Ana,
Dice Miguel Casado que la escritura surge cuando se produce un clic, algo que rompe con el discurrir del texto inerte. Y del inerte tiempo, añadiría yo. Entre los años 2008 y 2024, se produjeron en ti, Ana Ares, numerosos clics. Numerosos fuegos escritos para romper rutinas o para proclamar excitaciones. Casi novecientas revelaciones. Ya sé —he leído libros tuyos de antes— que eres poeta atenta a las provocaciones: la ciudad, los viajes, los once minutos… y que las anotas rápida, nerviosa, intuitiva, feraz, encendida, con rabia, bondadosa, desnuda y escuchando. “Me gusta caminar / conmigo solamente, / tú a mi lado”. Si tuviera que espigar un solo poema de La caja de costura porque alguien me obligara a definirte, sería ese. Y es que no puedes dejar de ser sola, una, tú; y al tiempo no puedes dejar de compartir, de ser con. Sé de tu tierna ilusión con este libro, con esta miscelánea compilación de las anotaciones poéticas, con este dietario que te ha ido recopilando durante tanto trecho. Compartí la ilusionada, ilusionante, presentación que en la SGAE tuvo lugar; y sabes que aprecio en mucho la cuidada sabia edición que Paco Moral ha gestionado para Tigres de papel. Tengo siempre cerca de mí el libro, el costurero: abro, leo hilvanes hilvano encuentros y coso desasosiegos. Lo necesito a veces: ayer mismo. Dices: “Soy la que invoca la noche cada noche. / Quiero que me convierta / en nocturna flor”. Proponer a tus lectores, a mí en concreto, un libro de esta amplitud formal y literaria es un desafío que te acepto. Pequeños dulces, manjares al gusto, lugares en donde el amor, sus dobladillos y sus misericordias, son el pespunte capaz de unir la palabra con la vida. Nada es real hasta que no se escribe, hasta que no se cose, dicen. Y yo lo creo. Mira Ana, todo lo que tu haces real vive con devoción, todo revuelto en esas latas (de antiguo membrillo) que devienen en casa de costuras. Y nada pierde identidad. Ovillos poemas, bobinas poemas, acericos poemas, agujas poemas… “Soy / estrella, oscuridad / aunque amanezca”. Debes saberme contento de tenerte en libro cada día, de sentir cerca tus chispazos, tu valor sereno, casi tu historia. Novecientos botones, ninguno igual y sin embargo todos entonan una canción misma y diferente, nunca una caja de costura es semejante a otra, y en todas estallan la vida y las revoluciones. Ana, tu mano sabe remover, revolucionar, tu mano tiende a la belleza, tal vez por eso la poesía la ronda en busca de cobijo: este libro. Y por qué no decirte que es también un libro de afectos, una declaración de amor a la vida por encima de todo obstáculo, un amor recio y tranquilo que ignora lo sensiblero, una declaración de compromiso con lo que merece: con la alegría, con los otros, con el otro, con la felicidad, con el temblor y el miedo, con el riesgo de quien se atreve, con la necesidad de ser querida… y fundamentalmente con el poema. Ana, ningún poeta, ninguna poeta escribe con la intención de contar nada, aunque lo parezca, todo argumento es excusa: se escribe tan solo para escribir un poema, para intentar atrapar, si se deja, la poesía. Te escribo para decirte. Para decírtelo.
*
Cae el silencio
en mi sueño, mi hastío, mi pereza,
y es la noche debajo de mi ropa
ese crimen de lesa dejadez.
*
No sobreviviríamos, no adquiriríamos hábitos.
Tan solo ese arrebato seremos, somos, fuimos.
El invierno era ajeno, no fue nunca nosotros.
*
Nunca fuimos iguales,
siempre en nuestro dolor
éramos dos.
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