Alfonso Carreño |
De Jerónimo Calero hay que señalar su arraigada y frutal
vocación por la poesía, lugar que habitualmente le convoca, tanto como hay que
resaltar su escasa, por diversas circunstancias, presencia editorial. Algo se
ha remediado. La madrileña Cuadernos del Laberinto, que dirige Alicia Ares, ha
publicado ¿Y quién es el que canta? donde su inteligencia ha querido
entregarnos una parte seleccionada de su obra. Son poemas dominados por el afán
de atrapar el enigma que acompaña el hecho poético, bien sabe él que inasible,
pero no por ello menos perseguido. También por la tensión del tiempo, su finitud y su misterio no negado. Urdimbre y trama para mostrar deseos, amarres y despojos, vivires
donde el deslumbramiento y la desolación son matizados por esa aceptación
estoica que la llanura suele proporcionar al hombre manchego. Poesía tejida,
poesía cortada tanto al amor de las lecturas como al de los senderos. Cómo sabe
Jerónimo la plenitud de andar en soledad los calizos caminos que cruzan
cereales y viñas en espera. Después es la escritura.
Manuel
Es un compromiso alegre el de Manuel Laespada Vizcaíno con la poesía. Viene de lejos, casi desde siempre. Nacido en Albacete, reside y vive Manzanares. No hay angustia en su decir existencial, pero la pregunta asciende, segura, parsimoniosa, cada vez que el poema avanza. Da igual la circunstancia que lo provoque, pero la sensación de azar, de silencio nunca resuelto y el sabernos fragmento de un espacio ya dado, no abandona el poema. El poema que se levanta hasta la estatura de Manuel Laespada, por la necesidad de verse en sus ojos. Es poeta de suficiente obra publicada, pero termina de aparecer Del amor caído, poemario que obtuvo el premio Ciudad de Mérida y que, tras ciertas vicisitudes, conoce por fin papel. Puede, al fin, ser visitado. Hay en él ciertas gotas irónicas, porque su verso, que camina tan cerca del corazón como de la cabeza, sabe de alboroto y de los recovecos de la vida. Creo que su decir se va adelgazando, quiero decir que busca y encuentra solidez.
...........
II
Al fin de la batalla
y muerto el combatiente
C.V.
No hay guerreros inmunes:
las batallas están perdidas desde el comienzo.
Incluso las que terminan con laureles de victoria.
Aunque los guerreros se cubran el pecho de lata
y manejen la espada con destreza.
Aunque su piel parezca de acero bruñido
y su táctica en la batalla le permita sorprender al enemigo.
Aunque lloren de emoción las madres por las gestas gloriosas de sus hijos,
y las novias se ofrezcan virginales al final de la contienda,
y salgan a vitoreas los vencidos al paso de las huestes vencedoras,
y volteen las campanas de todas las iglesias su canto triunfal,
y corran los niños admirados tras el último soldado.
El cadáver, ¡ay!, sigue muriendo.
Entre palmadas reconfortantes,
entre risotadas y banquetes,
entre condecoraciones y reconocimientos.
Los ojos del guerrero se han quedado fijos en un punto,
como si la sorpresa hubiera congelado sus sentidos.
Y en el campo de batalla han crecido cipreses.
Jerónimo Calero
.........
No es el amor quien muere 1
Es mentira, lo saben hasta las lunas rotas
que sangran los recuerdos. Las heridas
que recorren el tacto no tienen apellidos,
solo ocurre que a veces
son ecos tan lejanos que se acaba confundiendo
el puñal con la carne y vuelven, se retiran
-sol que no encuentra un mar en donde ahogarse-
a las calles internas,
tan cerca de la llaga de la desolación
que acaba confundiéndonos
y lo que en la caricia supusimos que mar
resulta que eran lágrimas
Manuel Laespada Vizcaíno
Es un compromiso alegre el de Manuel Laespada Vizcaíno con la poesía. Viene de lejos, casi desde siempre. Nacido en Albacete, reside y vive Manzanares. No hay angustia en su decir existencial, pero la pregunta asciende, segura, parsimoniosa, cada vez que el poema avanza. Da igual la circunstancia que lo provoque, pero la sensación de azar, de silencio nunca resuelto y el sabernos fragmento de un espacio ya dado, no abandona el poema. El poema que se levanta hasta la estatura de Manuel Laespada, por la necesidad de verse en sus ojos. Es poeta de suficiente obra publicada, pero termina de aparecer Del amor caído, poemario que obtuvo el premio Ciudad de Mérida y que, tras ciertas vicisitudes, conoce por fin papel. Puede, al fin, ser visitado. Hay en él ciertas gotas irónicas, porque su verso, que camina tan cerca del corazón como de la cabeza, sabe de alboroto y de los recovecos de la vida. Creo que su decir se va adelgazando, quiero decir que busca y encuentra solidez.
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II
Al fin de la batalla
y muerto el combatiente
C.V.
No hay guerreros inmunes:
las batallas están perdidas desde el comienzo.
Incluso las que terminan con laureles de victoria.
Aunque los guerreros se cubran el pecho de lata
y manejen la espada con destreza.
Aunque su piel parezca de acero bruñido
y su táctica en la batalla le permita sorprender al enemigo.
Aunque lloren de emoción las madres por las gestas gloriosas de sus hijos,
y las novias se ofrezcan virginales al final de la contienda,
y salgan a vitoreas los vencidos al paso de las huestes vencedoras,
y volteen las campanas de todas las iglesias su canto triunfal,
y corran los niños admirados tras el último soldado.
El cadáver, ¡ay!, sigue muriendo.
Entre palmadas reconfortantes,
entre risotadas y banquetes,
entre condecoraciones y reconocimientos.
Los ojos del guerrero se han quedado fijos en un punto,
como si la sorpresa hubiera congelado sus sentidos.
Y en el campo de batalla han crecido cipreses.
Jerónimo Calero
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No es el amor quien muere 1
Es mentira, lo saben hasta las lunas rotas
que sangran los recuerdos. Las heridas
solo ocurre que a veces
son ecos tan lejanos que se acaba confundiendo
el puñal con la carne y vuelven, se retiran
-sol que no encuentra un mar en donde ahogarse-
a las calles internas,
tan cerca de la llaga de la desolación
que acaba confundiéndonos
y lo que en la caricia supusimos que mar
resulta que eran lágrimas
Manuel Laespada Vizcaíno
3 comentarios:
Hasta donde yo se, Cristóbal López de la Manzanara es de Membrilla, la del Galán de Lope
En esa sabiduría coincidimos. pero tengo entendido que es en el ambiente poético de Manzanares donde encuentra acogida. Forma parte de su grupo poético, de la redacción de Calicanto y es jurado del Premio Ciega de Manzanares. Vivir en los afectos es vivir.
la nota, los poemas, todo un gran hallazgo para mi,
te lo agradezco
saludos desde Uruguay
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