miércoles, 24 de febrero de 2021

Tres instantes testigos, madrileños.

 




1. Se contenía con evidente dificultad. Fue en Blanquerna. LAdeVillena desmigaba con reiteración su verborrea. Sin dejarle recitar, como era su pasión. Errequeerre el Villena. De vez en vez encontraba resquicio y proclamaba algún poema. Acudía entonces presto antedicho a explicarlo, lo que aumentaba la tensión de su rostro. ¿Cómo si a mí no se me entendiera? debía pensar. La buena educación permitió llegar al final sin altercados, sin usar las manos, pero…

2. Órdago político en La Residencia de Estudiantes, casi Navidad, en plena tensión catalana, LGMontero y él mano a mano. Lleno y expectación. Intento de mensaje conciliador. Se mantuvo tranquilo y reservado: años antes había acariciado con suavidad la independencia en su Pregón de la Merced. Esa mañana fría, visoriana, elevó como solía la voz al cielo para rematar el poema en que decía que su abuela no sabía escribir, que la verdad no necesita literatura. Puesto en pie, claro, en los dos versos finales.

3. Fue cuando vino a dejar recuerdos en la Cajafuerte del Cervantes. En el salón del sótano, su hijo al saxo acompañando, la gente, nosotros, tras el primer poema guardamos el habitual silencio. Creíamos que respetuoso. Sorprendido, se giró enérgico, imperativo: Aplaudid, coño. Siempre me gustó (¿o no?) el in crescendo con el que remataba sus lecturas. Sus poemas estaban abocados a la oralidad sin micro. Siempre me pareció que escribía para decir. Margarit

1 comentario:

fcaro dijo...

Pedro
Tienes en Austral sus obra completa, bien editada y a un precio de bolsillo. Joana y Casa de Misericordia y más. Nunca he visto a nadie tan sin dudas, tan feliz con la poesía, y tan contento de leerla a los demás.