lunes, 21 de diciembre de 2015

Un libro de Paloma Corrales: Celebrar el aullido

    

  Puede parecer que sus poemas no cuentan, que desprecian el discurso. Que están escritos a golpes de emoción y lenguaje, que la poeta se siente llevada por el instante, por la necesidad de verter. Ella sabe que el poema es el continente de la poesía cuando la poesía desea vaciarse, y lo cuida hasta el extremo. Para que sea digno de acoger el temblor, la explosión de la carne, los zarpazos. Puede que sus poemas carezcan de principio, de final. Puede que sus poemas sean instantáneas, disparos, flashes que duelen. Puede que lo sean, sí, porque iluminan preludios de la culminación. Hablo de Paloma Corrales, que ha publicado Celebrar el aullido en Isla de Siltolá. Paloma Corrales es poeta que atiende decidida a lo imprescindible del hacer poético: a construir guardando el orden de la palabra y los huecos, a la sugerencia. Que no es sino desvelar lo oscuro desde la luz pequeña. 62 poemas de trazo leve. 62 silenciosas dagas. Hay tanta vida, vida vivida, como pureza poética. Limpios hasta la desolación, por ellos se enseñorea el verso corto, el que da paso al sosiego y a la herida. Cuesta encontrar endecasílabos. Es preciso leerlo como está escrito, en el atento silencio del sorbo a sorbo. Como el mejor brandy. No es Ada Salas. No es Chantall. No es Isabel Bono. No. Es Paloma Corrales. Siempre ha escrito así. No concibe el poema de otra manera, si no es en depuración, limpio de signos y palabras que no trabajen. Palabras a las que hace que multipliquen sus significados. Hay en ellos tanta levedad como potencia, como provocación. Dividido en dos partes: Con los ojos plagados e Íntimos de miedo, se extiende en la primera la observación, no de la naturaleza física, no de los días y sus afanes. que también, sino de la incapacidad del hombre, de la mujer, para concretar un horizonte de felicidad. La dicha aparece siempre como sombra huidiza en territorios inexplorados.  Devastadora felicidad, imposibilidad que tienta. volverme nadie/ volverme niña/ volverme rama/ escribir/ pues siempre hay otro vuelo/ para un pájaro herido de jaula.

      ¿Escribir como salvación? Para los amantes de alcobaparalela, su blog, la aparición de Celebrar el aullido no es novedad, sino confirmación. Sabemos que Paloma roe el tuétano de la poesía, hace de ella declinación. rehacer la escritura/ como una resonancia del útero/ con el dolor/ el terrible dolor/ de lo sustraído. En la segunda parte del libro Paloma dirige su intención al desencanto del desamor, a los campos de escombros que lo pueblan, a los vientres que viven las bellezas pretéritas. Poemas, cuerpos como habitaciones que conocen porque conocieron, porque sucedieron. Y en todo, la luz como pretexto, como testigo, como razón. Luz que alumbra las contradicciones, las paradojas del vivir. Una luz ante la que los ojos son incapaces de la certeza. Paloma levanta sus poemas con lo inestable, con la duda, con el vuelo, con lo no esperado. Porque busca. Porque busca con los poros abiertos, porque escribe arrugas, susurros, fugacidades, lodos. Y todo lo vuelve piel, andadura descalza, carnalidades sonoras. Sensaciones. si todo es prescindible/ qué rara esta belleza fría/ de lo desposeído// hay nieve en el cajón/ junto a tus guantes. Con ascético dominio del ritmo y el tempo, la poeta obvia la puntuación, las mayúsculas, encierra los títulos en paréntesis (parece que no confiara), pero resuelve los poemas con punto final. Como si quedase agotada tras su escritura, frontera física que no impide a los poemas seguir ocurriendo a pesar de su decisión.

      Esa es Paloma Corrales, poesía forjada en las trincheras que enfrentan a la palabra y al silencio, enemigos necesarios en el combate a muerte que supone escribir:. Léanla.  
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(para escribirme lluvia)

y de nuevo la luz 
en umbral más terco 
ofreciéndose 
con esa tentación 
que inunda los muebles 
sobre los símbolos 
y los misterios 
sobre el papel en blanco 
y lo que invoca 
como una sumisión imprevisible 
hacia la carne 
como una sed crecida 
absoluta 
invasora 
y de nuevo la luz 
en ráfagas de ti 
para escribirme lluvia 
en esta doble sombra de nosotros 
para escribirme lluvia 
y tocarte 
en el poema.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Un poema de Carmen Jodra: Sebastián

    

    Recuerdo que escuché por vez primera este poema en un recital de "Los Viernes de la Cacharrería" en el que Carmen Jodra leía junto a Diego Román, La fugacidad del poema dicho y la pésima megafonía del Salón de Actos del Ateneo no impidieron que su belleza dejase herida en nuestro recuerdo. Se sabe que Carmen publica escaso, no conocemos las razones, pero poemas como este Sebastián, tan limpio en su emoción como bien construido en el desvelamiento, y que hizo público La revista áurea, en su número 9, hace que quienes descansamos en su obra sigamos esperando. Esperándola.


Sebastián

Cuatrocientos otoños me agrietaron, e inviernos 
cuatrocientos dejaron su nieve en el ramaje. 
Por eso la corteza es tan áspera. Dentro, 
detrás de la corteza, mi alma fluye. 

