martes, 29 de septiembre de 2015
LA de Cuenca, Premio Nacional de Poesía
Parecía extraño que una persona de la dimensión poética, mediática y social de Luis Alberto de Cuenca no hubiera sido todavía designada con el Premio Nacional de Poesía. Parecía extraño. Una anomalía en el orden de las cosas que ha sido corregida. Amigos de tantos por su buen hacer, sus elegantes maneras y su sentido de la amistad, ha recibido numerosas y sinceras felicitaciones. Por el lado contrario han surgido críticas amparadas en el paralelismo partidista con quienes ahora rigen el Ministerio. Son menos los que han destacado el efecto político-parabrisas de los últimos galardonados Antonio Hernández / LA de Cuenca. Y es que era ya. O ahora. O nunca. O que se le debía. En fin, ganas de buscar entre la tribu (tres, cuatro, cinco...) pies al gato.
Pero si las opiniones son libres, las cosas son como son. Otra cuestión es que en el criterio para la concesión del premio, pensado para destacar el libro del año, se considere demasiado la trayectoria y el prestigio personal. Y la oportunidad. Pero... así ha venido siendo y seguro que así será. Hay cosas casi imposible de superar, de separar. Digamos que es un premio merecido en el caso que nos ocupa, no sólo por el valor del conjunto de su obra, tan personal, sino también por la mansedumbre y el buen gesto (somos testigos) con que acepta ser presencia en tantas presentaciones de tantos libros de tantos aspirantes.
jueves, 24 de septiembre de 2015
Un poema de Francisco Jiménez Carretero: Infinitud
Francisco Jiménez Carretero (Fotografía: MCBarri) |
Tienen para el paisaje los poetas manchegos una mirada
interior innata. Debe ser por la falta de límites, por la ausencia de contorno
que lo defina. Causa tal vez de su especial sensibilidad para levantar arquitecturas emocionales en los
llanos y en las posadas del espíritu. Si Juan Alcaide aparece como
el poeta bautista de tales realidades, lo cierto es que la oportunidad de caminar
horizontes indefinidos, y de hallarlos dentro en plenitud, es seña identitaria para los poetas
de la Manxa, de la tierra seca. Tal es el caso de Francisco Jiménez Carretero en este
poema nocturno que titula Infinitud y que forma parte de su entrega Espacio
interior. Una fusión íntima. Firmamento y piel en un mismo gesto, en una misma
extensión de cereal oscuro: dos densidades que caminan sin luz hacia el hallazgo.
Francisco Jiménez Carretero (Barrax 1948)
forma parte de una feraz generación de poetas albaceteños de la que también
forman parte Alfonso Ponce y Manuel Cortijo Rodríguez
Infinitud
Echa un vistazo y posa la mirada
en el cielo estrellado
que cobija las noches y los días.
Tiembla bajo su curvo azul
donde el silencio es libre y se ahorma el aire.
Bajo él escribo. Con el campo afuera,
saturado de calma.
Milenaria
y densa lentitud que huele a vida,
a irisado clamor sobre los trigos
y a pájaros con alas
cercándome levísimas
con un temblor
que roza las aristas de la luz,
estas manos ilesas que ahora escriben,
sin recurrir siquiera a las palabras,
de un lugar que se antoja inmensurable
donde el solo destello de los astros
no deja de acosarme cada día.
