lunes, 22 de octubre de 2018

La semana fantástica



Para celebrar la posible subida, tal vez, veremos, del SMI a 900 euros, el Jefe ha dispuesto para la redacción el fin de la jornada semanal reducida y la necesidad perentoria de trabajar a diario. Léase todos los días. Lo que algún emprendedor sin hígado definió como la Semana Fantástica. Sepan que hasta el gran Fernando Beltrán escribió un libro ocurrente y de poesía con ese título. Obligada asistencia a actos, dijo el Jefe. 900 euros son un pastizal, que se dice. A un tal Casado, recién casado, le marean estas amplitudes. Muevan el culo, nos dijo en americano de la serie B. A por ellos. A la calle que ya es hora. Y fuimos.


Valentín con Ana Galán mientras las firmas.
     Fueron cinco días hábiles, habilísimos, fértiles en visitadores poéticos, en degustadores poéticos. El primer manjar fue Valentín Martín, lunes 15, salmantino sin tacha, en el Comercial inauguraba Paliques en paloma, un libro tan original como el título, de alguien que domina el lenguaje y se ha cansado del versículo para llegar a la esencialidad del sustantivo, desde la carne seca del poema al tábano que sospecha y al trébol de cinco hojas. Sabe tanto de poesía como de vida. Y se le nota. Le pusieron música Rafa, Moncho, Ana Bella, José. Ay de lo bisílabo, de lo subterráneo, de lo transgresor en los dedos de Valentín. Feliz el papel que lo soporta.

Antonio Parrón esperando leer

     Martes, 16 y Parrón, Antonio. El poeta de Cazalla de la Sierra, el rapaz de raquítica manta, el domador de las simientes, el extasiado del río Viar, vino a Madrid acogido por la Casa de Mancha. El libro de las piedras muertas bajo el brazo. Poesía del hambre de la tierra, voceadora de cielos, sobria y delicada, grito y consuelo. Un poeta de ritmos y verdad. Con él los susurros, la percusión de caña, el bamboleo de los objetos y las manos de Julio Prenda, sevillano de misión. Qué placer estar. No nos debían pagar por esto, Jefe. El castellano de la sierra sevillana atravesado por los torrentes de una garganta campesina.



Asistentes en pie al finalizar el acto

     Lo del miércoles, 17, era obligado y Ateneo, era Elvira Daudet la que nos daba, temblando, las buenas tardes. Congregados, congregadas y fieles hicimos de la amistad memoria. Las voces que resisten con la voz que resistió y venció. Con la mujer jamás en derrota, jamás ancianita amable, sino rebelde y joven hasta entregarlo todo. Y el mar enfrente. No fue homenaje sino abrazo delicado, intenso. Alguien leyó: Sería la libertad sino fuera la muerte. Hay veces, un día de junio, en que es lo mismo. El milagro de quien supo querer y fue poeta hasta secarse en el empeño. Elvira. Y lo supimos.

Luisa García-Ochoa, tras la lectura

     Los jueves suelen ser inaugurales, como este 18 en la mejor biblioteca histórica de Madrid. Una mujer de risa expandida, enhiesta, una mujer de alejandrinos en vena, una mujer de desamor domado, una mujer resuelta en humor y trances, presentaba el libro uno de una nueva colección con voluntad de estilo. Levedad de lo eterno. OMM Pres. Luisa García-Ochoa. Premio Carmen Merchán. Debiera haber venido, jefe, para ver la sala llena, para ver las colas de los coleccionistas de firmas, de los amigos, de los poetas. Exhaustos casi, se impuso lo necesario: la tortilla, las croquetas, la voluntad de diálogo entre los asistentes sobre lo trascendental en su poesía .


Ana Montojo, poema, taburete y micro

     El maratón aceleró su final. Se quiso viernes. Y 19. Y bar de copas. Se quiso Ana Montojo y azulón de enigmas. Un solo de saxo y una mujer que conoce lo que se aparta y huye, lo que fenece. Y entonces planta cara y abofetea con versos como espadas, con labios y cuchillos. Una mujer que le dice a su perro vida mía y escribe libros como estelas que desafían soledades. Vino con ella el escalofrío, las cuerdas de Chuss Laforet y su delicia, los mercenarios Rafa&Moncho haciéndose millonarios con su decir, con su cachet. Y sobre todos la Montojo, la llena bares, la capaz de cambiar la luz de la sala a su antojo, pero no la vida, los zarandeos.

Una semana fantástica, llena de amigos, amigas. Carlos, Ana, Mª Ángeles, Carmen, Luisa, Fernando, Hortensia, Isabel.  A por los 900 del ala.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué crónicas, Dios mío. Y qué acontecimientos. Los unos a la altura de las otras (sic). Habrá que leer a los poetas que no conocemos. Habrá que volver, siempre, a Elvira Daudet.

fcaro dijo...

Alguno puedo ofrecerle. Es lo que tiene este caminar, querido, de parte a parte.