Mi alma mínima anciana, difícil conmoverla. 
Pero qué fina piel, qué dócil al tormento, 
qué fácil de arañar en las escamas duras. 
Cómo hubiera querido por amor desnudarme. 

Exhausto, derramándose en diecisiete heridas, 
descansó todo el peso de su carne en mis brazos. 
Soy un árbol muy viejo y él un hombre muy joven, 
y una vez lo sostuve entre mis brazos.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Arañando los últimos


      Terminaremos por convertir diciembre en un mes inútil. No sólo laboralmente sino también para el ajetreo poético. Entre puentes a revisar –Constitución e Inmaculada dicen que huelen moribundos– y la alegría comercial de las Navidades, la cosa se queda en nada. Apenas si 10 días, del 9 al 18, por lo que todo se presenta apretadito. Estuvo por aquí el maestro Eloy S. Rosillo, en la Alberti. Cada vez más reconocido como el espejo de la claridad aparente. Álvaro Valverde habla de esas aguas cristalinas (de esos versos cristalinos y en calma) que nos engañan sobre la profundidad del fondo en que muestran y guardan las cosas. Lo presentó Andrés Trapiello. Me perdí saber en directo cómo se consultan y corrigen versos mutuamente, y escucharle leer con pausa una buena cantidad de poemas. También oírle cómo animaba a los asistentes a participar en el coloquio y cómo uno de ellos le agradeció que trabajara (como poeta se entiende) para nosotros. Por allí estuvo Eduardo Merino, poeta y lector. Y José Luis Morante, poeta y antólogo de Eloy.

Miércoles 9. Paco G. Marquina

Marquina mostrando la escarapela
Foto: Cecilia García Baena
      En Trovador, la renovada sala que ahora gestionan Raúl y Fabián. Sigue siendo sede de la tertulia Prometeo coordinada por Ángela Reyes, que en esta ocasión apostó por un lector único y por la ausencia de los sobados poemitas navideños. La cosa iba en serio. Y es que García Marquina, Paco Marquina, el especialista en Cela –sabemos que anda ajetreado con la biografía de Camilo- es un peso pesado de la poesía española. Dueño de una obra longa y firme. Y amo de un sentido del humor tan sigiloso que suele envolver, aprisionar, al personal sin ser apenas notado. Es cosa de elegancia. Leyó con voluntad de estilo, como en un autoexamen, una selección sorprendente de poemas. Digo sorprendente porque escarbó en los baúles de los enamoramientos, de los ensañamientos, de los tiempos en que la mirada y la acción se convertían en tigres. Los oyentes, que casi llenaban el anfiteatro, se lo agradecieron. En especial Elvira Daudet, Carmen Rubio y JL Morales que ocupaban la primera fila. Poco a poco fue acercándose al prado de los sonetos, a los alrededores de la sonrisa, a los pozos de su sabiduría. Hondos. Honda. Poemas dejados por el aire a lo balduendo, como en desgaire, que semejaban bombas de racimo. La voz le fue creciendo hasta un soneto final esplendoroso. Y muy aplaudido. Tanto que, y esto fue sorpresa, al levantarse para el saludo final le había crecido en el pecho la escarapela verde de la gratitud. La cual mostró orgulloso a petición del público. Lectura, ya pueden suponer, que reconcilió a la clientela con los vinos que siguieron. Porque siguió comentándose. Que se repita.   

Viernes 11. Rafa Mora

López Azorín y Rafa Mora
      En la librería Lé (Castellana 154), que mantiene una decorosa sección de poesía. Allí adquirimos Barbarie de Andés G. Celdrán. Editado por Adonáis. Editorial de referencia, pero en retirada, como Hiperión. Ya no apuestan, Sólo o casi sólo publican premios. Una lástima. Todo lo contrario que Eirene, pequeña y con fiereza. Que mana con el empuje de Chelo Altable, su promotora. Hace poco editaron un precisa antología de Antonio Hernández bajo el título Distancia que regresa, y de la que ofreceremos noticia. El viernes se trataba de presentar el primer poemario de Rafa Mora por parte de Manuel López Azorín, responsable de la sección de poesía. El poemario de Rafa se titula Naturaleza urbana, y según se dijo forma parte de una preocupación pretérita del autor: la ciudad es un libro que se anda con los pies. Preocupación, se dijo luego, que ya va por otros barrios y estéticas, pero que consideraban necesario hacerla pública. Lleno a rebosar en la librería. Apenas si pudimos escuchar el primer poema leído por el autor –debíamos ausentarnos– no sin observar como Alberto Ávila, Ana Montojo y Julio Santiago seguían el resto de la lectura. Rafa Mora forma con Moncho Otero un dúo musical conocidísimo en los ambientes literarios de Madrid. Suelen musicar poemas de diversos autores y mantienen mensualmente, en Libertad 8 y bajo el título de Versos sobre el pentagrama, un acto al que acostumbran a invitar, para intercalarle recitando entre sus canciones, a un poeta con gancho de la nuit poética.


