Maxi Rey invocando a Rafael Montesinos |
Teatralmente, pero con decisión. Como un juego de escena improvisado o sabiamente prevenido. Con el intento de atrapan el cuerpo flotante de Rafael Montesinos, el espíritu que sobrevuela la tertulia. Como divertimento de color homenaje. Así comenzó Maxi Rey, el ojo que guarda, su lectura en el Colegio Mayor Guadalupe. Maxí, ya saben –lo hemos contado varias veces- es el hombre que graba todo acontecimiento poético. También, como todos, escribe. Y el martes13 leyó. Tuvo que escuchar, antes, ciertas verdades de boca de Óscar Martín Centeno, poeta que juega también con artilugios y que lo presentó. Maxi escribe escondido en un yo femenino, en náyades astur-leonesas, que aspiran lo telúrico de la tierra. La piedra, el sol y el agua como origen y destino de la tormenta que agita el corazón histórico del hombre. El pálpito prerromano que subsiste. Escribe de lo que le preocupa. Contó como surgió la provocación tras un viaje con Ángel González a Candás, cuando tras cruzar Pajares, el `poeta le advirtió de de la potencia sugeridora del paisaje. En el coloquio advirtió de que la utilización de un lenguaje sencillo, limpio, fresco, alejado de la metáfora enturbiadora, era un elemento querido, buscado, hallado.
Álvaro García. Poética del canto |
Jueves15. Casi agotado tras el taller, con la garganta gastada. Alvaro García había aprovechado su llegada a Madrid -a presentar Canción en blanco, premio Loewe 2011- para sentarse, charlar y compartir con los alumnos del Centro de Poesía José Hierro, de Getafe. Casi ronco cuando Tacha Romero lo presentó. Pero claro y abierto. A las gentes del centro se habían añadido también Juan Pedro Carrasco, Manolo Cortijo Rodríguez y Matías Muñoz. Dijo que su libro es un largo poema de más de 500 versos, que se negaba a leerlo entero, que había preparado un trailer, que prefería leer la selección de escenas. Lo hizo. Meditaciones de una pareja tras la ventana de la habitación de un hotel, mundo exterior, mundo interior y diálogos de los actores. Alguien ha dicho que es meditación sobre lo efímero de lo humano. Puede ser. Dijo que el poema debe escribir liberado de trascendencia, o sea que el poeta debe, solamente, cantar. Poética del canto que diría Morales Barba. Luego se invitó a sí mismo y a los presentes a decir poemas que les hubieran impresionado hasta el punto de tenerlos en la memoria. Coplas, romances, sonetos de Quevedo, fragmento de Cernuda… En fin, la poesía como celebración.
De Izquierda a derecha: Carlos Guerrero y Domingo F. Failde |
El viernes16 puede acompañar al poeta zamorano-malagueño Carlos Guerrero en el café Comercial. Pablo Méndez había preparado la presentación de Los espacios vacíos, segundo poemario que le edita. Jesús Hilario Tundidor hizo el proemio, volvió a decir aquello de ordenar las emociones y conmover la inteligencia. Estaba también con Carlos, Isabel Rodríguez, la poeta de Priego, estaban Paquita Dipego y Arantxa Oteo, estuvo Juana Vázquez… Leyó el poeta, largo y tendido, poemas de su libro. Poesía creíble, hecha desde el caminar, hecha desde una mirada que se sitúa siempre al lado de las cosas, al lado de los otros. Pero es también poesía ambiciosa en su búsqueda y en sus hallazgo. Me gustó especialmente el primer cuarto, el que trata de la ciudad. Carlos es poeta del sur y bebe mucho de mundos como el Dolors Alberola y Domingo F. Failde, a quienes decica el libro. Cerca también de Jerónimo Muñoz, el promotor de la revista Ámbito, de la que alguna vez hemos hablado.
Al regreso a la redacción, el jefe me dio permiso por unos días para que pudiera contemplar en el crepúsculo a los planetas Venus y Júpiter, dupla que aprovecha, vilmente, para brillar las horas en que los poetas suelen leerse unos a otros. Que me alejara, me dijo, de Madrid, claro. En la Botillería el cielo nocturno es una ausencia aterradora. ¡Cómo se lo maravillo! Hagan la experiencia. Busquen un cielo limpio, esperen a que el sol se oculte. Miren hacia el oeste. Ahora brillan muy próximos. Lo maravillarán también.
Después de mil jornadas por calles extranjeras,
extrañaba tu falta.
Me tocaba el regreso hasta tu mundo en sepia.
Era larga la noche del camino
y difícil andar sobre tus pasos.
Ahora te pido: invítame a bailar,
quiero sentir tus pechos acuchillar mi carne;
quiero sentir tus piernas distanciarse
para extasiar mi rodilla entre tus muslos.
Invítame a bailar, que tengo frío
y mi tiempo zozobra sin tu vientre.
Carlos Guerrero
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2 comentarios:
Habrá que irse hacia el oeste, ya que lo dices, pero cómo no caer en la tentación de volver a la urbe de vorágines y versos... Madrid, ciudad delas tentaciones.
Lo juro, Amando, la pareja brillando nada más menguar el crepúsculo es una maravilla. Valen por varias tertulias.
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