lunes, 27 de febrero de 2012

¡A la calle!

 Sencillamente porque quiero, porque puedo y te conviene, ¡a la calle! Quien así me hablaba era mi jefe. Hay que modernizarse: los nuevos tiempos, la nueva norma. Si hace unos días admiré la bondad con la que me bajó el sueldo, hoy me conmueve su decisión de acomodarse ¡con lo mayor que es! a la nueva tendencia. Hasta cinco veces me he echado a la calle en la semana que pasó. Y las cinco me fui, qué remedio. Yo sé que su misericordia espera mi regreso. Contratos de un día, es lo que más te interesa, dice. Yo no rechisto. Ya no rechisto. Cuántos quisieran, suele añadir. Sé que tiene razón.

Joaquín Benito de Lucas
Primera
El lunes 20. Busqué refugio en el Hogar de Ávila. Acogido a la lumbre de la infancia de Joaquín Benito de Lucas. Calor que mana de la brasa del recuerdo: casa, río, padre, hermanos… del ascua de la emoción. Hoguera que parece no agotarse todavía. Llamas, poemas, que viven en la transparencia, lejos del hermetismo estéril de los nuevos calefactores. Poemas claros, dijo el poeta. Y sugirió que tal claridad sabe a poco en algunos. Me alegré mucho de la alegría de Françoise. Alrededor del fuego, en amplio corro, reconocí los rostros iluminados de Emilio Ruiz Parra y Franca, Milagros Salvador, Julián Creis, Teo Rubio, Juan Carlos Búrdalo, Juan Ruiz de Torres, Ángela Reyes, Ana Garrido, Margarita Arroyo…

Segunda 
El martes 20. En mi lugar más conocido, despreciando otras ofertas. La tertulia de Manolo Cortijo ofrecía la voz honesta y sincera de Elena González. Venía avalada por Alfredo Piquer y Cristina Cocca, que me ayudaron con sus palabras. Y como Díos conoce a los suyos, envió a mi salvación la palabra de Antonio Daganzo, que, en las lecturas preliminares, me, nos, regaló un elaborado y sugerente poema sobre el dolor. Las cervezas finales, conversadas, también sirvieron para aplacar mi sofoco laboral.

Antonio Crespo Massieu
Tercera 
Jueves 21. La fortuna me envió a Lope de Vega 38. Tal vez aproveche que estoy en Comisiones para..., pensé. Pero no, al final soy como todos. Tampoco quiero meter en líos al sindicato con mis problemas. Aprovecharé el domingo para la protesta, para el paseo. Vale. 
Manuela Temporelli y su tertulia Indio Juan recibían a Antonio Crespo Massieu. Mariángeles Maeso, amiga de otros tiempos, presentó Elegía en Portbou, editada por Bartleby. Leyó Antonio con serenidad dramática unos fragmentos de los 10 cantos que la componen, textos organizados alrededor de la experiencia de la humillación, la derrota y su desesperanza, la lucha siempre, textos contados por el ángel de la historia. Gritos de la memoria. Consideraciones que no esperan interlocutor, dijeron. Textos torrenciales agrupados alrededor de Walter Benjamin y Antonio Machado, de sus instantes vitales en la frontera hispano francesa, en la frontera de su vida y su muerte. Límites en la mirada de Paca Aguirre, niña entonces camino del exilio. 
Estuve rodeado por Pablo Guerrero, Jesús Hilario Tundidor y Manuel Rico, el editor. Jesús no tenía demasiada prisa. Y le gusta hablar.

Cuarta y quinta
José Luis Morales
Ambas el viernes 22. A la siete comenzaron las gentes a agruparse en la Casa de Castilla-La Mancha. Nicolás del Hierro tenía a su lado a José Luis Morales, salvo ya y trabajador. Leyó, con glosas que separan, poemas que han marcado su historia poética. Ora amorosa, ora elegíaca. Nunca le ha interesado la poesía cercana al solipsismo, ahora menos. Ahora busca aquella que se acerca a la conciencia, la poesía cívica, la que acude a la plaza de Aleixandre, la que baja a lo colectivo cuando lo colectivo provoca y conmueve. Leyó, entre otros, un enorme poema con la excusa de Blas de Otero. Poema que gustó a Rafael Soler, allí presente y aún perjudicado, pero menos. Nada mejor que los vinos finales, colectivos, para saber estas cosas. Por ellos -lo intuye el jefe- no dejo el trabajo. José Luis lo sabe. Cristina Cocca, Juanjo Alcolea, Pedro A. González Moreno, Manuel Cortijo, Ana Garrido, Antonio Daganzo, Lola de la Serna… también ayudan a pasar el trago.

Jacinta Negueruela
Después el Ateneo. La culpa es de Miguel Losada, que organiza a las 22.30. Vino desde Castellón Jacinta Negueruela, a quien edita Devenir. Y decepción: Marcos Ricardo Barnatán no acudió a la presentación anunciada. En su lugar, Juan Pastor, el editor, disculpó en tosco discurso introductorio. Traía Jacinta su lectura preparadísima, preparados textos con que potenciar los poemas. Para cada uno, una referencia intelectual: Bonnefoy, Mondrian, Camus, Cioran, Nietzsche, Freud, Kafka, Herta Müller… tal vez demasiado. No citó a Chantal Maillard, de quien me pareció bebe algo, bastante, la poesía de su Los desiertos del tiempo. Un lugar, dijo, para vivir en la incertidumbre. Un lugar que habla de la muerte. Un lugar de paisaje y emociones en versos como fustas, secos, limpios. Público no habitual. Tan sólo la presencia de Javier Lostalé hizo a la sala reconocible. Me marché en el instante exacto en que iba a ser sometida a la inhumana pena de coloquio. Fin de contrato.

Si yo no digo nada, pero… este oficio, este oficio…

2 comentarios:

Amando Carabias dijo...

Mientras no te haga tu jefe un ERE la cosa será soportable. COntratos de un día...
(Me encanta esa ironía tuya entre líneas, en este caso sobre la reforma laboral. Y además tienes razón. Todos debemos estar de acuerdo, porque el movimiento es más bien inapreciable)

fcaro dijo...

Amando, las novedades no deben hacernos perder la conciencia, ni la alegría, ni la ironía, ni lo necesario de la poesía. Un abrazo.