domingo, 20 de septiembre de 2015
Hasta el futuro precisa un comienzo
Neoloquismos
Jaime Alejandre |
Jaime es un ser de finísima daga, sagaz en cuanto explora, astuto escribidor y de inquietante nobleza. Ha ido recolectando a lo largo de los últimos tiempos el temblor de palabras indefensas que se encuentran de frente sin lograr esquivarse. Con ellas ha fundado novedosos calambures, físicos o de intención. Todo consiste en alterar permutando alguna de sus letras o provocar fundidos para que todo cambie y agite nuestra tristeza. En 9 de septiembre y en Libertad 8 lo presentó Ángel Guinda con palabras negras, situación idónea para el alborozo que después se levantó. Aforismos, sentencias, greguerías, agudezas, máximas y/o proverbios se entrecruzan y disputan sus modos y maneras para resolver la definición de lo creado. De las que leyó, y de las que hemos elegido, hago relación azarosa y escasa: LABABAJILLA: Ducha para mujeres con acondroplasia. HEZCRITOR: El redacta best-seller / Dícese también del miembro del realismo sucio. OTOMAÑO: Turco de Zaragoza. DESPECHO: Oficina donde se trabaja sin sujetador. VIEJAR: Hacerse mayor a golpe de periplos. GUAPÉSIMA: Mujer fatal. ESCRIBAR: Pulir lo redactado. ESCROTOR: El que redacta como le sale de los güevos, con perdón. DILETONTO: Estulto aficionado / Úsase para incitar al insulto. Y más… hasta casi 600. Prometió seguir hasta que los neoloquismo calen en el habla popular. Digamos para finalizar que el libro se presentó como si fuera de Poesía. Y es posible que no se equivocaran. Nota: Rafa Soler, en su línea, aprovechó el encuentro para regalarnos un ejemplar de Fugu (1994), la primera novela de Jaime.
(13 euros)
El Monaguillo
Jesús Urceloy |
(4 euros consumición)
108 con Daganzo
Foto: Ediciones Vitruvio |
Antonio Daganzo y Miguel Galanes Foto: Ediciones Vitruvio |
(10 euros)
miércoles, 9 de septiembre de 2015
Poema: La verdad
Sólo el poema puede
penetrar,
bisturí, la verdad
y no romperla
alojarse en su vientre,
dejarla en confusión,
embarazarla.
(De Locus poetarum)
viernes, 4 de septiembre de 2015
Estampas con el poeta callado.
Ha muerto Carlos Sahagún.
He leído y agradecido la nota necrológica y apresurada de Prieto de Paula. Conocí a Carlos, presentado por José Luis Morales, en una de las tertulias poéticas
de Montesinos, una tarde de enero de 2005. Para sorpresa de todos estuvimos,
cara a cara, hablando casi hora y media sin parar. De poesía, de política. De
ambas frustraciones. Recuerdo que entonces me previno sobre la insaciable
voracidad catalana en su relación con el estado y de la ingenuidad de Zapatero –aquella
frase, aquella frase- origen de tanta ciénaga. En las siguientes ocasiones, la
figura de Eladio Cabañero ocupó
nuestras palabras: conservaba como un tesoro grabaciones de Eladio leyendo poemas,
me ofreció compartir dos: la de Los
trenes y la de Antes, cuando la
infancia, que siempre me impresionaron. En otra ocasión me dijo que
repudiaba todo lo escrito y que lo borraría si pudiera. No me explicó las
razones. La penúltima vez me hizo llorar escuchándole recitar en Majadahonda el
legendario Biotz-Begietan de Blas de Otero. Me
amonestó en la última por haber comprado Como
si hubiera muerto un niño en la edición que Antonio Lucas epilogó para Bartleby. No nos volvimos a ver.
Murió en el mismo silencio de los últimos 35 años. Fue un niño (1938) vencido de la posguerra. Siempre se sintió sobreviviente. Prieto
de Paula finalizaba su nota recordando estos versos desengañados: “los navíos
no zarparán / las islas remotas no existen.” Un niño que puso demasiadas
esperanzas en la transición, en la sociedad española. Tal vez eso explique demasiadas
cosas. Poeta nunca olvidado, amigos comunes me dicen que,
aunque no demasiado, siguió escribiendo. Y que si no tomó la decisión de destruirlos,
puede que existan inéditos para añadir a sus cuatro títulos publicados: Profecías del agua, Como si hubiera muerto un niño, Estar contigo, Primer y último oficio.
