domingo, 13 de enero de 2013

Todavía, Gabriel

Branca Vilela (contenida) y Pepa Nieto (conteniéndola)

La indignación

El comienzo del año civil poético nos sorprendió con una salada explosión de furia. La trajo Pepa Nieto para su tertulia Arco Poético el jueves 10. Desde su Galicia natal. Nada sabía Mientras la luz de ella. Vino desde Finisterre una poeta desbordada por los vientos y sacudida por las injusticias de las olas humanas. Más preocupada por el grito ante los hechos que por la preceptiva lírica. Por la sala estaba el cráneo limpio y celebrado de su editor, Basilio Rodríguez Cañadas, que la descubrió para Sial, editorial alternativa donde las haya. También otros amigos como Enrique Gracia y Aarón García Peña. La furia se llama Branca Vilela. Y leyó del libro Préstame tu voz textos cargados con intenciones de denuncia social: África, abalaciones, memoria histórica, chapapote, maltrato, etc, etc, etc…  ¡cuánto podría crecer el libro con la crisis actual! Con la estafa de las preferentes de NovaGalicia, por ejemplo. Leyó con cálida prisa, trasmitiendo una emoción creíble. Ella está muy segura en lo que escribe. Lee con fuerza, golpeando. Praxis de la agitación, de lo que exige. En fin, una galerna que no para en nimiedades de estilo. Faltaría más. Poesía que se entiende, decía el público, treinta personas, a la salida. Necesaria también, como el aire que respiran trece veces por minuto. Respiramos, Gabriel.

Las formas

Antonio Carvajal fija su mirada en la cámara de Maxi Rey 
Mucho más convencional lo de Antonio Carvajal en el Ateneo, el viernes 11. Miguel Losada, el sonriente coordinador del ciclo Los viernes de la Cacharrería, estaba casi de primera comunión, exultante por tener al premio nacional de poesía en casa. Antonio nos confesó que en su vida había pisado el Ateneo, que era la primera vez que entraba en un salón que le maravilló. Estaba contento. Javier Lostalé leyó sus palabras previas -construidas con delicadeza y respeto- con el buen timbre que acostumbra. Sabe de presentaciones, practica. A Carvajal le ha llegado el premio nacional por escribir Un girasol flotante. Y por escalafón, dicen que dijo, por edad, aguardando en la sala de espera con su número en la mano. Es poeta anclado en la tradición, de lo bien dicho, de las formas. Se sabe gota de un río. Comenzó leyendo su hijo, su librito, más reciente: un juego de dos romances con el que Emilio Lledó y él continúan el de Federico: El lagarto está llorando. Dijo que lo hicieron  para su nieto, desconsolado porque los saurios perdieron el anillito de plomo. Enternecedor. Después leyó, del girasol premiado, textos que surgen provocados por la amistad y que le sirven para la reflexión. O para el simple canto por el canto. Poesía toda que busca refugio en los soportales del clasicismo más sereno, alejada del tumulto, de la galerna. Terminó con un soneto. ¿Poeta celestial, Gabriel? Unas sesenta personas le escuchamos. Y escuchamos los tres avisos que señalan el cierre inminente del Ateneo.

Entre los asistentes estaba Antonio Hernández, el poeta de Arcos, contento por la buena aceptación del adelanto que ha hecho en Cuadernos del Matemático de su próximo libro, Nueva York después de muerto, en el que su voz juega con las voces y la presencia de Federico y de Luis Rosales

Lo increíble


Hay un seguidor de Batania-Neorrabioso en los alrededores de esta redacción. O simplemente intentan provocarnos. Esta pintada ha aparecido hace poco y muy cerca. ¿Con qué malévola intención fuentealvillense? Tras la oportuna denuncia, Cristina Cifuentes, la delegada iluminada, está ya sobre la pista de los rebeldes. ¿Qué hacer con ellos? ¿Desamarlos? ¿Armarlos? ¿Amarlos? ¿Desarmarlos? El arma todavía Gabriel, el arma o el amor.


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