miércoles, 28 de enero de 2015

Un poema de Rafael Escobar. Nocturno en Córdoba

Rafael Escobar
(Foto: Paco Moral)
   
Hurgar. Ver en qué estado permanece la herida. Qué oculta la costra de la realidad. Saber o sospechar. Señalar con tiza neorromántica los límites de la intimidad. O traspasarlos. Hurgar tras las cortezas, tras la vid de la infancia. Escribir para entender. Para entenderse. Leer como pasión. Mirar la vida leopardianamente: desde fuera de ella sabiéndose protagonista. Escribirla, denunciarla, diciendo: raíces, grito, dignidad, emoción, dolor, edén y ruina. O fardo y cicatriz. La poesía de Rafael Escobar Sánchez, sus cuatro poemarios, se encuentra repartida en tres libros. El último de ellos Cerca de la herida, publicado en Tigres de Papel, nos revela a un poeta menos frágil ante lo confesional, pero igual de riguroso antes las llamadas de lo íntimo. Rafael Escobar, dueño de una conciencia inquisitiva e indócil, traspasa a la poesía su búsqueda de respuestas, de tibios rastros. Y ese hurgar en las praderas del desamor y/o el desasosiego. Y siempre lo existente como provocación. Y siempre el deseo como voluntad, como sendero para hacer habitable el misterio.

Nocturno en Córdoba

                      A Manolo Marcos

Ojalá la noche tuviera un significado para mí,
no fuera este dogma de exilio entre ciegos,
esta tramoya hueca para un ángel vacío,
este acecho de un precipitarse de sombras
sobre algún páramo de la ruina del cielo.
Ojalá me acogiera siquiera un rastro de dolor,
el rumor de voces exhaustas de desesperación
que abruma el lecho de las viudas,
ojalá me aguardara el tacto de su deseo,
el vino de raíces de frutos y adormideras
que aviva el aliento pagano de un cuerpo,
un verso de savia bendita de locura,
una contaminación de tramas de delirio
que arrumbara los muros de mi cuarto,
ojalá la noche me susurrara en vela mi nombre,
no fuera este nudo de cierzo en la sangre,
este tiempo de siembra en agonía para saberme
vida truncada y parte legítima de la orfandad.

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