Para Rosa y Manolo
Todo ha sido
una lástima.
Todo empezó,
- le contó la
portera a este pobre cronista-
en el cuarto
derecha, donde vive
un poeta
recluso.
No le diré su
nombre, pobrecito.
Sobre las
siete y diez
de la tarde
sería, más o menos.
Ya me extrañó
que no saliera
como siempre
al runrún de una tertulia.
Cada tarde se
iba, cada tarde.
Me han dicho que
comenzó por
quemar infinitivos,
después
poemas secos, muy, muy secos,
versículos
sin fin, algodonosos, qué se yo,
varios miles
de endecas, todo mugre.
Los tenía
escondidos
en cajas de
zapatos, a cientos, según dice
Ángel Guinda,
el vecino
que más lo
conocía.
El incendio,
ya ven, ha sido pavoroso.
Diz que puso
cuidado ¡vaya excusa!
cómo no iba a
saber
que esas
cosas no arden con medida,
tanto tiempo
encerradas, sin uso y sin ninguna
utilidad ni
luz, allí, tan pobres.
Reconcomidas ¡cómo
no!
de rabia
hallaron
en el fuego esperanzas.
Y se ardieron.
Ya lo ve
usted que se ha prendido
toda la
planta cuarta. Sí, sí, claro,
llegaron los
bomberos,
pero sin
mucha prisa, no se crea,
yo les llamé
diciendo: ¿Es el uno uno dos?
¡Hay fuego
en Lavapiés,
se ha
prendido en la casa de un poeta!
No es urgente,
señora, a estos tipos
les gusta
revolcarse, me dijeron
en ausencias
y sombras. Y en cenizas.
Ya son plaga.
En casos
semejantes es mejor
que no quede
ni rastro –es la orden-
y esperar a
que todo se consuma.
En fin, yo no
sabía
como estaba
el asunto, mire usted,
todo ha sido
una lástima.
¡Qué más
puedo decir! Pobre poeta.
1 comentario:
Vaya, ahora lo entiendo. Pasé junto al portal un rato después y me puse perdidos los zapatos. Sospecho que deberé limpiarlos a conciencia. Son cenizas de poeta, y suelen ser reacios al lustre. Y al olvido.
Abrazos, siempre
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