martes, 30 de octubre de 2018

Consejo de redacción de noviembre: Ay de mi Alhama


Foto: JL Morante

        Al mediar la comida del martes, alguien dijo que los poetas jamás están preparados para la decepción, para sufrir los desencantos propios del oficio. La pérdida de su Alhama pretendida. Y puede que yo esté de acuerdo con tal apreciación, dijo el jefe con enorme sosiego. Aparentado que no le afectaba. Ni siquiera los poetas con experiencia, con más ajetreo en el mundillo críticoeditorial, o sea, los más mayores –continuó–, se acostumbran. Ni a la larga ni a la corta. Tardan en superarlo. Cuidado con esto, porque no debemos concretar en ningún poeta tales estados emocionales. Hablaba sin darse cuenta de que llegaba tarde, sin percatarse de que el asunto del "yo merezco algo más" era un tema sobado, papelera, en la redacción. A buenas horas, masculló el de siempre. Perdido mes nos aguarda, se calló la becaria. Impertérrito el Jefe: Los poetas de cierta edad, ¿me comprenden?, necesitan más mimo que otros: algún homenaje, algún premio, alguna carantoña. No se priven en hacerlo. Los jóvenes lo disculpan, lo entienden como el paso previo al olvido que a todos nos espera, la necesaria despedida. Y si no, escuchen esto. Les leeré este pasaje de Cioran que alguien, con tan mala baba como él, ha puesto de nuevo en circulación.

" Cualquier misántropo, por muy sincero que sea, recuerda en ocasiones a ese viejo poeta clavado en su lecho y completamente olvidado que, furioso contra sus contemporáneos, había decretado que no deseaba ya recibir a ninguno. Su mujer, por caridad, iba de vez en cuando a llamar a la puerta..."

      Cópienlo en el libro de estilo, sepan lo que pasa, sentenció para concluir. 

       Habló entonces, se atrevió, el redactor alfaquí de barba crecida y cana: El asunto, si se me permite, es tema zanjado. Y no es problema de edad, la cuestión consiste en procurar no ser nunca viejo poeta, y mucho menos poeta viejo. Lo cual no es fácil. Ni tampoco difícil. Hay manuales. Tal vez  se trate, recuerden el tango, de mantener cierto distanciamiento tanto en la fortuna de haber sido como en la sospecha de no ser. Ay de mi Alhama. Y una pizca de elegancia, léase no dar la brasa a nadie, por favooooor, ni confundir al colega de las citas semanales con el muro de las lamentaciones. Recetas sencillas que me enseñaron ha tiempo en la Escuela de Periodismo de la Iglesia, donde tampoco nadie las llevaba a la práctica. Ay de mi Alhama. Añadamos, compañeros, la certeza de que la posteridad no existe. Hagamos lo que hagamos, se perderá todo el reino, nos perderemos todos como se perdió Granada.  Como sabemos, Jefe, que un día usted nos despedirá. 

4 comentarios:

Mayusta dijo...

Ay, de mi Alhama...
Nada más cierto, nada más seguro, nada menos importante cuando se sabe valorar lo verdaderamente trascendente.
Ay de mi Alhama,¿y qué?

Javier Díaz Gil dijo...

Querido Paco, el tiempo se encargará de olvidarnos a todos. Qué verdad. Sentirse decepcionado es sentirse frustrado. Somos afortunados porque tenemos la poesía de nuestro lado, lo demás, halagos y oropeles es superfluo.

Un abrazo grande,
Javier

fcaro dijo...

Miguel Ángel, la poesía es trascendente, nosotros no. Pero la poesía en su conjunto, no la nuestra en especial.

fcaro dijo...

Por supuesto Javier, lo que pasa es que todos necesitamos un poquito de cariño y de autoestima, el problema en los poetas es la medida.