martes, 27 de diciembre de 2022

Un poema: Tarde de diciembre. El olmo

 


 









Humilde entre los tuyos más humildes,

callado entre los pocos,

hijo a riesgo en las tierras de Castilla,

sombreador de piedras, plazas, zocos,

frescor de los caminos, sufres,

no te defiende nadie, sufres solo

el dolor que te arruina, tú

–que supiste los modos

de ofrecer al poeta la esperanza,

el verde brote en el abril lluvioso–,

otra vez me detienes, ciegas

con tus ruidos mis pasos: oigo

en rumor los gorriones que te guardan,

la música en latidos de tu tronco

 

va cerrando la tarde sus aldabas,

la luz ya es una sierpe en el rastrojo,

dos sombras

que comienzan a hablar, dos miedos somos,

dos juntas soledades, tú me pides

que te lea, voz baja, cuanto anoto,

yo digo: ¿escucharás

mi corazón si apoyo

mi pecho en tu corteza?, sé que busca

–a veces lo he sentido roto–

sanar de los disturbios, lo sereno,

latir igual que el corazón de un olmo


(la noche, piel con piel

los diálogos a dos son siempre silenciosos).


27 de diciembre 2022


sábado, 17 de diciembre de 2022

Un poema: Alberche

 







 



           Con Verónica Aranda, poeta
 
Ribera del Alberche,
¿recuerdas
cómo era el sol muy débil, casi enfermo?
¿que para ser con su crepúsculo
sobre la cerca
de apilados fragmentos de granito
quisimos apoyarnos?
 
Paralelas, oestes,
nuestras respiraciones prolongaban
la tarde en dudas,
un sosiego imposible, valle abajo
la queja de mi voz en extravío,
de mi voz sin asuntos.
 
Atiende, atiéndelos,
pon –dijiste–
en ello tu cuidado, están aquí, ahí,
sobre la hierba,
cómplices y amagados nos persiguen,
son
los instantes que buscas, los que esperan
nuestro deseo y miran.
 

jueves, 15 de diciembre de 2022

Duermevelas 5/X

 






Decía Borges que la estética se impone al intelecto cuanto más nos acercamos a ese vértice, a ese cruce de caminos donde se deben encontrar poesía y poema. Digo con él. A la vez, creo que jamás lo pisaremos, que sólo sabemos de tal vértice por aproximación. Que para lograr su cercanía debemos construir senderos rectos, los del lenguaje, y hacerlo con la misma terca precisión con que los ingenieros construyen carreteras o vías del ave, claro que ellos saben el punto de llegada, el lugar a donde se dirigen, y nosotros no. Aunque pongamos cara de éxtasis trascendente, sobre todo en España. Siempre hice consideración de que el trazado debe ser económico y tierno, a la vez que tenso y vigilante. Sé que hay otros modos.


(Ilustración: Manuel Sánchez Galán)

miércoles, 7 de diciembre de 2022

Duermevelas 4/X

 




     Nadie que no conozca la exacta geometría de la red puede ser tenido por cazador, por poeta, ni ser admitido en la Academia. Somos multitud –la importuna infantería, que diría Lope– los que vivimos extramuros de la ciudadela, muchos los sin cobijo, los que escribimos en eriales, errantes y a la intemperie. Claro que saberse náufrago, ser en tal conciencia, abre vías de redención y/o de consuelo. Sólo el vero poeta es consciente del daño o el bien provocado, del bien o el daño recibido, como sólo él puede atravesar el vientre embarazado de la verdad y no romperlo, y no mancharlo. La poesía y el poema: dos convergencias, dos rectas que anhelan vértice. Lugar donde la espera y el encuentro, que diría Federico. Y no llamen, por favor, a ese vértice literatura. Dicen que dijo Wittgenstein. Que lo que existe exista es asombroso. Y con él os pregunto: ¿la poesía es un asombro? ¿convenimos que existe?


(Fotografía: McBarri)

domingo, 4 de diciembre de 2022

Carta pública a y dos poemas de JOSÉ LUIS MORANTE

 