Un poema
Este de Como si hubiera muerto un niño
Cosas inolvidables
Pero ante todo piensa en esta patria,
en estos hijos que serán un día
nuestros: el niño labrador, el niño
estudiante, los niños ciegos. Dime
qué será de ellos cuando crezcan, cuando
sean altos como yo y desamparados.
Por mí, por nuestro amor de cada día,
nunca olvides, te pido que no olvides.
Los dos nacimos con la guerra. Piensa
lo mal que estuvo aquella guerra para
los pobres. Nuestro amor pudo haber sido
bombardeado, pero no lo fue.
Nuestros padres pudieron haber muerto
y no murieron. ¡Alegría! Todo
se olvida. Es el amor. Pero no. Existen
cosas inolvidables: esos ojos
tuyos, aquella guerra triste, el tiempo
en que vendrán los pájaros, los niños.
Sucederá en España, en esta mala
tierra que tanto amé, que tanto quiero
que ames tú hasta llegar a odiarla. Te amo,
quisiera no acordarme de la patria,
en estos hijos que serán un día
nuestros: el niño labrador, el niño
estudiante, los niños ciegos. Dime
qué será de ellos cuando crezcan, cuando
sean altos como yo y desamparados.
Por mí, por nuestro amor de cada día,
nunca olvides, te pido que no olvides.
Los dos nacimos con la guerra. Piensa
lo mal que estuvo aquella guerra para
los pobres. Nuestro amor pudo haber sido
bombardeado, pero no lo fue.
Nuestros padres pudieron haber muerto
y no murieron. ¡Alegría! Todo
se olvida. Es el amor. Pero no. Existen
cosas inolvidables: esos ojos
tuyos, aquella guerra triste, el tiempo
en que vendrán los pájaros, los niños.
Sucederá en España, en esta mala
tierra que tanto amé, que tanto quiero
que ames tú hasta llegar a odiarla. Te amo,
quisiera no acordarme de la patria,
dejar a un lado todo aquello. Pero
no podemos insolidariamente
vivir sin más, amarnos, donde un día
murieron tantos justos, tantos pobres.
Aun a pesar de nuestro amor, recuerda.
no podemos insolidariamente
vivir sin más, amarnos, donde un día
murieron tantos justos, tantos pobres.
Aun a pesar de nuestro amor, recuerda.
_____________
Un retrato
Este de Antonio Hernández en 1978
Tras mucho conversar con su poesía sólo dos veces he podido
hablar personalmente con Carlos Sahagún. Puede decirse, sin embargo, que, a
pesar de ese contacto fugaz, tampoco hablé con él. Callaba, como diría Vicente
Aleixandre de Gerardo Diego, mientras hablaban sus nubes. Nubes renegridas,
borrascosas, por la sombra de sus espesas cejas negras, en sus ojos llenos del
temblor que da la tristeza de saber la injusticia gravitando sobre el mundo,
cerniéndose sobre él como un aguda acuaciante, criminal y esquiva a su
ejecución necesaria. Carlos Sahagún callaba como si aún llevara luto por el
niño luminoso que se le murió en Almería entre la ruina de la guerra y la
libertad tronchada, aquella tarde del Paseo del Prado o, después, cuando en la
ruta de los mesones madrileños sólo abrió la boca para discutir acaloradamente
con un alemán neonazi. Y era, como si en su silencio se hubiera concentrado el
de la España que lo vio crecer, y se mostrara como un signo, como una señal de
dolor, de impotencia y de pureza que nada más pudieran cobrar sus destinos
accionados en el poema.
Cercano, pero borroso, lo veo en aquel momento de sus
palabras empeñadas en quien apenas podía comprenderlo y deduzco que, quizás,
sea ese su sino personal, a pesar de su conducta plenamente solidaria.
