubo testigos, lo sé.

 
De "Vivo extramuros" Fragmento final
 
Junto a la roca

el cadáver del día
se pudre.
No le llevéis flores,
se nutre del deseo,
de las luces inciertas y las sombras.
 
Cantadle antífonas secretas,
luz de salmos e incienso.
 
Calmad su sed
con palabras que nombren
                las alas.
Derretid junto a su mano la cera
virgen de
                una vela.
Rezad por él.
 
Rezad por los que nunca
atravesaran
                la puerta.
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