Viernes 11. Blas Muñoz 

Rafael Soler y Blas Muñoz.
Foto: Vitruvio
      El 27, Castellana abajo, nos traslado casi a Colón. Muy cerca, en el Centro Riojano, Rafael Soler presentaba la antología de Blas Muñoz Pizarro que, bajo el título De la luz al olvido, ha editado Vitruvio sobre la obra del valenciano. Queríamos estar por el autor. Y por el presentador, uno de los pocos que a más de marcar los tiempos –para, templa, manda– suele combinar generosidad y justicia en sus análisis. Rafa Soler se ha convertido en un puente necesario entre lo valenciano y lo madrileño en los afanes que preocupan al mundillo. Imprescindible, dicen algunos. Llegamos cuando ya leía el autor. Voz ronca, tomada, que añadía un toque de trascendencia. Blas ha sido un poeta intermitente. A la manera de un Halley. Tras una aparición fugaz y luminosa a principios de los 70, se alejo para volver a la fiebre hace ya unos 10 años. Una década, esta última, fructífera en actividad, en escritura, en creación de mundos. Respetó el orden cronológico para la lectura de sus poemas, el mismo que guarda la antología. Nos fue posible apreciar la evolución hacia una poesía cada vez más reflexiva, más nacida desde las emociones de la naturaleza, más íntima, más sencilla también. Preocupada siempre por la fugacidad, por la proximidad de la nada, por el necesario goce de la luz, de la vida. Y atenta a cuanto de pérdida se advierte en derredor. Al haz y al envés del olvido. Construida desde la sonoridad clásica pero sin someterse. Es autor excelente de sonetos. Sonetos de donde la rigidez se ausenta, donde apenas se observa su tentación de caja Y aunque no forma escuela, es posible observar en su obra el toque sensorial que baña a la poesía valenciana actual. Oriente a donde tantos miran. José Elgarresta, Alberto Infante, Alfonso Berrocal, escucharon a nuestro lado. Pablo Méndez, el editor, dijo que esta fue la 80 y última presentación del año. No está nada mal. Luego, fue imposible no prolongar la tarde en el cercano Platea, lugar más que actual para dejarse ver y ser visto.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Un poema de Narcís Comadira: Balthus

   
F. Beltrán, V. Molina Foix, N. Comadira y J- M. Micó
 Raro para los
tiempos que corren. Vino un poeta catalán, en lengua catalana, a presentar su libro a Madrid. Y no en Blanquerna. Ocurrió el último día de noviembre en la Librería Alberti. Edición bilingüe de una antología seleccionada por el propio autor. De 17 libros publicados. Es su primera traducción al castellano. Realizada en su mayor parte por José María Micó, aunque se aprovechan algunos poemas traducidos anteriormente por Molina Foix y Dolors Oller (los tres presentes) y otros. El poeta es Narcis Comadira (Gerona, 1942), su título El arte de la fuga y la edición muy Cátedra. Bajo la responsabilidad Jaume Subirana (también presente) y autor de la Introducción, añade un Prólogo de Molina Foix y un Epílogo de Dolors. Inició las palabras previas Fernando Beltrán y las continuó Vicente  Molina Foix, que recordó sus tiempos de juventud en Londres con Narcís y alguna que otra anécdota. El autor insistió en que la Antología -agrupados los poemas por afinidades, no cronológicamente- supone una novedad incluso para los lectores en catalán porque contiene los poemas por él señalados como preferidos. Leyó primero Micó en castellano y luego, espléndidamente, Comadira en catalán. Poemas generosos, inteligentes, claros, receptivos de sensaciones, de arte, de paisajes, de personas. Poemas al servicio de todos y de la poesía. Sugerentes, íntimos, escritos sin afanes espurios de posteridad. Narcía Comadira es también pintor, ensayista y autor dramático. Pocos poetas madrileños entre los asistentes, José Ramón Ripoll y Rafa Contreras entre ellos.

        Ofrecemos (castellano y catalán) un poema deuda, el que dedica a Balthus, glosando uno de sus cuadros más conocidos.   

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Balthus


La cortina, pesada,
cela el paisaje:
campos extensos de Francia,
trigal y robles,
olivares, ruinas
de los cerros de Italia.

Desplomada,
encima de los turbios cojines,
la muchachita sueña.
El muchacho, febril,
en juego adolescente,
esconde cartas.

Quema en la chimenea
el fuego del hastío.
Hay un melocotón con piel de nalga
en el frutero antiguo.
Son los ojos del niño
dos peces asombrados.

Sobre la vulva, luz.
El vidrio del quinqué,
ardiente, erecto,
fascina a la falena.
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La cortina, pesant,
cela el paisatge:
camps estesos de França,
roures i blat:
oliveres, ruïnes
del turonets d´Itàlia.

Deixada anar,
damunt de coixins tèrbols,
la noieta somia.
El noi, febrós,
al joc adolescente,
amaga cartes.

Crema a l´escalfapanxes
el foc del tedi,
Hi ha un préssec pelldenatja
a la fruitera antiga.
Els ulls del nen
són dos peixos atònits.

Sobre la vulva, llum.
El vidre del quinqué,
ardent, erecte,
fascina la falena.

martes, 1 de diciembre de 2015

Hotel en Oxford







Un lápiz que se afila, una

pantalla de cristal que anhela el tacto,
un papel encendido,
un paisaje dispuesto de herramientas
con que pintar aquello que creímos saber
¿que aún creemos?

La noche en el hotel es cenagosa,
los gin-tónics son cuarzo
y es la luz sin fulgor
aire salobre

lugares donde el miedo se refugia 
desde el atardecer,
donde la sien es sola.

