Releyendo estos días Del lado del amor (Visor), los libros reunidos
de Juan Antonio González Iglesias –poeta de cuerpos jóvenes y playas, de
aposturas olímpicas, sereno y clásico, fluvial, pindárico dice Carnero, poeta
que pretende hacer de la belleza una cualidad moral- he encontrado, al final de
su primer libro, esta distinción entre las dos preposiciones que suelen acompañar a
las dedicatorias: A y Para. Algo que no debe parecer gratuito.
Esta es la cita. A la que hemos añadido, ya que estamos, un poema.
Sobre
las dedicatorias
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SONETO SORPRENDENTE
De los antiguos persas ¿qué sabemos?
No sólo se besaban en los párpados
sino que los asuntos esenciales
los trataban dos veces, de este modo
1º) por la noche en el banquete
emborrachados con el mejor vino.
Y 2º) después de haber dormido
largamente, serenos, meridianos.
Era un acuerdo oscuro y luego claro.
mediodía después de medianoche
en el contraste de lo verdadero.
Yo no encuentro metáfora mejor
para decir las formas tan extremas
de nuestro amor. Y el modo en que perdura.
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