La poesía escrita
–bien sea pasquín, almanaque, página–, la nacida oral, no sabe que alguien la observa, la
mide, la cuantifica, la tizna de apuntes, la valora, la estudia, la corrompe.
La poesía es la inocencia frente a los eruditos. Un ser para la aventura, jamás
un animal para la disección. Una barrera frente al acecho del miedo y los
estúpidos. La poesía es, cuando se eriza, flor de cactus, una fugacidad que
busca la mano de agosto que desee encenderla. O un insecto. Lo leve y lo voraz
en armonía. A veces cuenco, a veces dardo. Palabras trizadas, trilzadas, que
desconocen el concilio, pero se aman.
La poesía, nacida
oral, arde en las zarzas y ama a las moras. La poesía, desde los Homeros, es un
acto de legítima defensa, la única prueba irrefutable de la existencia de Dios.
Es anterior a cualquier intención, a cualquier argumento. La poesía es mundo en
voz e ignora a la poética (esa palabra de postas, esa sobrepelliz que sólo
busca justificar, justificarse). Ni simbolismos ni objetividades la turban, la
enturbian. La poesía es una sábana púrpura tendida a secar, y es también el
viento que la orea, mueve y convoca. Es tan hija del canto como del discurso. Y
en Cuenca, donde ahora me sueño, es son, tañido que la luz difunde de hoz en
hoz, de otero en otero, una cuesta empedrada, un pinar pregonado. Es un ave y
su derrota, es un Júcar susurro que nos habla.
Hablo de ese rumor
que en ocasiones se ofrece sobre mesas a los curiosos: poesía escrita: callado
consuelo de papel editado, que Zeus iracundo volverá, no tardando, a trocear. Poesía
fénix que sabe del sabor de la ceniza. Poesía. Lugar en donde la penumbra se llama
vuelo.
6 comentarios:
Muy bueno, Paco, bastante de acuerdo con tus palabras.
Un texto que te salió de las entrañas, creo.
Gracias por compartir. Un abrazo
Debería convertirse tu escrito en texto obligado. Para evitar tanta pregunta, tantas ganas de autopsia. Un abrazo. Siempre iluminando.
Bien visto, Gregorio. Plagado de yustaposiciones, tiene forma de vómito inconexo, pero creo que algo subterráneo hace de argamasa. La poesía, el vientre que nos pare.
Eloisa, bien sabes tú que la poesía está por sobre quien desea cosificarla, hacerla objeto. Es lo inasible.
Se podrá escribir de otra manera, pero ni mejor, ni más bonito, ni más real... Este duermevelas es el latido de la poesía que no tiene horas de sueño aunque sí de ensueño y generosidad. Muchas gracias, querido Paco.
Qué decirte, sino que escribir es un destino, un sueño que la voz ejecuta. En ello estamos, no sé por cuanto tiempo. Temo tomar pastillas para dormir y perderme las duermevelas, eso sí.
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