viernes, 21 de mayo de 2021

Un poema: Sierra de Umbría


La luz en donde fuimos
y las primeras gotas que se anuncian
 
tú conmigo por entre
caminos solos, por madroñas,
por entre sierras brunas y cuarcitas
 
siento tus dedos,
la curva de tus dedos apretar mi antebrazo:
quieres decirme,
me detienes
 
deseas lo escondido,
deseas el suceso, atender
a esa sierpe del ansia, a esa hoz inestable
que alguien llamó alguna vez deseo
 
entre verdes oscuros,
esa voracidad,
tus fierros dedos curvados en mi piel.

2 comentarios:

Federico Gallego Ripoll dijo...

A golpes de “esa hoz inestable entre verdes oscuros” (y perdona que alejandrinee y acomode a mi intención tus hermosas palabras) vamos avanzando en el cada día esquivando la siega (o intentándolo).

La hermosa compañía: el amor que resume y cuantifica, destilado en su matraz, el suma y sigue de una existencia desmenuzada terrón a terrón para oler cada instante de la tierra, húmeda, y seca, y nuevamente húmeda, y compartir la vehemencia de ese olor. Y tras la tierra, el aire, el tomillo, las jaras, la línea casi malva del límite de la loma, el más acá del más allá.

Esa continuidad emotiva de tus dedicatorias, ininterrumpida entre “Salvo de ti” y “Aquí”, es la verdadera dimensión del hombre que sostiene al poeta, sin el que el poeta sólo sería un niño sujetando el hilo de algo que parece sustentarse en lo invisible.

Memoria, deseo, permanencia. En lo que recordamos está cuanto seremos. Nuestro cuerpo ya sabe esa costumbre que a veces es vivir y a veces no; ay, el poeta, empeñado en descubrir de nuevo América en nuestro corazón... Y el caso es que sí: siempre el poeta vuelve en nosotros nuevo lo sabido.

Y es que... ¡está tan bien dicho todo en este poema! La curva de esos dedos nos sostiene.

fcaro dijo...

Federico
La curva de unos dedos que canta o clama, y nos requiere. No otra cosa es la vida. Lo demás es paisaje. En la intención de que no es posible la vida sin paisaje. Dos realidades o dos ficciones. Del entramado entre ambos polos sensitivos surgen esas memorias, esos deseos de permanencia que nombras, en donde el poeta y el hombre se sujetan, resisten. Y en ocasiones logran caminar.
Sabes que uno escribe tanteando, como un ciego busca las cosas. Sabe que están cerca, cree saberlo, mejor dicho, así usa el poeta el lenguaje. A veces encuentra lo que sospecha, a veces se sorprende.
En eso estamos.
Estarás el jueves de algún modo. Un abrazo grande.