Branca Vilela (contenida) y Pepa Nieto (conteniéndola) |
La indignación
El comienzo del año civil poético nos sorprendió con una salada explosión de
furia. La trajo Pepa Nieto para su tertulia Arco Poético el jueves 10. Desde su Galicia natal. Nada sabía
Mientras la luz de ella. Vino desde Finisterre una poeta desbordada por los
vientos y sacudida por las injusticias de las olas humanas. Más preocupada por
el grito ante los hechos que por la preceptiva lírica. Por la sala estaba el
cráneo limpio y celebrado de su editor, Basilio Rodríguez Cañadas, que la descubrió para Sial,
editorial alternativa donde las haya. También otros amigos como Enrique Gracia
y Aarón García Peña. La furia se llama Branca Vilela. Y leyó del libro Préstame
tu voz textos cargados con intenciones de denuncia social: África, abalaciones,
memoria histórica, chapapote, maltrato, etc, etc, etc… ¡cuánto podría crecer el libro con la crisis
actual! Con la estafa de las preferentes de NovaGalicia, por ejemplo. Leyó con cálida prisa, trasmitiendo una emoción creíble. Ella está muy segura en lo que
escribe. Lee con fuerza, golpeando. Praxis de la agitación, de lo que exige. En fin, una
galerna que no para en nimiedades de estilo. Faltaría más. Poesía que se
entiende, decía el público, treinta personas, a la salida. Necesaria también, como el aire que
respiran trece veces por minuto. Respiramos, Gabriel.
Las formas
Antonio Carvajal fija su mirada en la cámara de Maxi Rey |
Mucho más convencional lo de Antonio Carvajal en el Ateneo,
el viernes 11. Miguel Losada, el sonriente coordinador del ciclo Los viernes de la
Cacharrería, estaba casi de primera comunión, exultante por tener al premio
nacional de poesía en casa. Antonio nos confesó que en su vida había pisado el Ateneo,
que era la primera vez que entraba en un salón que le maravilló. Estaba contento.
Javier Lostalé leyó sus palabras previas -construidas con delicadeza y respeto-
con el buen timbre que acostumbra. Sabe de presentaciones, practica. A Carvajal le ha
llegado el premio nacional por escribir Un girasol flotante. Y por escalafón,
dicen que dijo, por edad, aguardando en la sala de espera con su número en la
mano. Es poeta anclado en la tradición, de lo bien dicho, de las formas. Se
sabe gota de un río. Comenzó leyendo su hijo, su librito, más reciente: un juego de dos
romances con el que Emilio Lledó y él continúan el de Federico: El lagarto
está llorando. Dijo que lo hicieron para
su nieto, desconsolado porque los saurios perdieron el anillito de plomo.
Enternecedor. Después leyó, del girasol premiado, textos que surgen provocados por
la amistad y que le sirven para la reflexión. O para el simple canto por el canto. Poesía
toda que busca refugio en los soportales del clasicismo más sereno, alejada del tumulto, de la
galerna. Terminó con un soneto. ¿Poeta celestial, Gabriel? Unas sesenta
personas le escuchamos. Y escuchamos los tres avisos que señalan el cierre
inminente del Ateneo.
Entre los asistentes estaba Antonio Hernández, el poeta de
Arcos, contento por la buena aceptación del adelanto que ha hecho en Cuadernos
del Matemático de su próximo libro, Nueva
York después de muerto, en el que su voz juega con las voces y la presencia
de Federico y de Luis Rosales.
Lo increíble
Hay un seguidor de Batania-Neorrabioso en los alrededores de
esta redacción. O simplemente intentan provocarnos. Esta pintada ha aparecido
hace poco y muy cerca. ¿Con qué malévola intención fuentealvillense? Tras la oportuna denuncia, Cristina
Cifuentes, la delegada iluminada, está ya sobre la pista de los rebeldes. ¿Qué
hacer con ellos? ¿Desamarlos? ¿Armarlos? ¿Amarlos? ¿Desarmarlos? El arma
todavía Gabriel, el arma o el amor.
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