Por el bar,
cruzando la moqueta ríen 
aviesas lagartijas la soledad del huésped,
su temor de cisterna, ríen su balbuceo
mientras se afila el lápiz, mientras se incendia
la piel gris y fingida de la tablet

y tú no sabes si pretendes
o no escribirte, estás triste y ya conoces que
solamente lo triste te revela.


viernes, 27 de noviembre de 2015

Crónica en dulce otoño

     Errante anduvo la redacción de Mientras la luz durante el dulcísimo otoño del pasado fin de semana. El viernes en Albacete, lugar donde se hace la mejor poesía de Castilla La Mancha. Convocados por Amuni, asociación que guarda y acrecienta el Museo del Niño. Era el caso que se presentaba su segunda publicación, un bellísimo tomo en donde colaboran más de 100 poetas españoles rememorando o glosando sus juegos infantiles, ilustrado por 18 espléndidos artistas. Antón Pirulero es tu título y Pilar Geraldo su constante y genial coordinadora. Asistieron colaboradores de toda España con obra en el libro. Manuel Cortijo Rodríguez tuvo a su cargo el saludo de los poetas. Lola Catalá el de los ilustradores. Al mismo tiempo se celebraba en la ciudad el Festival Fractal de poesía que organiza, entusiasta y sin dinero, la asociación del mismo nombre. Asistimos en la Librería Popular a la presentación del libro editado Armonía en rebelión de Luis Alfonso Iglesias Huelga, asturiano residente en La Rioja, que leyó acompañado por el albaceteño Antonio Rodríguez, que hizo lo propio de su segunda edición de Insomnio.  El sábado, y tras la sorpresa del 0-4 en el Bernabeu, en Torre de Juan Abad, señorío que fue de Francisco de Quevedo, se presentó otro libro colectivo: la entrega anual que, bajo la coordinación de Luis Díaz Cacho, ejecuta el sello editorial Oretania para poetas de Ciudad Real, en esta ocasión dedicado a la poesía de humor. A risas con la palabra es el título del tomo que reúne a 18 poetas de la llanura. Errante anduvo la redacción. Kilometrera.

23 lunes

FedericoRico, Charo Fierro y Juana Vázquez
Foto de Federico Romero
     De todas las convocatorias que empedraban Madrid el lunes 23, el Jefe eligió la del Círculo de Bellas Artes. Tendría sus razones. En la sorprendente y bella, dotada de comodísimos divanes, Sala de Juntas, se presentaba el libro El incendio de las horas de la poeta, novelista y ensayista Juana Vázquez Marín. Mesa enorme, 60 asistentes, sitio extraño para un evento que Charo Fierro, la editora, se encargó de humanizar y que Federico Rico, músico dijeron, quiso aromatizar con sus abstracciones sonoras. Juana venía guardada por dos palabras previas. Una, Rosa Silveiro, tocada y bella toda la tarde, consciente de la ausencia de megafonía levantó su voz para decir que es un libro descarnado en donde el tiempo se trocea en carne de psiquiatra, urbano, libro donde la poeta vive la ciudad desde la matinal melancolía hasta los ruidos, el alcohol y los cigarros que la llegada de tarde aportan. Dijo que es el grito desnudado de una poeta cada más transgresora, cada vez más auténtica, desde que fue capaz de Tiempo de caramelos. Dos, Enrique Gracia Trinidad. Templó la voz, como suele, para recordar los orígenes extremeños de la autora y las circunstancias de su primer poema, el que dedicó a la señora Orosia, la blanqueadora de Salvaleón. Luego habló de su amor por las palabras tristes, de su madrileñismo, de su afán por estar y escribir en el Café León. Coincidió en que el libro es un despojamiento de velos, un toque bohemio de una bohemia roja de toda la vida, de una mujer sin pose. En fin, poesía impura, contagiada de mundo, de roce, de gentes. Tras las presentaciones emergió Juana, decidida: Pues no, hoy no pienso leer los poemas en los que me desnudo, leeré poemas dulces. Soy bipolar y eso es lo que ahora me apetece. Y leyó seis o siete poemas de su incendio, poemas en donde el tiempo y las sensaciones iban de la mano, desde la melancolía de las mañanas, las tristezas de los mediodías, la exaltación de las tardes y la complicidad de las noches. En el pequeño diálogo, animado por Rafael C. Montesinos y Marga Clark, nos advirtió de su estado actual de libertad individual y del gozo que le produce el verse libre de tantos compromisos y tantas metas como la tenían atenazada. Hago lo que da la gana –repitió- y soy feliz. Lo parecía a las 20:35.   

24 martes

   
Rosa Jimena, Ángeles Fernangómes y Carmen Fabre
Foto Manuel M-Carrasco
 En el Café
Ruiz, sesión terapia entre amigos, auténtica tertulia, abierta, libre, sensitiva. Rosa Jimena, como coordinadora del grupo Poesía en Sidecar, explicaba las motivaciones y las características del grupo que durante cuatro años mantuvo un hermoso ciclo en Libertad 8. Dijo que, surgido alrededor de los asistentes al taller de Enrique Gracia, decidieron actuar para dotar a la poesía de un ambiente lúdico que atrajese a los no iniciados. Habló de los componentes del grupo, de los iniciadores. Presentes estaban Jesús Arroyo, Ángeles Fernangómez y Manuel Martínez-Carrasco que matizaban en sus intervenciones. Y de la preocupación porque otros muchos poetas cercanos se incorporaran, de las salidas a otros escenarios, de las antologías editadas, del éxito de las tres primeras temporadas y de la sensación de cansancio o de rutina, no pudo despejarse la proporción, que les llevó a tomarse este año de reposo y reflexión. Aire franco para una experiencia que ha marcado. Mientras la luz, que ha dejado constancia de algunas de sus sesiones, espera.  

