No más que eso: una modesta proposición.
Tal vez y todavía, digo, no hayamos agotado el ciclo
de premiar con el Nacional de Poesía a mujeres que escriben en lenguas
españolas distintas al castellano. Digo tal vez porque tras dos gallegas (Pilar
Pallarés y Olga Novo), una balear (Antonia Vicens) y una
vasca (la reciente Miren Agur Meabe), el jurado paritario puede entender que no
es el momento aún de cerrar el círculo, que están a la espera, con su derecho
intacto, mujeres catalanas y/o valencianas que escriben en lengua no
castellana. Digo que si uno repasa la lista, que inició en 1924 Rafael
Alberti, observa cómo los poetas masculinos son más numerosos que las
poetas. Ganan por goleada. Hora es que las cosas se vayan igualando. Digo esto
porque es entendible que sea así y que el empoderamiento, del que tanto se
habló y se habla, obtenga sus frutos. Si añadimos que también el castellano o
español tiene mala prensa y hasta sus hablantes lo abandonan –me encanta lo
extendido de la palabra spoiler, por ejemplo, y ojalá vengan más– no es
extraño que la dinámica continúe. Por eso escribo estas líneas, porque conozco
su inutilidad. Por eso me atrevo a decir que entre los libros publicados el
pasado año hay cuatro (autores hombres) que a mí me gustaría que fueran
considerados. Digo, con humildad, considerados. Tal es la proposición. Ya sé que no habrá ninguna fuga
de voto de una de las mitades a la otra (viene siendo así últimamente), pero
creo que merecen estar entre los escogidos que relacione la lista sobre la que
se ¿discute? y se vota. Digo que son de cuatro poetas a los que conozco, a los
que trato, con los que tengo amistad y que han escrito libros de excelencia.
Para evitar dudas, añado que no soy neutral, me cuesta castigar a los buenos
poetas amigos por el hecho de ser amigos, es un defecto que arrastro y a estas
alturas asumo. Digamos sus títulos por orden alfabético del apellido de su
autor: Tiempo y deseo, de Hilario Barrero, compilación
seleccionada de su poesía que ha editado la cántabra Libros del Aire y que no
dejo de repasar. Jardín Botánico, de Federico Gallego Ripoll,
entrega que, en edición casi artesanal, ha producido Cuadernos de la Errantía, y
a cuya sombra me acojo con frecuencia. Ritual del laberinto, de Julio
Mas Alcaraz, en Bartleby Editores, tiempo por donde recorro. Y Vivir
es un asunto personal, de Rafael Soler, por OléLibros, poesía
reunida, que incluye Las razones del hombre delgado como nueva
entrega, palabras cerca de los acantilados que nos rodean.
Sé que hay otros libros estupendos. 2021 ha sido un
año cereal magnífico, pero entiendan que yo quiera subrayar lo que me concierne
y, cercano, valoro. Aún consciente de lo que sucederá. La cosa es en octubre o
noviembre.
4 comentarios:
Modesta y sincera proposición, Paco. Mucho me temo que la labor equilibradora prosiga sin considerar en exceso la excelencia de las obras publicadas durante el año finalizado.
De tu entrada extraigo, como siempre, mucha sabiduría y una magnífica escritura. De tu conocimiento tomo nota y apunto en mi libreta los títulos de esos cuatro libros que citas, merecedor cada uno de ellos por sí solo del Nacional de Poesía; de tu magnífica escritura disfruto cada vez que me paso por aquí, y en esta ocasión la sonrisa me ha inundado el rostro por ese irónico toque de humor en que envuelves toda tu reflexión.
Un abrazo
Mi padre estaría tranquilo viendo esta entrada tuya, y esta foto, porque siempre tuvo especial cuidado en recomendarnos que si hay que equivocarse en la vida, hemos de procurar hacerlo en la mejor compañía posible. Inmejorable es con la que tú dotas a este libro sencillo que ve la luz de la mano de una humilde y honesta editorial que apenas se inaugura, bien lejos de los lugares donde se deciden las guerras y los armisticios, los equilibrios y los desagravios. Nosotros somos gente de retaguardia, amasamos el pan y vigilamos el fuego mientras otros afilan bayonetas y refuerzan las presillas de sus ojales. Hablamos en voz baja y cedemos el paso ante la puerta y el asiento en el autobús; nosotros -tú también en nosotros- procuramos recorrer cada día su propia distancia mientras nos sabemos instalados en el continuo y doloroso territorio de las despedidas. Pero hay que ser agradecido, y mi padre estaría doblemente dichoso al saber cuánto agradezco tu elegante gesto y tu acendrada amistad.
Querido Juan Carlos, la modesta proposición podría haberse ampliado, pero estos cuatro libros son muy apreciados por mí. Los releo. Por otro lado, una pizca de humor suele sazonar bien los guisos. Un abrazo.
Te equivocas poco, Federico. Y menos ahora, que avizoras desde el sosiego y la tranquilidad. Y algún que otro paseo juunto al mar. Ciertamente vamos en el mismo autobús, ese que lleva a cualquier sitio donde haya gente que merezca la pena, donde haya poesía buscada sin otra finalidad que la felicidad de hallarla, si se deja.. Escribimos para que nos quieran y a veces lo conseguimos. No es poco milagro. Ayer lo hablaba con unos cuantos amigos con los que fue un placer conversar. Mi abrazo.
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