viernes, 25 de febrero de 2022

Carta pública y dos poemas de Alfredo J. Ramos

 



       Querido Alfredo, sabes que suelo cruzarme contigo en la calle que es Face y que solemos pararnos a conversar. A veces se forma corro. Sabes que en ocasiones, menos de las deseadas, hemos transformado la pantalla en barra de bar y cerveza, o en cobijo común de algún acto literario. Sabes que eres un buen y curioso conversador. Yo sé de tu gusto por el lenguaje y sus paradojas. También que eres talaverano. Y poeta. Primero édito, luego callado. Y que has necesitado librarte del tiempo envenenado antes de volver a editar. También, porque lo has confesado, que la lectura de Wallace Stevens cambió tu percepción del hecho poético. Durante mucho tiempo, tras aquel accéssit adonais y otras lejanas entregas, silencio. Tal vez el barullo y la verbena de editar por el que transitamos te cohibían. Sé que cediste a tus amigos Hilario y Antonio y compartiste aquel gozoso cuaderno de sonetos del que dimos cuenta en esta casa. Has vuelto a ceder a la amistad y a lo necesario. Al hecho de compartir lo guardado, lo sentido. Amargord, en la colección Amsel que dirige MA Curiel, ha publicado, en un solo volumen, dos conjuntos. Lo titulas Piedad seguido de Adagia andante. Fómula clásica cuando se unen dos proyectos. En este caso tan ¿distantes? Con Piedad recuperas aquellos días de juego y sueño al compás de las declinaciones, los compases del tiempo infantil, los escondrijos del aprendizaje, la luz familiar, los turbiones del sexo adolescente, la religiosidad forzada, la forzosa. Vida que busca y espera vida. Vida que pide a la vida compasión, pasión compartida. No es habitual la palabra piedad como forma de amor con que resumes y adviertes, digo que no lo es en el argumentario poético de estos tiempos, y lo sabes, pero qué bien asume y comprende. (Argumentas y explicitas que viene provocado por la Pietá seriada de pintor Javier Serrano. Ada Salas hizo algo parecido con el Descendimiento). Y todo dicho desde lo fragmentario, desde la armonía de teselas quebradas con que organizas los cortos versos del poema, desde una insinuación que busca el trato cómplice. No es piedad tan solo lo que busco, el amor tiene cuerpos infinitos y se complace en salir a su encuentro, dices. Intercalas entre la emoción sosegada de Piedad, poemas que son chispazos de lecturas, urgentes intuiciones, a los que llamas Saltos en el abismo y que tan cercan están de sus famosas NUL (novelas de una línea). Seguido de Adagia, retitulas. Quince haces inteligentes de aforismos en torno al hecho poético y que recuerdo de su anuncio en entregas de face. Parecen escritos al amor de la lumbre de WS, en esas noches de invierno en que la lluvia azota ventanales y el poeta, ante la llama, se para, mustio y feliz, y reflexiona sobre el oficio: sus herramientas, sus vicios y virtudes, sus acantilados. El no saber es la fuente caudal de la poesía, dices en uno ellos dictado por Juan el de Yepes. O ese donde arriesgas que la poesía es la médula espinal de la literatura. Leo contigo y me caliento del mismo fuego.

Permíteme que recoja estos poemas. 

O mejor, un poema y algunas reflexiones.

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Pero luego la vida es flor del
                                                      tiempo,
no se puede dejar
a la deriva de los días
marcados por murria o
el veneno ceniza
de las sombras.


                          Esta piedad que
apenas nos señala otro
camino que el del corazón
no crece sola en medio
de la lluvia ni sale
indemne de la feroz
costumbre
                  del frío
y del silencio que
se enquistan en un
                                lugar donde no llega
                                                                   nadie.
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. La escritura del poema es una experiencia. La lectura también. Otra. Nunca la misma.

. La poesía es el resultado de una acción mental y sensible.

. Tiene el poema la condición del ave que se pierde en la espesura.

1 comentario:

Pedro Torres dijo...

Un gran poeta. Un gran escritor. Un buen conversador del Facebook. Y un buen lector. Leeremos el libro.