25 miércoles

   
En la presentación de 21veintiúnversos
Foto de JL Torrego
 Es sabido que
en las galerías de arte escasean las sillas por eso la mayoría de los asistentes atendían de pie. Sucedió en la NF de Monte Esquinza 25. Entramos junto a Manuel Rico, reciente y afanado director de la Colegial de Escritores, con la que pretende dotar a la voz colectiva de los autores del necesario peso en la sociedad española. Habían convocado Juan Pablo Zapater, Francisco Benedito y Víctor Segrelles, misacantanos editores de 21veintiúnversos, Revista de Poesía Contemporánea, que han decidido editar en Valencia ante la ausencia de otra y la urgencia de su voluntad. Hablaron de sus razones, aclararon que en cada número figurarán 20 poetas más un artista plástico responsable de la portada (de ahí el nombre). Y dieron gracias infinitas a Jordi Teixior, allí presente, por haber realizado la primera. Animosos y sinceros, hablaron también de micromecenazgos y de su voluntad de permanencia. Tres números anuales. Para ilustrar el acto, Cecilia Quílez y Raquel Lanseros leyeron sus poemas. En las conversaciones finales, con un vino en la mano, Cecilia comento a Mientras la luz la inminente salida, esperadísima por otra parte, del nuevo libro de Alejandro Céspedes y Raquel de su participación en la próxima y mexicana Feria del Libro de Guadalajara, parece que nos debemos acostumbrar a compartirla. 21veintiúnversos ofrece como anticipo un poema del libro inédito de César Simón, El pretexto y el fervor, que verá la luz junto a su poesía completa en el volumen que, preparado por Vicente Gallego, entregará Pre-Textos en breve. Lo ofrecemos.
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La fuente de la vida

Qué reclamo divino
al fondo de la hiedra,
gruta inmortal. El pecho cómo respira
el aroma abrileño de los mirtos.
Y qué fervor supremo
este fervor de cuerpo y alma.
Sólo desnudo ven a estos jardines,
solo desnudo acércate y olvida
esa muerte que deja
tu crisálida antigua sobre la antigua hierba.
No cantes esperanzas ni alegrías.
Sólo el hondo perfume de las flores
es… para todo y nada,
como tu propia desnudez primera:
una verdad inextinguible.      

                                                  César Simón

lunes, 23 de noviembre de 2015

Un poema de Julia Conejo: Mujeres descalzas


Mujeres contadas por mujeres. Ojos de mujer mirando a la mujer. Mundo frente a mundos. Necesidad de volverse para saber, de volverse para saber la altura exacta desde la que se mide el mundo. No tiene el dramatismo de Atavío y puñal, que escribiera para Olifante Mª Ángeles Pérez López, o el aroma de pérdida de Mª Luisa Mora en El don de la batalla, porque el ángulo de la mirada es otro, como lo es el caminar del verso, el aire que mueve el paso de las páginas. La leonesa Julia Conejo mira a su alrededor con voluntad de púa, pero sin angustia. Mira y escribe anotando los miedos cuando escarban, los recuerdos que se niegan a huir, las esperanzas compartidas, las lecciones de plomo o de oro que las vidas de otras mujeres han dejado entre la nubes que pasan. Su libro El bolso de Mary Poppins, sabe de la dignidad de las palabras leves, de aquellas que solamente pretenden acariciar la piel, decir. Estoy aquí, bajo tu ropa, déjame ascenderte, llegar al pecho, contarte. Un libro escrito desde la claridad más necesaria, aquella que da sentido a la poesía hasta hacerla obligación serena. Del que escribe, del que lee. No es fácil la limpia subjetividad. Lo caliente viviendo entre lo analítico. Cerebro y tripas alrededor de la emoción. El libro obtuvo el premio Carmen Conde del presente año, pero está llamado a romper esa barrera limitadora. Ha salido a buscar y encuentra. Nos ha encontrado.
 
Este es su primer poema, el que ya no deja que te vayas.


    
Mujeres descalzas

Me asustaban las filas
de mujeres descalzas
con abrigos de paño
y una vela encendida entre las manos.

No entendía por qué,
pero cuando pasaban por delante
me encerraba la cara
en algún recoveco del cuerpo de mi madre.

Sentía que la boca
se llenaba de barro
y que las cucarachas abrían galerías
partiendo de las plantas de mis pies.

No era un temor infantil
que se acallase
con palabras amables
ni con chicles de fresas. 

La semana pasada,
cuando llegó la hora de la cena en el geriátrico
y yo me despedía de un pariente lejano,
el pasillo se llenó de mujeres calzadas,
que no llevaban velas,
y formaban una hilera
de sueños desahuciados.

Y si hubiera tenido
a mi lado a mi madre,
me hubiera refugiado
al fondo de su abrigo. 

