lunes, 3 de marzo de 2014

Para qué un sombrero Heisenberg





   Creo que llevaré el sobrero Heisenberg -me dijo- el de Breaking Bad. Estoy a gusto bajo ese techo, soy el último en remar y eso siempre es un riesgo. Le animé, le dije que debería venir con la moral de novillero intacta, que sus 22 libros de poesía no restaban sino al contrario, que el mundo le esperaba ansioso, que el momento era ideal para su relanzamiento, que… continué diciendo, diciendo…. Me pasé en la dosis. Voy comprendiendo que alentar la autoestima en un poeta es despertar a un dragón de siete toneladas. Luego, ya en la tribuna, intentó la desfachatez del soborno público -¡¡a mí, nada menos!!- a través del lazo emocional. Nieves Álvárez, la poeta santanderina fue testigo. Confieso todo esto para el lector que prosiga comprenda mi esforzada imparcialidad.

   
Heisenberg citado
E
l hombre del sombrero apareció el viernes 28 de febrero exhibiendo un sentido del monólogo envidiable ante un público que había permanecido respetuoso hasta el momento. Un público, numeroso, que asistía a una nueva singladura de la Odisea Poética que comanda en Libertad 8 Alfredo “Ulises” Piquer. Respetuoso ante un exordio del capitán lleno de cuñas sociointencionadas y de citas versiculares, todas bien traídas. El público estuvo respetuoso antes, durante y tras las lecturas de los poetas que antecedieron al del Heisenberg: José Manuel Lucía Megías y Nuria Ruiz de Viñaspre, poetas que, lo juro, no había contactado ni alentado, por eso guardaron las formas habituales. Por lo que deduzco que lo sucedido al final debió ser culpa mía. Al menos en parte.
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   José Manuel Lucía se rodeó de inéditos. Está embarcado en algo sorprendente. Quiere contarnos en verso los últimos días de Trotsky, Sí, de León Trotsky, del revolucionario permanente asesinado en México por Ramón Mercader. Exacto. Sobre el suceso hay libros y documental cinematográfico: todo está narrado. Pero no basta, no está poetizado. Hasta ahora. José Manuel dejó claro que él se encarga de intentarlo, que le absorbe el tema. Dijo que tenía el trabajo muy adelantado. Leyó una docena, al menos, de poemas. Otros pensarán que más. Bien construidos, aunque sin grandes sorpresas ni en la erección ni en el lenguaje. Hizo evidente que no es lo que busca su hacer, sino la posibilidad de captar el drama íntimo de una mente capaz de lo sublime. De un Trotsky brillante incluso en el momento exacto de la última conciencia. Su lectura terminó con la emoción del poema que narra el entierro de Trotsky despedido por miles de proletarios de los suburbios. Ojo al texto. ¿Necesario? Ya se verá. 


   Nuria Ruiz de Viñaspre subió a leer con la conciencia de estar recién editada y recién presentada. Lo hizo el día anterior Luz Pichel en La Central de Callao. No sé si le dio tiempo a cambiar los papeles que señalaban en Pensatorium los poemas elegidos. Leyó contenida, pero con la modulación exacta. Una poesía muy suya, muy de la insinuación sobre las provocaciones, muy de tacto y punteo, con horror al cierre de los poemas, con más preocupación sobre cómo decir, dejando enormes huecos, que sobre qué decir. No de apego al fragmento, porque eso ya está pasado de moda, porque a Nuria Ruiz de Viñaspre le basta con la sugerencia, con algo cercano al guiño. Por lo dicho, poemas cortos, encariñados con el flash, buscadores de lo cómplice, empeñados en mirar alrededor para nacer. Poesía ensimismada que busca el vuelo. La portada del libro insinúa el perfil de un caballo hacia el abismo. Tal vez por ello algunos poemas tomaban al caballo como pretexto para hablar del lenguaje. Nuria estuvo respetuosa con un auditorio que respondió con atención continuada.


   Todo terminó con el hombre ataviado de pajarita y cubierto con sombrero Heisenberg. Qué desfachatez. Dijo sentirse en su octava década y sin embargo joven. Que salió joven de casa y que a medida que llega a Libertad8 había ido envejeciendo. La verdad es que basta verlo en la fotografía para comprender, que su capacidad natural para el humor que concilia venía acrecentada. No sé si por el sombrero o por mis ánimos. Empleó el viejo truco de meterse al público en el bolsillo con prevenidas tretas ¿para que disculpasen su lectura? Craso error, traía dinamita en los folios. Le hubiera bastado su palabra poética para la explosión que se produjo. Poemas tan lejos de lo enjuto y de lo absurdo como de la obviedad procesionaria. Escribe para decir, leyó para decir a los demás, disparando. Su poesía es inteligencia en busca del abrazo. Metal y cardias. Puros los dos. Le hubiera bastado. ¿Lo del sombrero y la pajarita? Ahora que voy terminando y debo escribir su nombre lo voy entendiendo, ¿Puede ser de otra manera menos genial Francisco García Marquina?         

Francisco García Marquina, inglés y rodeado
Fotografías de MC Barri





2 comentarios:

La Solateras dijo...

¡Qué bien lo pasamos, Paco! ¡Qué maravillosa tarde nos regalo Heissenberg!

Nines Díaz Molinero dijo...


Solo teníamos que ver las caras de felicidad de una lectura inolvidable. ¡Grande nuestro Heissenberg!