que hizo fugaz y desnudó la tarde
he vuelto a lo que fue su territorio,
al mimo que crecía en las macetas,
al sitio de la higuera,
a sus piedras gastadas, al sosiego
de la lluvia que baja
por
el
zinc
mi habitación vacía,
el hueco de los libros
en el tapial que horada su alacena
sobre los muros
detenida la voz de un calendario,
la antigua libertad
de una ventana
tras los cristales, el invierno mira
reconozco unos ojos
que alguna vez supieron mi esperanza
quizás quieran
saber de mi regreso,
quizás pregunten
qué hicimos en los años novecientos,
el secreto de aquel sesenta y cinco.
7 comentarios:
Maravillosa nostalgia hecha poesía.
Un abrazo.
Quién se resiste,Ana,cuando llegan los aires de la infancia!
Un abrazo. Paco
Aquel sesenta y cinco... tan cerca y tan manchego...
Gracias por el recuerdo. Carmina
Ay, esos patios. Yo escribí: "Me está viviendo un patio/ en tanto que me alcanzan las palabras", a ti te alcanzan, sin ninguna duda lo hacen.
Beso.
Precioso, señor poeta.
Me conmueve verte mordido por la nostalgia, a ti, andamio del viento, tan acostumbrado a la altura y a la risa. El poema magnífico, como no podía ser de otro modo.
Besos.
Elvira
Cuando la luz desnuda la tarde, pasan cosas así, y si, además, están cerca los juegos de la infancia, el tema suele complicarse hasta hacerse verso.
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