Otra vez tarde. Esta vez demasiado. ¿Dónde es lo de Ángel Guinda?
En el salón, dijo uno de los conserjes poco pagados del Ateneo. ¿Ya ha comenzado?
Ya ha comenzado. Con suave parsimonia descorro las cortinas. Granates, pesan. Y
sí, asombro. Un nuevo pleno de asistentes que recuerda al de Chicho Ferlosio y
al de Mestre. Paso. Pienso. Hay que traer músicos, artistas, gentes, circo. Hay
que vestir la cosa. La gente responde cuando atisba espectáculo. Pienso. De todas
las formas Ángel es mucho ángel Su
palabra pica, su poesía dista mucho de ser insípida. Pienso. Tiene muchos
amigos, Ángel podría nombrar a cada uno de los sentados por su nombre. Camino pasillo
adelante. Su capacidad para la amistad es dilatada. Llego a una de las primeras
butacas. ¿Pero tantos? Tomo asiento. Se presenta (Rigor Vitae), último libro del aragonés.
Fotografia: Carmen Lafuente |
Mi vecino no me dice aún, pero entiendo su
intento por decirme que me he perdido poco, que se espera mucho y más. Le
escucho. En esos momento el poeta y Marifé Santiago, sillón y micro frente a micro y sillón, mantienen una charla pública. Dice el vecino: Parece publicidad
Banco de Sabadell, aunque no vire al negro. Entiendo. Marifé, poeta, profesa el
arte de la filosofía. Habla, considera, se atreve, arguye. Ángel calla. Mi
vecino explica: La entrevista pretende ser una forma de remarcar el conflicto
de la existencia, y de los otros, en que el poeta está empeñado. Le miro.¿Debería
callarse? Marifé: ¿No crees Ángel, que el hombre, y el poeta más, son siempre
vulnerables, que viven acechados? Ángel: Sí claro, todo agrede, todo es capaz
de la herida, anoche creí no poder llegar a este acto, un aluvión de amigos,
horas y copas estuvieron a punto de impedirlo. Aplausos varios. Mi vecino también. Aplaude y habla.
Llegaste tarde, me dice, pero a tiempo de ver un vídeo-poema
espléndido de Sándor M. Salas. Con gestos pido silencio, no cierra mi vecino. El
vídeo es hábil, capaz de recoger la esencia de las preguntas del poeta y
remarcar. Menos mal, dije. Esto sí. Pero él no cesaba, mi vecino de asiento digo.
Se anuncian lecturas de poemas de (Rigor Vitae) por amigos del poeta . José Cereijo certero: Esta imagen de Guinda que ilustra el libro no es la Ángel, el poeta y el hombre
son más vitales. Luego entendería. Leyó David Domínguez con lentitud apresurada.
Leyó Zhivka, leeeenta. Interpretaron dos poemas, casi y bien, dos actrices. El
público parecía contento.
Mi vecino, en un susurro: Para envolver mejor la
poesía es precisa la música, aunque venga con el minimalismo de Rafa Mora y
Moncho Otero, explicaba pedante. Y así fue. Interpretaron con delicadeza
insospechada dos poemas rabiosos del protagonista: soy un hombre con la sombra hasta los hombros decía un verso de una
de las canciones. ¿Callaría? No señor, era un caso de conciencia. Otro vídeo, de
Sándor. Arriesgadísimo. Aprovechando el juego semántico que ofrece el título,
el poeta, o sea el vivísimo Ángel Guinda, se ofrece al rigor mortis como recién
cadáver que sueña, que explosiona. Aquí entendí a Cereijo. Aplaudidísimo, Sándor
tuvo que salir a saludar, momento que aprovechó para ponerse la americana.
Bien. El libro de tapas rojas había logrado su ambiente. Queda el autor, dijo
la inclemencia de mi vecino. Lo sé, coño, quieres callar, Maxi Rey lo está grabando todo. ¿Calló? Vino el rumor
de una voz rotunda a decir del libro rojo de Olifante. Comenzó a leer, 1,67 y
negro, Ángel Guinda. Se hizo silencio el ruido. Llegó la poesía.
4 comentarios:
No estuve -cuánto lo sentí- pero me has hecho sentir que estuve. Gracias, Paco. Y gracias también a Ángel por la inteligencia.
Un abrazo.
Que estupenda crónica, Paco. Ya me contó Elvira Daudet, lo bien que estuvo todo.
Besos.
Yo si estuve y desde luego que este Ángel consiguió encogernos el corazón y al mismo tiempo expandirnos en el placer de su poesía. Me haces revivirlo otra vez, aunque el vídeo último mejor no, porque ahí es donde más nos quedamos, yo por lo menos, con el corazón hecho un nudo. Y también fue un placer tener como convecino a Juan Carlos Mestre que saludó muy amable. Gracias Paco por tu crónica, nos viene bien hasta a los que estuvimos.
La verdad es que llegué un poco tarde, pero no quería que de una tarde tan magnífica no quedara constancia en Mientras la luz. Ángel es un poeta.
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