domingo, 16 de mayo de 2021

Los gozosos 90 de Carlos Murciano: dos sonetos

 



       La poesía vive a los 90. Carlos Murciano los cumple este año y, para celebrarlo, Ars Poética ha editado su último libro. Le recuerdo –última vez que conversamos– en la terraza de La Casa Encendida hablándome de la poesía de Alberti y recitando con fruición alguno de los sonetos de poeta del Puerto. Me decía que la vista le fallaba, no el pulso. Le dije a Jorge de Arco que deseaba conocer este En la esquina más última, título que tanto quiere decir. Ya lo conozco. Me encantó el anterior, Sonetos para ella, en donde reunió los de toda una vida en honor a su mujer, a su amor, entonces recién desaparecida. Parecía su entrega final, pero no. Ama demasiado la poesía, la belleza, el lenguaje. Y el soneto. Es uno de nuestros grandes sonetistas vivos. Hondo y frutal, apenas si su mano deja notar el esfuerzo constructivo, sus amplios recursos. Sonetos estos últimos de nostalgia no compasiva, en donde la soledad asumida impide que el olvido alcance victoria. Ni el yo amador ni el tú amado logran distancia ni ausencia. La búsqueda de lo que algún día fue y el asombro ante las cosas van tejiendo 35 sonetos cantarines, alegres aún dentro de su hondura preocupada. Qué suerte que el poeta de Arcos conserve viva la frescura en ánimo y trazo para crear y ofrecer, para decirle al tiempo que se conocen, sí, que se tutean, pero que espere todavía “porque se impone el corazón y manda./ Y el verbo se libera y se desmanda”, como señala en dos de sus versos. Y es que el poeta sabe su edad –espejo y viejo se convocan de contino, tal vez como recíproca conciencia–, pero mantiene su corazón despierto a la memoria y a todo lo que de gozo vive en ella. Advierto que en los poemas, de ávida lectura, hay homenajes discretos a otros poetas, a otros versos, al igual que permanece en su arquitectura ese gusto por traer retazos de naturaleza: lluvia, paisajes, aves… tan propios y tan suyos. A más de la delicadeza por el juego en el lenguaje que tanto alegra y aligera la estrofa de 14. A la que quiere, la que le ama.


Me atrevo a ofrecer a los lectores de Mientras la luz dos de los sonetos que mejor revelan su gusto por la forma, por el juego profundo de significados, por un discurso preñado de armonía. Digo ahora: Qué suerte poder disfrutar aún de Carlos Murciano. De su obra.

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LA TÓRTOLA


En el pino la tórtola reitera
No puede serNo pueder ser, e insiste
¿Qué haces aquí en Madrid, pájaro triste
ahora que irrumpe ya la primavera?
 
Allá en el Sur, tu cantinela era
la afirmación de que la pena existe.
¿Cuántas veces me heriste y me envolviste
en el girar de tu devanadera?
 
Si la nostalgia te acongoja, espántala,
tórtola tántala, cúbrela, encántala,
con un mirlar de trinos de alegría.
 
Pero no me desmontes pieza a pieza
el juguete feroz de tu tristeza,
igual que en mi rincón de Andalucía.
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DE UN LAGARTO


Es un lagarto verde y tiene celos.
Se ha colocado encima de un piano
y ahora es como un regalo tramontano
que trajo alguien de los Dardanelos.
 
Ayer eran dos seres paralelos,
dos acordes cogidos de la mano;
y ahora el silencio es un lugar lejano
hecho a medida de los desconsuelos.
 
El lagarto se asoma a la ventana.
La lluvia se adueñó de la mañana
y él se reviste de melancolías.
 
Ella se fue, y celoso de su ausencia,
reclama verde y triste su presencia.
El lagarto soy yo. ¿No lo sabías?

2 comentarios:

miguel ángel dijo...

Qué maravilla de obra y cuán necesarios son el reconocimiento y la reflexión por las nuevas jóvenes generaciones de y sobre los poetas fundamentales y sobre las formas básicas de la creación poética.

fcaro dijo...

Carlos Murciano ya no está en la hora de la competencia, sino del disfrute tranquilo con la obra. Su libro acaricia, por la armonís, por el saber. Y es bueno acercarse a él, Miguel Ángel.