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Piedra de cocina
I
Esto sucede en la cocina cada domingo:
mi hermana secciona en presas
tiernos cabritos y conejos.
Los animales, despellejados sobre la tabla,
proverbialmente vivaces y elásticos,
parece que guardaron memoria de su muerte
que aquí se prolonga.
Mi hermana, en su crueldad funcional y sin pesar,
compromete a una piedra, la hace cómplice.
Es un canto rodado negro
con el que golpea el lomo del cuchillo.
Las presas adobadas
se hacen en el fuego manjar familiar, tribal,
que en la mesa bendecimos
con vino
y sin escrúpulos.
II
Es más fácil coger un cuchillo de día que de noche,
o una taza, o un azucarero.
De día las cosas son dóciles, se avienen
a nuestro dominio.
De noche, en el silencio y la penumbra, nos resisten,
tienen otro peso, decantan su porte, aunque algunas
se revelan más fáciles.
Esta noche distinguí en la cocina
el canto rodado negro. Era
un pequeño animal que se abrazaba fuertemente a sí mismo
o se devoraba hacia dentro
en su apretada intimidad.
No era la piedra dura que golpea el lomo del cuchillo
y destaza
los animales de la comida.
Yo la oí llorar y era blandita.
4 comentarios:
¡Qué fácil resulta para los buenos sacarle el jugo poético a cualquier objeto! Anoto en mis apuntes la nueva lección, Maestro. Gracias y un abrazo.
PD. Espero que todo vaya bien con la salud, estas ausencias prolongadas asustan.
Ya decía yo que me hacía daño al golpear el lomo del cuchillo con la mano!. Así que se usa un canto rodado?. Lo que se llega a aprender yendo de tu mano, querido amigo. Cocina o poesía, que de todo hay que comer.
Un abrazo.
Gracias Leo, todo marcha espléndido. Los buenos poetas nos plantean siempre nuevas apuestas. Un abrazo.
Manolo no vuelvas a darle con el dorso de la mano. Usa una piedra negra, de obsidiana. NO hay carne que no ceda a su impulso. Y no la toques por la noche. El poema ya está escrito.
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