Humilde entre los tuyos más humildes,
callado entre los pocos,
hijo a riesgo en las tierras de Castilla,
sombreador de piedras, plazas, zocos,
frescor de los caminos, sufres,
no te defiende nadie, sufres solo
el dolor que te arruina, tú
–que supiste los modos
de ofrecer al poeta la esperanza,
el verde brote en el abril lluvioso–,
otra vez me detienes, ciegas
con tus ruidos mis pasos: oigo
en rumor los gorriones que te guardan,
la música en latidos de tu tronco
va cerrando la tarde sus aldabas,
la luz ya es una sierpe en el rastrojo,
dos sombras
que comienzan a hablar, dos miedos somos,
dos juntas soledades, tú me pides
que te lea, voz baja, cuanto anoto,
yo digo: ¿escucharás
mi corazón si apoyo
mi pecho en tu corteza?, sé que busca
–a veces lo he sentido roto–
sanar de los disturbios, lo sereno,
latir igual que el corazón de un olmo
(la noche, piel con piel
los diálogos a dos son siempre silenciosos).
27 de diciembre 2022