miércoles, 16 de enero de 2013

Una mujer espera, poema de Ana Garrido

Ana Garrido es poeta desde siempre, intuitiva. Escribe desde la delgadez del verbo, desde la intensidad de la emoción. Hay en ella pureza de imágenes y una acuosa sonoridad. Le da gracias al aire. Vuela cuando siente, cuando escribe. Es también poeta raíz de las que miran y ven. Una vez dije que su poesía es lo más parecido a un patio cuajado de geranios. Me reafirmo. Dirige la revista La hoja azul en blanco, es miembro del grupo Verbo Azul y amiga de esta redacción. Recientemente ha visto la luz su primer poemario, mitad liturgia, mitad misterio. Lo titula Traigo en vilo los ojos y las ganas. Doy fe. De él hemos escogido el siguiente poema para los lectores de Mientras la luz.

Una mujer espera  II


Sólo nos pertenece la tristeza, 
lo que queda en la luz cuando se astilla 
el aire en las paredes. 
Y siempre el mismo grito, 
la misma oscuridad bajo la ropa. 

Hay un rastro de antorchas encendidas 
en mitad de la infancia 
y un puñado de naipes. 

He aprendido de Dios a despedirme, 
a volver al lugar donde comienzan 
sus ojos en los míos. 
Quizá cuando regrese 
traiga el tiempo creciéndome en las manos. 

Un tambor se hace añicos al final de la noche. 
Y una mujer espera.    

4 comentarios:

Leo dijo...

"Sólo nos pertenece la tristeza,
lo que queda en la luz cuando se astilla
el aire en las paredes".... espectacular
la apertura del poema. Un abrazo desde Sierra Morena.

Leo

Amando Carabias dijo...

Creo que tienes toda la razón cuando dices que Ana mira y ve. No siempre sucede, porque tampoco es sencillo.

Anónimo dijo...

Caro, Caro... ¡Qué razón tienes! Excelente poema el de Ana. Gracias por traerlo. Carmina

Anónimo dijo...

Ana tiene una inusual capacidad de sugerencia, de hecho ya los tres primeros versos en sí, son uno y mil poemas posibles.
Para mí la segunda estrofa es una perfecta definición poética de la indefinición de la infancia, de su tapete abierto a mil jugadas posibles que desembocarán en las cartas que te dé la vida.
Empezar con un primer libro de tal magnitud lírica, es ponerse metas muy altas para seguir, pero no esperábamos menos de este parto.
J.J.