Desde la famosa calificación con que tiñó Valle al Marqués
de Bradomín, quedó clara la disponibilidad – y la exigencia- del idioma a la tríada
adjetival, siempre que los adjetivos lleguen a darse la mano desde el desconocimiento
anterior. Es claro que no sabemos la opinión del Marqués ante el efecto de su
retrato público. Ni a Valle le importaba. El problema reside cuando el objeto de la tríada
es un ser vivo aún y presencial. El asunto estuvo a un tris de llegarse hasta las
manos. Ocurrió en el café Comercial y poco después de un feliz homenaje al
novelista Ramón Hernández con motivo
de su cumpleaños. Y de la reedición de Eterna memoria, una de sus novelas.
Ocurrió que una de las asistentes, embravecida en exceso, una tal Toya V del Cañal, se permitió tildar a
uno de los redactores de Mientras la luz de polígrafo manchego y destructor, lo que no es poco. Y más tras el recochineo de polígrafo.
El redactor, en presencia de todos, exigió un tercer adjetivo. El chico pensaba
que se lo merecía, aclarando a voces, acalorado, que rechazaba el de eximio por haberlo visto en demasiadas
fachadas. La cosa se complicó, adquirió carácter público, se extendió por la
barra y se escucharon opiniones contrapuestas hasta el exaspero. Algunas de afrenta, otras solamente apasionadas.
La edad de los intervinientes logró que el asunto no llegase a las bofetadas,
pero la cuestión se enconó. Y el griterío. La exigencia del redactor era legítima
y así se entendió. Yo sé que no está bien decir esto, contar el final, lo que de
verdad saldó el requerimiento, que no fue sino el elegir un tercer adjetivo ¡¡por
consenso!! Fue una situación humillante para todos, pero necesaria para tomar
en paz los últimos vinos. El consenso – en política también- solo alumbra lo
neutro. Vean: aceptaron ubicuo. Sobado,
indiferente y nada, lo sé, para un tan buen periodista como es el chaval. Entre todos le
consolamos. ¡Es tan joven! No sé qué rumiaría en el metro, ni cómo llegaría a
casa. Pobrecito. Ubicuo, manchego y destructor. Ojalá y su familia nunca llegue
a enterarse.
4 comentarios:
¡Ja, ja, ja...! ¡Cómo es la Toya!
La Toya se portó impecable, Ana. Es que nuestro redactor es muy joven, muy suyo y esas cosas.
Suscribo lo que vi. Y esa turbación del joven redactor manchego...
Siempre son buenos los testigos de cargo. Se agradece.
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