    Recuerdas en uno de tus poemas: γνωθι σεαυτόν, conócete a ti mismo, el famoso frontis del templo de Delfos. Sigue siendo. Los poemas de este libro, maduro en certidumbres, que nos has entregado a través de Crátera e Isla Negra, nacen del equilibrio y/o los desequilibrios del hombre con el hombre y con el mundo, desde la tentación del individuo que ha sabido conocer lo que la vida, lo que los otros ofrecen. Un hombre que, casi ya de vuelta, anota con precisión los obstáculos y las esperanzas de los diarios aconteceres; son poemas que surgen del hombre que necesita escribir, que destila, que busca cauce, y que halla en la expresión nadar en seco identidad. La constancia, lo decidido, el acto de superación como conciencia, como propuesta vital –“En los brazos maltrechos/ hay jirones de mí”–, y el hecho de nadar, de luchar en la vida, de seguir braceando, aunque a veces falte la luz. La metáfora del nadador –la solitaria reflexión introspectiva– ha tenido en los últimos tiempos un lugar primordial en la poesía española, que tan bien conoces. El libro está transitado, en mi opinión, a más de por una delicada y sabia emoción metapoética –el poema como asunto–, por una poderosísima presencia del yo poético, de una primera persona que no confiesa, pero que advierte del estadio del nosce te ipsum en que se encuentra; aunque en ocasiones permita con elegancia el tú autorreferencial, ese lugar en donde el observador y el observado coinciden. El sol ilumina a un hombre próximo al cansancio de ser hombre, que diría Neruda, a un hombre en pleno examen de conciencia (hay poemas tan evidentes) en donde la epifanía de la esperanza aparece siempre con su capacidad redentora (“Sigo al borde mí. / Soy un mapa menguante/ enclavado en la espera”). Has escrito, poeta José Luis Morante, contra y a favor del tiempo, a la vez y en sabiendas de que las horas son aliadas y enemigas, esas mismas que hace días que oímos sonar –“la vida de verdad…/ encalló en la ceniza”-, pero la luz de tu flexo sigue encendida en lucha contra los párpados. Eres hombre de búsqueda, llevas muchas palabras (tu candil de Diógenes) buscando al hombre, a tus contemporáneos, escribiendo de ellos, comprendiéndolos o al menos intentándolo. En Nadar en seco te buscas, escuchas a ti en ti, y te remueves. No hay rebelión, mas tampoco sosiego. Ningún hombre puede estar totalmente satisfecho ni con lo vivido ni con lo no vivido, y es desde esa extrañeza desde donde se levanta la poesía más cierta y poderosa. Tu libro vive en esa voluntad de lo no conforme, de que es preciso indagar, seguir excavando la roca. Porque tan solamente, amigo José Luis, desde esa insatisfacción creadora, desde esa tristeza inquisitiva es posible vivir lúcido. Digo esto porque más allá del recorrido discursivo de cada poema, el libro que con tanta fortuna nos has entregado tiene el pálpito vero del hombre que contigo anda y que no piensa dejar de habitarte. El que me interesa. Y al que abrazo.  

El lenguaje, tu modo de construirlo, la riqueza transitiva con la que dotas a las palabras y lo selecto de su elección son otros de los matices del libro ante los que es imposible pasar indiferente. Digo también de la buena doble casa editora. Pocos se fajan en ello como los valencianos de Crátera. Como digo que me ha sido difícil elegir los dos poemas con que suelo ilustrar

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LA SEMILLA

 

En la fragilidad de la semilla
hay un rumor de savia
donde cabe el silencio.
En él escarban futuro las raíces
y dormitan los troncos
que buscan en el aire arquitectura.
 
Somos en la semilla
un ciclo de designios,
y lluvias y solanas,
y pasos que desandan los azules gastados.
A resguardo del tiempo
y su rumor de tábanos,
en la semilla duerme otra semilla.

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FINAL

 

Callo mucho conmigo,
cuando no necesito el hilo medular de las palabras.
Me gusta compartir el despliegue del frío
o calcular la usura de mis rasgos tras el velo de las sombras.
Nunca veo el círculo de luz
que migra ensimismado
dentro de la absorbente pupila de las cosas.
Tengo mirada líquida.
No despejo mis nubes;
quiero verter la lluvia
en el hondo misterio de las desolaciones,
como si fuera un signo que despliega
la masa fibrilar de los significados.
 
Todo reconfigura un linaje vacío.
He buscado refugio en ese hueco
del que ya, sin fisuras, formo parte.
La nada es otro modo de empezar.

Duermevelas 3/X

         




    Sin dejar jamás de ser canto, eco, arcilla, punzón o almádena, en nuestros tiempos la poesía precisa ser escrita para poder repartirse en vuelos. Y ya sabemos que escribir significa siempre intención de presencia, de permanencia. Es el caso que el poeta debe estar entonces prevenido, atento a que lo escrito contenga voz verdadera, algo reñido, desde que lo advirtiera Horacio, con la rutina, con la mediocridad. Solamente el hecho de intentar apresarla, retenerla en la celda del poema –los versos son barrotes, no lo olvidemos– convierte al poeta en cazador, en solitario explorador de territorios, en riesgo asumido. Y es noble su afán de lazo y unicornio, y es noble su voluntad de acecho. Pero afán y voluntad son cualidades que a veces nos resultan insuficientes en el empeño. Voz propia y mundo propio suelen ser necesarios. Alguien dijo (sé que fue Jovellanos): Quien desee pasar en los papeles por poeta, que lo sea.


(Ilustración: Pedro Castrortega)