Porque hay temores
que siempre van descalzos
delante de nosotros,
aunque pasen los años.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

El reino de los presentadores

Las últimas granadas
Foto: MCBarri


Españolísima costumbre esta de presentar a un poeta a quien todos (o casi) conocen. Acto que persevera como rito indeleble, como implacable ley física. Pocos se atreven a contradecirlo, aunque algunos trasgresores y/o indisciplinados he visto. Bien porque, cansados de molestar a los amigos, se presentan a sí mismo o bien porque prefieren fajarse de inmediato con la faena, hartos de sonsonetes y embelesos. La pirueta alcanza su cenit cuando el conductor de la tertulia se ve obligado a alguacilar al alguacil, o sea a presentar al presentador. Y tan contentos. Como a veces nos hemos preguntado por la razón de este "hoy por ti y mañana por mí" y su persistencia, es posible que en estos pasados días hayamos encontrado cierta explicación. Y es que a veces hay presentadores que saben hacer su labor; labor que no debería ser otra sino la razonable de acompañar, explicar e incitar. Más que suficiente para dos folios y medio (o tres) en times 14. Pero como a algunos les parece poco aprovechan para transformar los tres infinitivos anteriores en: presentar(se a sí mismos), confundir (al personal) y extender (el aburrimiento). Con el estrambote, en bastantes ocasiones, de querer competir en lirismo y extensión con el poeta convocado. Sería conveniente que los aficionados a este lance conocieran la habilidad de LA de Cuenca, uno de los más reclamados. A quien suscribe le entusiasma su actitud: elegante displicencia, creo que se llama. EGT y Paco Marquina, también tienen su aquel. Javier Lostalé es pura amabilidad stajanovista, lo juro.. En fin, ¡ay del oficio y de quienes lo ejercemos, gozamos o sufrimos, que somos muchos! Digo lo anterior porque tuvo suerte este pobre cronista en su peregrinación tertuliana de noviembre. Tiempo este de las últimas granadas y las primeras aceitunas.

Darío Frías
                 Foto JL Torrego
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El caso de Darío Frías. Vino el tudelano de gira por la meseta. El viernes 6 presentó en Madrid, En la región de Escitia, poemarío que toma por  hilo sostén  al exiliado Ovidio y con el que obtuvo el premio Nicolás del Hierro 2015. Lo presentó el poeta José Luis Morales que señaló la posibilidad de un estadio vital en Darío que pudo llevarle a una situación de soledad desconsolada pareja a la del poeta latino, pórtico y causa de la bellísima desolación que domina al poemario. A esto sumó unos certeros apuntes sobre su voz: estilo y técnica. Suficiente, exacto. El sábado 7 viajó Darío hasta Manzanares, presentaba allí Los nombres y los días, premio Ciega 2014 y allí le precedió la palabra de Cristina Cocca, quien contuvo su vena lírica para ponerse al servicio de la presentación, Destacó del libro su tono bíblico, de limpia versificación, en donde la sintaxis de la muerte dialoga con la vida a lo largo de las cinco presencias agónicas elegidas por el autor: la decadencia, el espanto, la locura, el lenguaje y el silencio. Cristina fue breve y claridad. Aciertos comentados durante la cena con Santos Domínguez, premio Ciega 2015, con Antonio G. de Dionisio, gestor del premio, y con Antonio Huerga y Charo Fierro, todavía editores.

José Cereijo y José Luis Morales
             Foto. Jesús del Real
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La Tertulia Arco Poético cambió de sede por obras en la habitual. Se ha trasladado a la B.P: Manuel Alvar. Inauguró, jueves y 12, el nuevo recinto José Luis Morales, poeta, antes presentador y ahora presentado. Tuvimos suerte quienes asistimos. José Cereijo encargado de abrir la sesión tuvo la habilidad de tomar una respuesta de José Luis a la pregunta ¿Cuál es su concepto de la poesía? y desde allí desliar las maneras de hacer del presentado. Precisión y claridad, dijo. Procurar que las cosas sean dichas de la única manera en que pueden y merecen ser dichas, Escribir sin veladuras ni abstracciones de aquello que la vida ha hecho de nosotros, de la emoción que transita desde nuestra conciencia hasta el silencio. Cereijo es hombre culto, leído y por ello citó con naturalidad a Ifor Evans, a Gil de Biedma, a Montaigne, a Emily Dickinson y a TS Eliot. Dijo que el último libro de J.l. Morales -del que después leyó contundentemente- no desmiente a los anteriores sino que los legitima y  ahonda. Y señaló cómo el texto inédito ofrece nuevos poemas, producto de lo que viene en llamarse poesía objetivista, la que describe sin adornos. Tan exacto estuvo el presentador, y tan transitivo, que la lectura no fue sino un disfrute de los frutos anunciados.

José Luis Fernández y José Elgarresta
                Foto: Ediciones Vitruvio
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El siempre celebrado Pepe Elgarresta convocó para llenar el viernes 13 la Casa de Fieras del Retiro. Presentaba un libro físicamente desmesurado. En dimensiones y en paginación. Un tomo que recoge ocho de sus últimos libros (no todos), algunos editados, algunos inéditos. El color negro vitruvio añadía severidad a un recinto colmado de felices poetas amigos. José Luis Fernández Hernán, (a. Capi), de terno rojo excitante, tomo las riendas del asunto. No suele este presentador llevar textos escritos sino apuntes, lo cual dota a su discurso de una naturalidad que se agradece. y fue directo al toro: Elgarresta escribe así porque es así, porque piensa así. Es un hombre perennemente descreído, sin confianza ni en lo humano ni en lo sobrenatural. Un hombre que construye, desde la negación, poemas que cuestionan nuestro hacer, que tensan las intenciones: nada hay que celebrar contando si no es la denuncia de la incapacidad del hombre para resolver la vida, bien por necedad, bien por ofuscación. Puede parecer un poeta más de la desolación, pero no, aquí aparece argumentada, radical, sincera. Tanto así, se nos advirtió, que el poeta autor de Solo los dioses nunca duermen, que tal titula a su recopilatorio, apenas se preocupa por las figuras retóricas. Su decir reflexivo suele ser aprosado, libre de tropos castizos, tan solamente transitado por lo explosivo de alguna de sus imágenes. Y todo parecía cierto. Porque lo era.   

martes, 10 de noviembre de 2015

Poema: Sencillez

MA García
Fragmento
En dónde
–le pregunté al Maestro–
hallar la necesaria
sencillez que me exige
la voz para quedarse en el poema.

