sábado, 28 de febrero de 2015

Cosas de los poetas del XIX


 José Medina López-Viejo, fue un poeta manchego (Brazatortas, 1832) que logró cierta fama en aquella sociedad rural del XIX bajo el seudónimo de Vatetardo. Con el tiempo se fue envaneciendo, silicosis que da el oficio, y como le parecía de poco aprecio los aplausos de sus paisanos, regodeándose en su capacidad, comenzó a escribir para lectores cortesanos, que el estimaba de más valor. Oscureció su verso y espesó su ego. Así, alejándose de las formas y temas populares, sus antiguos seguidores no sólo le abandonaron sino que se atrevieron a contestarle. He aquí un ejemplo de ello extraído del diario La Llanura ( Ciudad Real, 3 de marzo de 1875) en el que un lector, que se firma Cantobueno, refleja un sucedido epistolar.  

A José Medina, en pública respuesta

A ti, tan pretencioso, Vatetardo
de la palabra corta y lo manchego,
-a quien leo a saltitos y a escondidas
sin entender la enjundia de tu verbo-
te expresé mi inquietud por la angostura
no sé si de tu voz o mi cerebro.

Después que por escrito te rogase
que remediaras tal desasosiego,
por aliviarme, creo, mi autoestima
-o la tuya- y a vuelta de correo,
contestaste, sabido y campanudo,
estas líneas que suenan a choteo:

Por ser tan inefables mis poemas,
no precisan, ya ves, tu entendimiento;
no atiendas cuanto dicen: oye, huele
la música y aromas de su verso,
vívelos como viven cada rosa
que da el rosal los jardineros ciegos.”

Y yo, pobre lector, que con tu carta
por la página 30 dejo abierto
un libro muy antiguo, con grabados,
de Iriarte y del vasco Samaniego,
mirándola pensé que tu cabeza,
tus poemas herméticos, tan prietos,
eran mármol pulido, jardín mudo,
eran rosas de olor, pero sin seso.

                           Con mi amistad

                           Cantobueno

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