viernes, 24 de enero de 2020

Dos poemas de José L. Torrego (de "Una novia judía")

José Luis Torrego
(Foto: Moreno Galán)




       Un poeta capaz de escribir anagnórisis en un poema y que el poema no sucumba es un poeta a considerar.  Un poeta capaz de trenzar, a lo TS Eliot, una espléndida amalgama de alusiones culturales en elementos visuales y al mismo tiempo beber de la sencillez humana y poética de personas como José Luis Morales, es un poeta a tener muy en cuenta. Tal es el caso de José Luis Torrego (Segovia 1967), que desde la doble fecundidad de sus lecturas y su despierta sensibilidad está siendo capaz de levantar un edificio poético de recia personalidad y novedad profunda en el panorama hispano. Si ya Suzanne era un texto que lo consagraba como el Eliot español del siglo XXI, ocupando un espacio vacío en el mosaico poético español, el vigor de este Una novia judía (Lastura 2019) viene a asegurarle en un camino que debe y tiene que atravesar en beneficio de todos. En su edición el libro viene rematado en la contracubierta por un texto que no nos resistimos a reproducir y que suponemos de alguien cercano a sus estadios creativos. Dice así: Una novia judía es una elipse generada por dos focos adversarios y proteicos. Cambiantes parejas de opuestos que van tomando en el desarrollo del poema las siguientes dimensiones y formas: una historia de amor en pleno conflicto, la serenidad y el orden de la poesía de Heine frente a las vanguardias aniquiladoras de Schwitters, el mythos y el logos; la fecundación y la incineración; el consumismo de neón y la ciudadela de Corinto; la muerte de la amada y su resurrección. De ahí que la obra desarrolle su avance alternando campos narrativos y planos expresionistas. Una lucha entre opuestos que tiene como resultado una obra de arte de autoría compartida, como definió magistralmente Mijail Tal la partida de ajedrez. Y es que tal planteamiento responde rigurosamente a su contenido. Una novia judía bebe del momento de la cultura germana de entreguerras y está empedrado tanto de textos en alemán como de los referentes existenciales de una época convulsa. Un territorio poco propicio al amor, pero, fuerza incontenible, siempre existen un él y una ella que se aman. Alrededor de esa tensión, alrededor fundamentalmente de la propuesta de Max Frisch, en Homo faber, se van creciendo los poemas, que abandonan lo narrativo para proponernos la connotación como lugar de maniobras. Razón y azar, ajedrez y silencio, exactitud y probabilidad, moral y amor. José Luis Torrego, con un decir de cruzados fragmentos, de teselas vividas y leídas, construye un poemario exigente con el lector. Sin lugar a dudas menos pensado en el para los otros que levantado desde la convicción del afán propio, del hacia dentro, desde un canon estético de fortísima personalidad. El poeta pretende ser hallado, no buscar. Al lector atento le es posible intuir citas, paralelismos, paráfrasis, intertextualidades y diálogos con aportaciones anteriores de filósofos, pintores, músicos o poetas. Todo ello fagocitado con enorme delicadeza por un texto que subyuga y enriquece. Que premia con creces la paciencia y el atrevimiento de quien permanece fiel a tan original propuesta. Una novia judía camina, como texto poético, más allá de un asunto de vida efímera, tiene trazas y vocación de permanencia dentro del totum revolutum que supone la oferta poética actual. Le vendría bien verse arropado por un potente aparataje crítico –hay personas en los alrededores del poeta muy capaces– o tal vez, como hizo Eliot en su momento para La tierra baldía, acompañarlo con unas notas que remitieran con prontitud a los referentes utilizados. Y es que el impresionante montaje ucrónico de los poemas y la esmerada acumulación (a la manera de Schwitters y el collage) le añaden aromas mágicos, pero también crípticos. Algo que sugerimos para una próxima edición, que seguro sucederá. Sirva esta modesta nota para acusar recibo de esta ambiciosa propuesta.  
 
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No,
no somos como el agave: tras la flor seguimos vivos.

Nos adosan mascarillas
de oxígeno, nos mantienen
sin consulta respirando
torpemente, desvalidos.

Y sólo nos queda
–alguna noche de vez en cuando– el sueño
con una novia judía de Berlín en los tiempos de Hitler
para aliviar la paz de todo desierto.

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Nadie lee hoy

Die Welt als Wille und Vorstellung.

Literatos diletantes, no dramaticemos:
nadie lo compró tampoco entonces, hace ya más de dos siglos.
El editor subastó la primera edición completa
en un lote por arrobas como papel de desecho.

Schopenhauer lleva ya tres días muerto
con su gato
cuando lo descubre la mujer que va a limpiar la casa.

En todo momento previsor,
le había dejado comida



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