Entendido como estación vacacional, termina el verano. El
sol nos cansa. Todo vuelve a rodar, a su costumbre. El blog también. Tengo
reciente la lectura de Oír la luz, nº 251 de los Marginales de Tusquets, allí encontré este poema, una sábana blanca tendida al
sol, de Eloy Sánchez Rosillo, poeta
que no se priva, que habla del verano y su experiencia. De la beatitud de su
fin.
Pensé primero en lo significativo de una tendencia, pero... contagiado
del ambiente, ya no me atrevo a situarlo ni entre los de línea clara ni junto a
los desteñidos. Seamos lectores libres. Ya hemos dicho lo poco apreciado que
está la concreción distintiva (para taxonomías acudan los lectores de Mientras la luz a las musas sonámbulas y
a las tesis doctorales). Eloy cuenta su experiencia y la sabe compartida.
Aunque, por si acaso, lo dice todo clarito, muy clarito. Para que entiendan los
de arriba, los de abajo. Aquí no hay jeroglífico. Aunque para mi desasosiego,
acude a la memoria mía aquel aforismo del manchego de Calaceite: Si entiendes en su extensión el poema que
estás escribiendo, rómpelo. Tal vez por eso considero urgente acercarme
este septiembre a la antología que de la obra de Eloy ha realizado el poeta y
profesor José Luis Morante para
Cátedra.
Lo seguro es que ha remitido la discusión entre lo hermético
y la línea clara. Entre el silencio y el discurso. En realidad, han ido
remitiendo casi todas las polémicas. ¿Experiencia? ¿Metafísico? Arcaísmos.
Nadie se aferra a nada, nadie perfila, nadie distingue ni clasifica en cajas,
nadie niega. Lo anti ha muerto, las banderías. Temporal triunfo del relativismo
poético. De la libertad. No clanes, no escuelas, no corrientes. Está mal visto
afirmar, reafirmarse, establecer cintas -a diagonales azules y blancas- que
digan POESÍA NO PASAR.
El hacer poético actual en castellano no tiene ataduras. Ni
trascendencia económico-literaria. Es nada, es libre. Incluso para la copia, la
boutade, lo sublime o lo ridículo. La poesía camina a voz sin coro. Sin riesgo
ni miedo porque nadie la escucha. O en silencio, la poesía es un buey balduendo
horro de esquila. Es por tanto disfrute. Y es multitud, fin del escalafón. Aunque
nunca venid y vamos todos: Mal del siglo.que comienza, balduendos y demasiados.
Sin maestros, sin discípulos, dando palos de ciego a ciegos, repartiendo
confites, sinfonías a sordos, vadeando o subiendo laderas, despeñados por
abismos: pero solos. Pero libres, pero libres.
Terminó el verano, el jolgorio y la pausa. ¿Nos
divertiremos? ¿Nos aburriremos?
La feria del sol
El verano ha instalado sus reales
aquí mismo, en el pueblo
en el que paso yo las vacaciones.
No penséis que llegó
discretamente y sin hacer ruido.
Vino con mucho escándalo
y la entrada que tuvo fue sonada.
Lo anunció una gran banda de
música, con bombos
y platillos y cientos de
instrumentos
estrepitosos de metal dorado
que destellaban y que
encandilaban.
La música era alegre popular,
bullanguera,
los chiquillos corrían al oírla,
gritando,
y todo el mundo se sintió de
pronto
muy feliz.
En seguida
llegó una interminable caravana
de enormes carromatos repletos de
feriantes
y de gentes de circo. Comenzó
el tinglado a moverse, y como por
ensalmo
todo quedó dispuesto con rapidez
muy grande
e increíble belleza bajo la
inmensa carpa
amarilla del sol. Y desde
entonces
no ha cesado el jolgorio.
Altavoces frenéticos
ofrecen, desacordes, por muy
pocas monedas
maravillas insólitas. No hay
descanso posible.
Sigue vivo el jaleo un día y otro
día.
Quien quiera descansar que no se
quede.
No lo dudes y súmate a la fiesta
más hermosa del año. Tiempo habrá
de estarse quieto luego y
aburrirse,
cuando para desgracia nuestra acabe
el trajín prodigioso del verano,
cuando al fin el otoño,
meditabundo y cabizbajo, llegue.