lunes, 27 de junio de 2022

 




     Termina junio 22. Este junio ¿postpándemico? en donde la aparente normalidad convive con el desasosiego y las ganas de vivir. La Historia tiene documentados momentos así. Suelen ser preludios, presagios. La España finisecular del XIX, en donde la alegría de Lagartijo y Frascuelo anulaba el estruendo que desde Cuba anunciaba decadencia nacional, fue uno de ellos. La crisis universal de confianza y concordia, el encarecimiento desbarajuste de los suministros, el crack energético, la guerra... preocupan, pero poco. Semejan asuntos de otros que no pueden trastornar nuestro discurrir doméstico y de confort. En el minúsculo poético continúa la fiesta en sordina. Los poetas son seres comprometidos, no ilusos individualistas, aunque, como todos, se nieguen a anticipar un ambiente que se prevé, cuando menos, confuso, desilusionante. “Ya viviremos la melancolía cuando llegue, con todos, como todos”, parecen decirse. En estos últimos tiempos hemos percibido una revitalización de lugares en donde leer. No muchos, es cierto. Con menos asistentes. Ha vuelto la Alberti, entre titubeos, ha renacido el Comercial, cuyos Lunes Literarios se van convirtiendo en espejo, siguen las Tardes de Prometeo. Mención especial para im(Prescindibles), un festival poético madrileño con sede en Moralzarzal, en plena sierra, nacido bajo la tutela y el impulso de Álvaro Hernando, magistral y dinámico como pocos. Cierto que la labor editorial vive bajo el doble yugo del peso del papel y las escasas ventas. Muchas han reducido su ritmo de producción. Este blog, incluso, se ha visto contagiado de cierto virus, ese que algunos llaman desatención. Bien se recuerdan las enfebrecidas mesas de redacción que lo dinaminazaban. También a los reporteros que informaban cariñosamente de los actos y celebraciones (cuánto hubiesen disfrutado, por ejemplo, con el acto de Aarón G. Peña, tan polisémico). Así mismo perdieron velocidad las cartas públicas, los recuerdos a los poetas cercanos… todo, todo acude a su arrumbe. Hemos visitado al médico. De momento nos ha recitado (o recetado) vitaminas y acelgas. Y que acudamos esta tarde-noche a la Cena Literaria (Banquete lo llaman y estamos invitados) que se le dedica a Javier Lostalé. Sus ochenta años pueden servir de renovación. O casi.

2 comentarios:

Pedro Torres dijo...

Vivamos y bebamos mientras podamos. Tienes un médico comprensivo, salvo por las acelgas. Me hubiera gustado saber qué opinaba la redacción durmiente de la "polisemia" de Aarón, la verdad.

fcaro dijo...

Usted es propietario de los 50 asesinos 50, nunca sabremos si de España o de la Poesía. O sí.