Hosco y como asediado, Carlos Sahagún era -es- el retrato
puro de su patria acosada y proletaria.
miércoles, 2 de septiembre de 2015
Las palabras que se desconocen
Primer consejo de redacción. Acta
Pero el jefe seguía con la bien
aprendida matraca: Dicen que W. Stevens aseguraba que los
entrechocados bordes de dos palabras pueden producir la muerte. Y que Lorca sospechó que dos palabras que no
se conocen están disponibles para el esplendor lírico. Caminando por estos
territorios es lícito pensar, escribir, que el hecho de obligar a que se amen
palabras que se odian a muerte produce excitación, Y que de ese roce salta la
chispa de la sugerencia.
¿Y eso por qué? -preguntó el novato ante la mirada inquisitorial de
los del colmillo. Agradezco tu pregunta,
–y continuó frenético– porque ambas deben
entonces desvestirse de sus significados, perder su orgullo de ser y verse
obligadas a reptar entre los entresijos del lenguaje para encontrar sitio, lugar
en donde hallar cobijo primero, desde donde gritar después. Y sucede que en
todo este juego, en todo este drama, el poeta no puede sino favorecer semejante
remuéveda, sino dejar fluir a su través. El poeta es entonces mediador, mediero
responsable. Quiero decir sensible y consciente. Porque es a él en exclusiva a
quien hay que pedir cuentas de los filtros y ritmos escogidos parar cerner el
enigma que las palabras se/le han plateado. Su oportunidad como medium valdrá
tanto como su capacidad para que el conflicto de la fricción ofrecida por
génesis se transforme en texto auténtico, en auténtico poema.
Piensen en esto cuando asistan a lecturas, cuando redacten crónicas. ¿Alguna
pregunta? Los pisotones proponiendo quietud labial se sucedían bajo la
mesa. El profundo silencio no le arrendró. Y aunque para discurso de
inauguración parecía suficiente, todos sabían que continuaría. Y lo hizo. Es el poeta, por tanto, cauce obligado desde
las señas con que el mundo nos advierte hasta llegar al fruto desconocido. Y senda
que lleva desde lo que nos perturbó hacia lo que debe perturbar. No es poco,
pero tampoco debe estimarse en demasía. Humilde cauce-senda que a veces le
permite conocerse y en otras asombrarse. Y también artefacto para provocar al
lector, quiero decir para trasladarle de forma reconocible –el poeta es el
dueño del orden, de los peldaños, de los huecos– la sugerencia de aquella
bautismal excitación de las palabras que se desconocían. Y todo porque las palabras
no son sino los flecos visibles de conmociones vitales –realidades,
experiencias, sueños, deseos…_ extrañas unas de otras, contrapuestas, que
chocan al mirarse, ignorando cuántas veces atrayéndose, cuántas con recelo.
¿Y el poema?-–se preguntó a sí mismo sin esperar a razones ni
desbandadas–. El poema auténtico es por
lo mismo fruto único, llegada y fonda. Testigo perdurable. Irrepetible. Inexplicable
en el misterio por y para el que ha sido levantado. Según Juarroz, el poema auténtico se reconoce porque tiene la capacidad
de alterar lo establecido, de inaugurar mundos. O por ser el hacha que rompe,
según Kafka, la capa de hielo que
nos cerca. Y formalmente porque no se puede separar de él ningún elemento, ni
palabras ni pausas, sin negarlo, sin destruirlo. Por estas cualidades, entre
otras, es posible distinguirlo de los textos que adoptan las formas del poema,
y carecen. Y es que al final, alejados del accidente que motivó su creación, su
concreción, sólo existen el poema y su realidad visible, trasmisible, de objeto
para todos. Sin él no existirían poetas
ni poesía. Sin los poemas de Claudio
Rodríguez no existiría el poeta Claudio Rodríguez. Ni existiría su poesía.
Parece obvio -musitaba entre dientes la becaria. Y lo es -susurró alguien cercano-, buena nos espera.
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