Humilde entre los tuyos más humildes,
callado entre los pocos,
hijo a riesgo en las tierras de Castilla,
sombreador de piedras, plazas, zocos,
frescor de los caminos, sufres,
no te defiende nadie, sufres solo
el dolor que te arruina, tú
–que supiste los modos
de ofrecer al poeta la esperanza,
el verde brote en el abril lluvioso–,
otra vez me detienes, ciegas
con tus ruidos mis pasos: oigo
en rumor los gorriones que te guardan,
la música en latidos de tu tronco
va cerrando la tarde sus aldabas,
la luz ya es una sierpe en el rastrojo,
dos sombras
que comienzan a hablar, dos miedos somos,
dos juntas soledades, tú me pides
que te lea, voz baja, cuanto anoto,
yo digo: ¿escucharás
mi corazón si apoyo
mi pecho en tu corteza?, sé que busca
–a veces lo he sentido roto–
sanar de los disturbios, lo sereno,
latir igual que el corazón de un olmo
(la noche, piel con piel
los diálogos a dos son siempre silenciosos).
27 de diciembre 2022
3 comentarios:
Entre las sombras buscas la luz que niega el miedo.
Y Poeta te pierdes preciso en el ramaje.
Tu árbol nos cobija del frio y del silencio...
Maravilloso! Me parece estar leyendo a Machado, bravo!!
No era mi intención, al comenzar el poema, escrito con cierta urgencia, tomar el tono machadiano, pero... algo de eso, reconozco, tiene en el ritmo y en los ecos asonantes. Y claro en la figura del olmo, el árbol que se ofrece humilde. Y que resiste renaciendo. El primer poema que escribí en mi vida hablaba de un olmo degollado por la grafiosis (es el segundo poema de Aquí). Un árbol espera, con paciencia y siempre, el diálogo con un hombre.
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