Para todo hace falta plata y yo ignoro con qué dinero cuenta Alicia Es. Martínez para organizar su Voix Vives. Supongo que no mucho. Pero lo multiplica. El festival, nacido a impulso de su homónimo de Sète (en los primeros años existían hamacas blancas para los escuchantes) es un éxito. Entre otras cosas por la cercanía de Madrid, que le suministra ríos de asistentes activos y pasivos. Y algunas muy animadas editoriales. El ambiente es fantástico y tiene un aire innegable de rentrée, de inicio, de salvación. El hecho de que alguien situase Toledo en el camino de Piedrabuena a Madrid facilita mi paso por él. A veces mi permanencia, en otras mi asistencia. Sin grandes figuras de allende o mediáticas interiores, el Festival basa su hacer en multitud de lecturas –al aire libre o en locales– organizadas por para asociaciones o tertulias poéticas. También para y por autores de las editoriales con caseta. Porque hay casetas con libros a la venta, algo que se recuerda con frecuencia por los editores, casetas que vocean y que a veces consiguen colocar material entre los adictos. Pretenden que los que leen compren. Sepan también aquellos que ya leyeron pasan a ser pronto escuchantes y de esa manera se consigue una asistencia pasable a las siguientes lecturas. Por qué llaman a esto endogamia como si fuera algo perverso. Ouróboros ¿y qué? ¿no dicen que somos una secta? Anoto en este punto la no presencia formal, ni editorial ni lectora, del mundillo poético castellano-manchego, que apenas aparece de forma tangente. Sí ya sé que es un encuentro abierto al mundo y no onfálico, pero. Tampoco creo que la ciudad, digo sus habitantes, responda al esfuerzo ilusionante y multiplicador de una organización entusiasta y eficaz. Van por nueve festejos. Escuché, oí con atención a numerosos amigos. Permítanme que entre todos ellos señale a Julio Mas Alcaraz, que leyó de su magnífico Ritual del laberinto textos que tuvieron origen dramático, año 1936, a 150 metros de donde leía y que afectaron gravemente a quienes fueron sangre manantial. Fue, para mí, el momento de temblor. Sé que se hizo homenaje final a Ángel Guinda, alrededor de cuya imagen se ofreció el Festival y que la gran Mª Ángeles Pérez López estuvo en muchos de sus rincones. Un lujo.
Sirva esta pequeña nota (a vuelapluma se decía) para animar a Alicia, para pedirle que no ceje, que nos ampare y que logre para
los próximos años lo que logró para este: una temperatura amable y una brisa,
por suave y fresca, amparadora. Estuvimos bien. Queda decir que no estuvo Lastura, como
editorial, y que me sorprendió.
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