martes, 11 de mayo de 2021

Carta pública a y dos poemas de: Francisco Gª Marquina




 Querido Paco Marquina, esto de la pandemia y sus estragos, esto que nos ha impedido tantos ratos de charlas y risas presenciales, comienza abrirse. Es tiempo de remover, con los cuidos precisos, las costumbres sanadoras del ánimo. Vernos. El próximo lunes 17 presentas en El Comercial No sé qué buen color, que editó Lastura en marzo del 2020 ¿recuerdas? y que en 2019 obtuvo el premio Francisco de Aldana de Circolo Letterario Napoletano. Ante la inminencia de la cita, he vuelto a él para llegar iniciado. Parece un libro dedicado a Dios, a esa voluntad omnipotente y cuidadora que parió y gestiona el mundo, a esa creación intelectual y emotiva que ordena moralmente tantas conciencias, a esa razón o excusa. Parece que habla de Dios, porque mucho lo nombras, pero te conozco demasiado como para dejar que me engañes. He conocido a pocas personas con tanta potencia intelectual como tú, y a menos aún con tanta curiosidad. Hablas de ti y de nosotros, del conflicto de nuestra relación con un ser de dimensiones tan desconocidas. Podrías hablar del fragor de tal batalla, pero tampoco. Tu libro No sé qué buen color, título que tomas prestado de César Vallejo, habla de nuestra conformidad con ser minucia existencial, con la fugacidad vital a la que hemos sido destinados, aquí no hay angustia blasoteriana. Y la necesidad manifiesta de no desaprovechar un regalo tan inmenso como es el de la vida. Ese Dios, que al parecer existe, según concede alguno de tus versos, no puede ser nunca obstáculo, sino motivación. Sugieres no hacer preguntas que nadie puede ni desde luego desea responder. Nacimos sin elección y para la duda. Hagamos de ella camino, tomemos las certezas que nos sirvan para hacer el navigare transitable hacia un puerto ojalá lejano. Hay que inventarse a un Dios en cada encrucijada de caminos, dices. Ni escéptico ni creyente, ni agnóstico ni descreído, tu discurso, tu apuesta poética puede ser tildada de modos varios, pero jamás de mística. Lejos de ti la tentación unitiva con lo inconmensurable y lo desconocido, tus poemas trazan un territorio de mutuo respeto en donde la libertad de esa mínima criatura que es el hombre, ocupa el lugar central. Haces de la realidad de lo humano sobre el rostro de la tierra la palanca desde donde construirse. Sin tensiones ni dolores innecesarios. No hablas de la comodidad, sino de la responsabilidad de situar el individuo frente a sí mismo–y sus enigmas– sin búsqueda de subterfugios. Y lo dices con tanta serenidad como justeza de lenguaje, y en diálogo con tus semejantes, tus lectores, en los que buscas consuelo y/o confidencias. Con los trazos de aquello que echo falta/ he pintado un esbozo/ del paisaje de Dios, dices. Como el insatisfecho que buscara a Dios en sus carencias, en la inexactitud de nuestros motivos o incomodidades. A largo y ameno de los 77 poemas con que dispones el libro, el lector atento aprende 77 maneras de acercarse al misterio, 77 actitudes. 

No hay rastro ninguno de teología en un libro que trata de Dios, sino un reguero de inquisitiva verdad humana, un caudal de poesía que trata del hombre frente a lo infinito. Que habla del hombre. De qué otra cosa puede hablar un sabio y un poeta como tú, Paco Marquina.

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Que no te engañe nunca
la transparencia limpia de los días
pues estás prisionero en una inmensa cárcel de vacío.
 
Nunca podrás huir de un espacio sin límites,
en donde estás cautivo sin puertas ni barrotes,
sin conocer tu culpa y sin ver nunca
a aquel que te ha encerrado y te vigila.
 
Alguna mala noche
temiendo ser la causa de tu daño,
llegarás hasta odiarte, un poco, cordialmente.


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Es hermoso y rentable
creer lo que plazca.
 
Apuesta tu salario a una fe que te sirva
para un andar alegre.
 
Lo que ocurra después
no importará a ninguno.


2 comentarios:

Francisco García Marquina dijo...

Ningún comentario. Por mi parte solamente la admiración por tu finura para profundizar en el libro y la gratitud porque lo estés contando a los muchos que te leen.

fcaro dijo...

Digo lo que siento al releer el libro. Denso y liegero. Con el hombre como medida.