El frío se
reposa.
Entre el aire
y el humo
los tejados
encuentran, lentamente,
la cordura en
el sur, qué tibio
el sol que se
resuelve
en agua sin
codicia.
Centenario es
el gris
de las acacias
deshojadas que
observan
nuestro curvo
callar.
Sobre el techo
de un vagón
olvidado, fiel, sumisa,
la menstrual
tristeza de la nieve.
Febrero y
nieve en una
estación que
nos mira.
Yo no miro tus
ojos,
la mitad de
mis ojos,
porque sé que
también
vive en ellos
el sur,
llanto calmo
que dice
la lentitud de
sed que tu herida posee.
Mientras
aguardo,
mientras
respiro anoto
el verso que
describe
la ciudad de
la tarde
y de los
blancos últimos,
las gentes del
andén (que nos ignoran)
y el enigma
que vive entre los dos.
Sigue el tren
detenido.
Los cristales
procuran, nos procuran,
muy leves las
palabras, el reflejo.
Candados por
lo escrito
quedan
mi corazón,
para que olvide el daño,
y tus ojos que
callan, que vigilan.
1 comentario:
Ay, este es mi tren de la infancia... Esa es mi tierra chica, y en él conocí lo que era ir en tren.
Jamás pensé encontrarme, a mis años, con un poema en la parada de la estación de La Robla. ¡¡¡Gracias!!!
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