No la hallarás aún-me contestó-
no vive entre las cosas,
no está en las criaturas,
recuerda a Claudio,
no habita soledad
fingida ni se esconde
en los azules breves de una llama

no es vuelo todavía

no se halla en la razón
ni en muchedumbres,
no es hoz ni polvareda.

Aún es pronto.

Para ti,
que todavía ardes,
todo es batida incierta, desamparo

espera,
–continuó poniendo
una mano en mi hombro–
no hallarás su lugar, su territorio,
hasta que escribas solo,
vacío de ambición y para nadie,
como si hubieras muerto.


                      (De Locus Poetarum)

sábado, 7 de noviembre de 2015

Es una antología y no una antojo-lía

Editado por Pre-Textos en coedición
con la Biblioteca de Autores Manchegos
de la Diputación de Ciudad Real

   

   Ante la ausencia de Ángela Vallvey, Corredor Matheos y Dionisio Cañas que apadrinaron, según nota de prensa, la presentación en Ciudad Real, la de Madrid (Librería Alberti / 4 noviembre) se conformó con la presencia de cuatro de los nueve incluidos. Martinez Sarrión no ha hecho acto de presencia en ninguna de las dos, Félix Grande falleció ha tiempo. Casi 50 personas escucharon. Fue un acto rápido, sencillo, claro. Se presentaba De mi tierra (Antología de la poesía manchega entre dos siglos), edición a cargo de los profesores Rafael Morales Barba y Ricardo Virtanen. Ambos poseen la suficiente sabiduría y la distancia emocional necesaria como para abordar con éxito el objeto de su estudio, como para poder hacer un buen trabajo. Y, al decir de la mayoría de los que ya la han leído, lo han realizado magníficamente en lo que toca al estudio de las poéticas de los nueve que la conforman.

     Morales Barba comenzó el acto asegurando que lo firmado para Pre-textos (al final fue Pre-textos) es una auténtica antología, no una antojo-lía, remarcando la pausa interna. Un asistente, a mi derecha, nos inquirió por la diferencia. Después lo aclaramos, le dije, a la salida. Que no intenta, prosiguió Morales Barba, canonizar a nadie sino hacer patente la existencia de los autores y su calidad, nuestra intención es que los demás visualicen a los poetas manchegos. Dijo también, ante las críticas recibidas por su concreción, ante la extrañeza generada, que la antología se sostiene por sí misma. Ricardo Virtanen, tras afirmarse rotundo en la necesidad de poner límites –no me interesan los centones, aclaró-, señaló que la disparidad territorial que muestra (siete poetas de Ciudad Real, uno de Toledo y otro de Albacete) se justifica por el absurdo de su contrario ¿Por qué un reparto igualitario?, dejó en aire. Ambos aseguraron, por enésima vez, que están preparando un segundo tomo. Este ritornello que ya aparece en la primera página del prólogo, fue causa de sospechas y dudas en el vecino de la izquierda: Parece que con ello quisieran evitar críticas de los ausentes (algo que por supuesto no ha ocurrido) o anunciar que en la segunda parte pondrán remedio a lo evidente, me dijo muy quedo. Le rogué silencio con un gesto de la mano. Sea como fuere, con desparpajo, buenas razones y aplausos pasó la primera parte del acto.

Carmen Bermejo y José Luis Morales leyendo a dúo
Foto: José Luis Torrego
     
En la segunda, leyeron los poetas presentes, en su mayor parte amigos confesos de este blog. Comenzó Pedro A. González Moreno, con cuatro poemas que lo representan en plenitud: tres poemas de erosión y uno de salvación. José Luis Morales apostó en su turno por algo muy suyo, por el poema inclusivo, llamado también poema paréntesis, el que se incrusta dentro de otro. Se ayudó para el segundo de ellos con la espléndida actriz Carmen Bermejo, allí presente. Siguió Manuel Juliá, austero y escueto en la lectura firme de unos de los poemas en prosa que configuran su Cuarenta latidos, el que atañe al ajetreo perturbador de los cementerios. Y cerró Beatriz Villacañas, ausente como Pedro A. en Ciudad Real. Aprovechó para hacerlo con la lectura de cuatro poemas, dejando para último sus afamadas liras levantadas en el ambiente dublinés.

