El
poeta está de gira por España. A su lectura del Ateneo valenciano -cuánto bien hace Vicente Barberá con ese ciclo- añade ahora
otras próximas, Salamanca y Badajoz, a la espera de la ya anunciada en Madrid.
Es José Iniesta (Valencia, 1962) y ha editado reciente con Renacimiento Llegar a casa.
Tuve oportunidad de saludarle durante el pasado encuentro de Náufragos. Es hombre
entregado a la pasión poética. Como una vocación indestructible. Escribir
poemas, parece, se ha convertido para algunos en costumbre social, en un modo de presencia, en ocio culto que dicen los norteamericanos. No es el caso. Aquí hablamos de necesidad,
de urgencia. De amor si me lo permiten. Más allá de los poemas, la persona de
José Iniesta trasmite la verdad del concilio que la poesía procura. No puede
decirse de otros. Cree en lo que hace porque le sostiene,
porque lo necesita. Es poeta que dice de las cosas que habitan sus alrededores: las ciertas y las sospechadas. Digamos que es celebrativo, esa etiqueta que desde Claudio nos recorre. Digamos que su lectura me recuerda los tonos de César Simón, tal vez por ese escribir andando sobre las cosas, sin dañarlas. Sin retorcimientos
lingüísticos ni conceptuales. Pero sin el eco desvalido que a veces asomaba en César. Y porque sin
duda sabe que los versos pueden ser un pálido reflejo de la vida, procura abrir
ventanas a la luz y al goce del existir mientras escribe. También al amor, para él motivo manantial, como
proyecto amparador, como fusión con lo creado. Dice: Ahora solo escribo
cuanto amo, en el poema “Amanece en el jardín”. Sabe del tiempo y de sus
afluentes: el enigma y los miedos, pero conoce al olmo de la plaza, al granado
de su jardín, las noches de piel abierta. Y recorre el camino del crepúsculo de
Basho con sandalias gastadas, mas sin prisa. Es un canto donde la muerte no tiene razón, donde
el vértigo y la soledad aparecen maniatados por la alegría del abrazo y las
plenitudes del aire y del sol alerta. Un poeta de la contemplación como incentivo, de la mirada como semilla, de la paz y la sed como
frutos. Fluido, generoso, tan alejado del malestar difuso como de la ácima queja
gratuita. Llegar a casa, a ese lugar en donde el mundo se
resuelve, es un libro de alto vigor poético. Un libro que camina entre la
sencillez del discurso y la fortaleza de aquello que la vida no consigue
erosionar. Ofrecemos dos poemas. El primero de los cuales se lo escuché en Cuenca y permanece en mi recuerdo.
DAR
EL PAN
En
torno de la mesa qué aventura
servir
a mi familia el pan reciente,
repartirlo
en la cena con mis manos.
De
golpe todo significa más.
Hoy
nada soy,
ni sombra,
al alumbrarme
aquí
con el amor de vuestros rostros,
y
se abre al alborozo mi existencia
como
un árbol creciendo desde dentro
para
ser en el aire las ramas de la luz.
Ahora
si he llegado donde estuve.
Ahora
sí que vivo en hora buena
porque
es vuestro mi pan,
y en ese darme
que
ya no exige nada me descubro
más
justo y más real al repetir
el
gesto recordado de mi padre
al
rebanar la hogaza, al ofrecerla
a
mi madre riendo y mis hermanos
en
la casa de adobe, cuánta luz.
Hay
actos que traspasan su sentido
en
este viaje extraño al desconcierto.
Aunque
es fría la noche de la carne
estos
gestos irradian
claridad
y quietud,
son
fuente de la sed en el camino,
y
siempre son destino, para siempre.
Ahora
se ha quebrado por amor
el
cristal de mi edad al asomarme
a
la alegría,
y todo en nuestra
casa
en
torno de una vela que nos une
se
encala en su sentir, es alimento
en
esta noche única que se repetirá,
este
pan necesario de la entrega
su
hondo entregarse,
a su
miga caliente,
este
sabor de vida a nuestro lado.
CON
VIEJAS PALABRAS
Estas
viejas palabras donde fluye mi vida
tan
nueva en este día que se acaba
de
otoño y de nostalgia, los adioses,
estos
versos del tiempo, temporales,
derramándose
a veces como música
sobre
el cansancio amigo de la carne
como
lluvia primera sobre el polvo,
la
boca que me besa en mis desiertos,
la
viva transparencia de tu amor
colmándose
de risas y de auroras
en
la cárcel del agua,
la fuente
que eres tú.
6 comentarios:
¡Qué gusto leer POESÍA!
Un abrazo. A ambos.
Recibido. Y con alegría, amigo.
Qué gozo del ser siendo, del estar en la piel y en la palabra. Celebremos la luz, Paco. Que nos salve.
Son poemas convocatoria, Ana. Vienen a dar la mano, a cantar a corro.
Preciosa reseña de alguien que sabe leer la esencia es personas extraordinarias como Pepe Iniesta. Enhorabuena al reseñador y alreseñado.
Se agradece tu felicitación, Faustino
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