Un poema: Lo que fuimos no espera
Como aquel que
buscara
a Roma en Roma y
no la hallase, busco
en mis rostros mi
rostro,
aquel que fuera
mío
cuando el sol era
un dado todavía,
el futuro geranios,
y mi casa la
sombra de la casa.
Apenas queda ecos
(y confunden),
solo un patio, sus
piedras,
la encendida
oquedad de aquel
pozo, restos
de cal cansada.
Lo busco y sólo
hallo los días,
los que acosan,
aquellos de la voz
arborescente
que una vez fuera
enero
y después
levadura, la que hoy describe
alacenas y fugas,
el difuso amarillo
que supone existir.
Sé que vive
porque a veces lo
escucho, porque a veces me dicta,
y que en algún instante
de algún espejo
habremos de encontrarnos
––el azar es un
ángel––
aquel rostro perdido
y el que soy, aquel rostro
que como a Roma busco en
lo deshecho.
3 comentarios:
Ahora mismo, si tuviera sombrero, me lo quitaría.
Lástima, Chema. Recuerdo como un gesto elegante aquel de levantar ligeramente el sombrero en señal de consideración. Habrá ocasión. Un abrazo.
Totalmente de acuerdo
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