     Durante el metro de vuelta y una vez superada la generosidad de los vinos con que el primer seleccionador quiso compartir su alegría, pudimos ojear el colectivo volumen añil. A vuela vista distinguimos el rigor y el compromiso con la totalidad de su obra que mantienen algunos de los seleccionados. Y la desconfianza de otros con su pretérito poético al hacer de su espacio escaparate actual. Cosas. Distintos y distantes. En todo el vagón se hablaba del asunto: La verdad es que son distintos los nueve incorporados, decían unos, y eso es un mérito. Pero al tiempo parecen demasiado distantes, matizaban los que desconocían los motivos de la génesis, y esa es una de las causas que originan la extrañeza,. Y como de pasada... de la necesidad del bruñido, de la obligación del cupo. Pero sottovoce, claro. Y mirando a los lados.
17 euros
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Nota: Como nuestro primer preguntón desapareció a la salida, no pudimos advertirle que cuando alguna antología se refugia en capricho, es cuando deviene en antojo-lía. Esta no lo es, al rotundo decir del profesor Morales Barba. Y eso es lo que me tranquiliza. Lo que nos conforta a todos. Lo que nos llena de alegría.
Dionisio Cañas y Manuel Juliá lo explican aquí

domingo, 1 de noviembre de 2015

De la pintura. Consejo de redacción de noviembre


    
     La pintura y la poesía parecen haber recorrido caminos cercanos. "La pintura y la literatura forman una simbiosis maravillosa" afirma  Eduardo Arroyo, comisario de la exposición La oficina de San Jerónimo que se muestra en la Casa del Lector. Pintar con la palabra, hacer poesía con la línea y el color son dos dichos usados frecuentemente  Pintura y poesía alcanzaron su cenit, al decir de algunos, en Altamira y en Homero; luego, y hasta estos nuestros días, no han hecho sino degenerar. Otros escépticos dicen que ese señuelo profesoral de la écfrasis es lo más parecido a dos boxeadores sonados que se abrazan a la vista de todos para disimular su falta de vigor o la necesidad de ayuda. Pero la exposición de Carlos León en Alcalá 31 y este soneto y otros de Rafael Alberti en A la pintura se empeñan en desmentirlos. Tal vez por eso, la inauguración de la temporada en la Tertulia Rafael Montesinos girará alrededor de este tema. Tomen nota, está de actualiudad, dijo el Jefe antes de salir con prisas.


                                                    Al lienzo



A ti, tela tendida, plano al viento
de la mano, el pincel y los colores;
ventana o mirador de miradores
para la creación del pensamiento.

A ti, camino de éxtasis, portento
que surges de la nada en esplendores,
terco dominio, imposición, rigores
y frontera encumbrada de un momento.

A ti, goce después, a ti, sumiso,
peligroso, resuelto compromiso
sobre una mar en calma que perdura.

Ya no eres lino, plano humilde, tela.
Ya eres barco celeste, brisa, vela.
A ti, ángel salvador de la Pintura.


miércoles, 28 de octubre de 2015

Un poema de Pedro A. González Moreno: Patria infame

     Dice JL Martín que los poemas son una partitura, que no pueden ser leídos como prosa. Por eso es tan importante su disposición topográfica sobre el folio. Y la disposición del lector al enfrentarse a ellos. Deben ser bien leídos si queremos que conserven la pureza de su magia. Leídos primero por el autor para el autor con el fin de romper la soledad en que han sido compuestos, Y leídos después en público de la  manera más convincente. Es preciso que la perfecta comunicación potencie su valor emotivo. Que las pausas, convertidas en silencios, se llenen de significados. Tanto o más que los que guardan las palabras.

Pedro A. González Moreno
(Foto: MCBarri)


   Así hay que leer este poema de Pedro A. González Moreno, titulado Patria infame, que traemos a Mientras la luz al hilo de la muerte del longevo Carlos Bousoño. Ahora que parece tiempo en que una generación de poetas se empeña en dejarnos. Si bien es cierto que Bousoño pudo conocer en vida su reconocimiento como poeta y como crítico, son más aquellos que sólo tras su muerte logran una fugaz aparición en la memoria colectiva. O comienzan a ser leídos y cantados.


Patria infame
            
                A Luis Rosales

Es costumbre entre la tribu honrar a sus poetas o, más exactamente, a sus cadáveres,

y condecorar sus esqueletos, sacar brillo a sus momias o pasear bajo palio sus cenizas.

Pero antes de ser urnas funerarias los poetas vivieron. Vivieron y tuvieron sed y frío y a algunos les negaron la luz y hasta esparcieron sal en sus umbrales.

Con mayor elegancia, a otros prefirieron ignorarlos. Y les pusieron trajes cortados a medida:

unos trajes de sombras que tenían la extraña propiedad de hacerlos a ellos y a sus versos invisibles,

o les pusieron trajes más estrechos, con olor a celda y trajes más exóticos que olían a los campos lejanos del exilio.

Y en sus labios, que tanto habían besado, no sembraron besos sino la amarga semilla del rencor.

O los fusilaron con balas de luna en cualquier descampado, a ellos que tanto habían amado la vida.

Patria infame la patria que honra sólo a sus muertos y deshonra a sus vivos.

Alguien con muchas ínfulas (o tal vez poderoso) alzó la voz y dijo: Que se vayan muriendo los poetas.

Que se vayan muriendo… Ya habrá tiempo de hacerles después un homenaje. No hay muerto que rechace una medalla. Costumbre es de la tribu… 

Que se vayan muriendo. Con un poco de suerte no hará falta matarlos, tal vez, piadosamente, ellos mismos decidan morirse por su cuenta.

Que se vayan muriendo… Siempre habrá un centenario en el que recordarles, y por si no tuvieran buen perfil para estatua, habrá al menos una flores que llevar a sus tumbas.

Continuó la voz: Que canten aunque no los escuchen. Hacen falta palabras.

Hacen falta poetas que nos llenen el mundo de palabras, para que así nosotros podamos enturbiarlas y nombrar la ignominia y amasar con ellas el pan de la traición. 

Costumbre es de la tribu honrar a los poetas…

Patria infame la patria que recuerda a sus muertos pero olvida a sus vivos.