arder la transparencia,
el tránsito
del aire
no la llama,
la voz
del fuego es
quien ocupa
en silencio lo
turbio,
la voluntad
secreta, lo sagrado
tea y abril
todo crepita y
fluye; como lava
inversa,
virginal, quebrándose en la luz,
así la voz
asciende
las laderas,
el bosque de Paestum,
el vacío que
deja la belleza
quién pudiera
escuchar
tanta brasa y
su fruto, tanta sílaba roja
quién pudiera
saber, como Colinas,
que sólo en
tacto
se pronuncian
los dioses
o que arder es
mirar
y el relato
ceniza de los ojos
no la llama,
del fuego
su voz, su voz que nombra, no la lumbre
1 comentario:
A veces hay poemas que justifican una vida. Gracias por el instante, Paco, por la belleza.
Ana Garrido
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